Ushpizin

Tishrei es el mes más intenso del calendario hebreo. Sin embargo, para la mayoría de nosotros, judíos no observantes y poco dependientes del calendario hebreo, Tishrei es Rosh Hashaná y Iom Kipur. La semana compuesta por Sucot y Simjat Torá pasa casi desapercibida, excepto cuando vamos a bailar con los rollos de la Torá, llevando a nuestros hijos y nietos. Es una pena que tantos nos perdamos de terminar aquello que comenzamos, tal como lo explica Clive Lawton de “Limud”: empezamos Shabat asistiendo al Kabalat Shabat, pero no vamos al servicio matutino, mucho menos llegamos a Havdalá; de igual modo, festejamos Rosh Hashaná pero nuestro punto culminante y final es el Shofar en Iom Kipur, cuando todavía falta Sucot. Por suerte siempre tenemos en qué crecer como judíos.

Pensando acerca de Sucot quisiera rescatar el concepto de reunión. No la mera reunión social alrededor de una mesa, en este caso en la precariedad de la sucá, sino de la “reunión” como acto de “reunir”, juntar. O como dirían Lennon & McCartney, “come together”. Las cuatro especies, que constituyen un precepto más allá de su sutil valor simbólico, son el ejemplo más claro del acto de “reunir”. Incluso el ritual acentúa su lado individual y su lado colectivo: el total es, realmente, la suma de las partes: nunca se confunden una especie con otra, pero están todas juntas. Por su valor simbólico, por su belleza estética, y por su aroma, el etrog parece tender a destacarse entre las cuatro especies; sin embargo, solo no funciona como tal en el contexto de la festividad.

Recibir huéspedes en la sucá es, obviamente, también un acto de “reunión”. Como en toda festividad judía, el precepto de recibir huéspedes es central; con el concepto de “ushpizin” se suman huéspedes simbólicos, “pastores” de nuestra alma judía en las figuras de nuestros patriarcas junto a Iosef, Moshé, Aharón, y David. Según la tradición mística cada uno de ellos representa diferentes cualidades. La idea es que ninguno es portador de todas las cualidades que hacen a un buen judío y mejor ser humano. Como con las cuatro especies, necesitamos de los siete huéspedes.

En cada Kabalat Shabat pedimos a dios que extienda sobre nosotros la “sucá de su paz”: si bien esa paz parece depender de la voluntad divina, la metáfora de la sucá pone énfasis en lo precario. De esta manera el fuerte simbolismo de Sucot nos acompaña cada semana y en cada festividad.

Sucot, como Pésaj, son festividades particularmente cargadas de simbolismo. Ambas nos acompañan durante todo el año en la liturgia. Ambas son pilares de nuestra identidad. En este sentido, la idea de “reunir” adquiere aun mayor relevancia. Si en Iom Kipur cada uno rezó en su sinagoga, en su entorno y de acuerdo a sus costumbres, en Sucot, idealmente, todos debiéramos sentarnos bajo una misma sucá en un mismo momento. Como en la práctica esto es imposible, el valor simbólico de las cuatro especies y los ushpizin adquiere una relevancia mayor. Cada uno de nosotros representa una cualidad, una característica. Estamos todos sentados “bajo la sucá de la paz”.


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