El amor cuesta caro

altLa nueva mujer judía del milenio, ejecutiva y con chequera propia, ha logrado una posición social que le permite conseguir otro tipo de posiciones (kamasutradas) con guapos de catálogo. (Evite por favor esa mueca foránea en su rostro, querida lectora, porque en la ley de la atracción sexual, el que esté libre de pescados mantenidos, que tire el primer anzuelo). Es que el pez por la boca muere y la mujer muere por besar la boca varonil de un hombre que la acaramela con cuentos de mil y una noches.

Él surge  en medio de una fiesta nocturna, sale en cámara lenta detrás de una columna griega. Destila una belleza de Adonis y en su porte se adivina que en sus genes no hay rastros de herencia hebrea. No es miope, no tiene pecas, su nariz está más cerca de su cara que de la tuya. Su porte atlético  y ciertos reflejos solares en su cabello revela su afición al deporte aventura.

Entre el humo y la música surge sin previo aviso, como un fotograma escapado de la última Vogue. (“¿Vo guerés bailar gonmigo?” Pensás al verlo tan extasiada que te tiemblan hasta los pensamientos)

En su forma de mirar hay algo inquietante, de felino huérfano,  que mixa un poder salvaje con la lánguida mirada de un cachorro abandonado. Estos chicos que en general no superan los 30 años suelen frecuentar los lugares más top, que varían entre los boliches cool y los centros artísticos de alto nivel. Visten prendas de buena marca y un corte de cabello de estilista. En raras ocasiones cuentan con un gran talento. Pueden ser pintores, cantantes, músicos o poetas. Casi siempre tienen una historia trágica, un pasado oscuro y una interminable necesidad de ser rescatados. Si no la tienen se la inventan o la compran. Son hermosos por fuera y  débiles en sus emociones por dentro. Como un Ricardito. Estos cachorritos expelen tanta masculinidad que las damas al escuchar sus peripecias existenciales,  piensan mucho más en el tamaño de su intimidad que en el tamaño de su desgracia.

¿Quiénes sucumben a los encantos de estos niñatos resurgidos de algún lugar misterioso de la ciudad?

No las amas de casas desesperadas.
No las chicas que venden a 100 pesos ropa interior y sábanas de segunda calidad en las tiendas montevideanas.
No las cajeras de los supermercados o las promotoras de productos gondoleros.
No.

Son  las otras… las jewish superwoman modernas, las que esconden en su interior una heroína dormida.  Mujeres con un gran corazón, belleza y mucha culpa judía.  Esas que cuentan con los medios económicos para luchar por la justicia social. Son fuertes, seguras de sí mismas y hermosas a fuerza de gimnasio, dietas y una vida saludable. Estas chicas nobles de espíritu y luchadoras incansables son las víctimas más comunes de esta versión masculina de la Dama de las Camelias.

Lo que sucede  es que al camino involuntario de la subvención a estos pichones de gigolós se ingresa por la puerta de la piedad. La cuota que pagan estos varones son los beneficios de dormitorio. Como las acciones, ellos son activos para mantener el interés. Las madres observan con horror cómo sus hijas se presentan en las cenas de Shabat con estos muñecos metrosexuales, que les preguntan si el Guefilte Fish lo cocinó con aceite ecológico y si el knishe de papa no tendrá demasiada grasa trans.  Detrás de las velas la mirada de la progenitora lanza a su hija todos los lamentos de Job.

Pero los ojos de cordero del bombón necesitado superan cualquier reproche materno. Sin embargo, pasado el umbral de la compasión, lo que llega a la entrada del hogar son cuentas para pagar. Un buen día, sin saber cómo pasó,  estas damas se ven desayunando con un guapo de alquiler que mastica sus tostadas 0% grasa, y que viste sus bata rosa sobre su cuerpo olímpico y que le gastan todo el acondicionador de Kerastase.

Algunos meses después el cartero llama dos veces y debajo de la puerta el amor  estampa una metáfora que supera todas las imaginadas por Il Postino.

El sueño de heroína se traduce en una  tarjeta de crédito que al rojo vivo reclama un depósito urgente en efectivo. Derrotando el superpoder con la fuerza kriptónica de la realidad, el resumen de la cuenta exhibe los excesos que el amor devino… De vino, de pan, de hoteles, de trajes para él, de cines, teatros y  coches for rent.

Al adonis se le han terminado las tostada así como su tiempo de vivir de arriba y ante la exigencia de la mujer de contribuir con los gastos del hogar, se marcha dejando escrito en el vapor del espejo del baño: “ No soy yo, sos vos. P.D: Me llevé la crema depilatoria".

Al girar la cabeza está la madre de la chica en cuestión con una foto del hijo de Samy el contador, que también es contador y es soltero y tiene un apartamento propio, auto y ningún vicio. La idishe mame convertida en celestina extiende el número de teléfono del candidato, mientras pronuncia con reproche esa odiosa frase: “Te lo dije”.  

Con la capa remendada y la capa desafilada estas nobles damas descubren que rescatar a un hermoso hombre de las garras de la tragedia no tiene precio… para todo lo demás existe Master Card. 

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