Agua

La metáfora del agua como medio de purificación pero sobre todo renovación es tan vieja como el tiempo. El tan cotidiano baño o ducha diaria, sea una, dos, o tres veces al día, no operan tanto para mantenernos limpios y oliendo adecuadamente, sino como forma de separar un momento de otro, de marcar la finalización de algo y el comienzo de otra etapa. Esto aplica después de una clase de gimnasia o simplemente al final del día cuando pasamos del trabajo al descanso, o al comienzo del mismo, cuando pasamos del sueño a la actividad. El agua renueva. Esto queda claramente de manifiesto en estas primeras dos porciones de la Torá con que hemos comenzado el nuevo ciclo de lectura: Bereshit y Noaj. Como bien explicaba este Shabat el Rabino Ariel Kleiner de la NCI de  Montevideo, el Paraíso del que “salimos” estaba rodeado, mitológicamente hablando, de cuatro ríos, de modo que la salida del Paraíso es una suerte de salida esencial del útero materno. En Noaj, el agua que llega como castigo se convierte sin embargo en renovación, simbolizada en la rama de olivo en el pico de una paloma; Picasso mediante, esta imagen nos sigue llenando de renovación y paz esenciales y atemporales.

El agua o su ausencia juegan un rol central en toda la narrativa judía. Los encuentros junto a los pozos de agua van forjando la familia de los patriarcas; los pozos secos sirven para tirar en ellos a José; la búsqueda de agua y pasturas llevan a la familia de los hijos de Israel a Egipto. Pero sin duda el gran mito de renovación y renacimiento es el cruce del Mar Rojo; según explica Joseph Campbell en su libro “Mitología Occidental”, este mito es tan básico como obvio; sin embargo, para nosotros como judíos es fundacional y absolutamente “nuestro”. Finalmente, el ritual de la Mikvá o “mikve”, que en su momento era casi exclusivo de los judíos ortodoxos y en particular sus mujeres, hoy adquiere nuevos y creativos significados que dan a la vida judía nuevas oportunidades.

Leía por segunda vez en estos días el libro de Paul Johnson “A History of the American People”, y en este contexto tan pasado por agua me llamó mucho la atención el fenómeno fundacional de los Peregrinos y en concreto el ya mítico, aunque real, “Mayflower” que atravesó el Atlántico norte con cientos de futuros colonos imbuidos de ideas religiosas profundas y arraigadas; ellos mismos construyeron ya entonces la analogía entre el Exodo de Egipto del libro de Exodo y su propio viaje. Con ellos termina de consolidarse la colonización de América del Norte. Hasta nuestro austero Artigas tiene su denominado Exodo y su cruce del río Uruguay a Purificación (nótese la coincidencia del nombre).
Sin embargo, el Uruguay que vi desde la ventanilla del avión esta semana en mi regreso a casa, bañado de ríos desbordados, los campos notoriamente anegados de agua, y volúmenes de agua que uno sabe que no están habitualmente allí, no parece poder hacer buen uso de sus aguas metafóricas para terminar de procesar las tan anunciadas, prometidas, y necesarias renovaciones o comienzos de nuevas etapas. Este Uruguay que en las últimas semanas se ha visto atacado por temporales feroces, copiosas lluvias, cortes de ruta, no parece querer, o poder, cerrar etapas para dar comienzo a otras. Visto desde arriba todo adquiere una perspectiva diferente: los avioncitos de Pluna parados en fila en al borde de la pista de aterrizaje son la patética muestra de nuestra incapacidad de avanzar. Si no podemos lograr la tan mentada y vital “conectividad”, difícilmente podamos despegar en otros sentidos mucho más básicos.

Como seres humanos, cada mañana cuando nos duchamos enfrentamos un nuevo día y por un momento sentimos que podremos hacer del mismo algo diferente, por mínimo que sea. El asunto es poder sostener esa ilusión de modo que se convierta en concreción. Seguramente nos duchemos muchas veces todavía, pero en algún momento iremos modificando aquello que queremos modificar en nuestras vidas. El agua no deja de ser por un lado simple y esencial para nuestra vida, pero a la vez nosotros construimos a través suyo una compleja trama de significados y valores. No es el baño ritual o el baño cotidiano los que cambian las cosas; ellos no son más que símbolos a los que recurrimos para entender aquello que no es expresable por medio de la palabra. Quienes transformamos un estado en otro somos nosotros. Pero un buen baño es, literalmente, “un baño de humildad”.


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