Recuerdos, Yaffa Yarkoni

¿Cómo se construyen los recuerdos? Cuando uno recibe la noticia acerca del fallecimiento de alguien como Yaffa Yarkoni, aun cuando durante años nada se supo de ella, es como si fuera el fallecimiento de un vecino a quien uno ve a diario en la calle. Hay vecinos con quienes uno no habla, a veces difícilmente se salude con ellos, sin embargo sabemos que están allí, con sus rutinas que se cruzan con la nuestra. Sucede que en algún momento, por el paso inexorable de los años, ese vecino deja de salir, hasta que un día, muere. Siempre estuvo allí, y ahora ya no está, pero en nuestra percepción nada ha cambiado demasiado porque lo que queda es el recuerdo. Así pasa con la muerte de Yaffa Yarkoni: atravesó nuestra vida durante la niñez, contribuyó en la construcción de nuestra identidad como judío, sionista, e israelí, desapareció muchos años víctima del paso del tiempo, y ahora acaba de morir. Sin embargo, siempre estuvo y siempre estará.

Los recuerdos más emblemáticos de la Yarkoni son su pelo corto, su rostro angular y fuerte, sus grandes ojos, y sobre todo, su voz: ronca, profunda. De su hebreo poco puedo decir, me falta autoridad, pero representa una época largamente perdida, en que se hablaba un hebreo aprendido y cuidado, como una reliquia arqueológica hallada en una excavación que quiere volver a usarse, sin que se rompa; ese fue el milagro del Hebreo moderno, y Yaffa Yarkoni desde el escenario fue una de las tantas que contribuyeron a fortalecer el idioma. Fue la versión ashkenazi de su amiga y colega de origen yemenita Shoshana Damari. Para mí siempre representó mucho más Yaffa que Shoshana. Cuando escucho a ambas, una es virtuosismo y folclore; la otra es una tía que canta para mí mientras juego o miro un libro. Yaffa fue familia.

Cuando pienso en construcción de identidad (judía), ya sea desde un plano teórico y pretendidamente intelectual como en tumeser.com , o como dirigente comunitario en una escuela o congregación, siempre recurro a la misma expresión, cada vez más convencido de su certeza: identidad es inscribirse dentro de una narrativa; el día que dejamos de contar la historia, perdemos la identidad, nos convertimos, generación más o menos, en algo diferente. Yaffa Yarkoni escribió las primeras páginas de mi historia identitaria personal e íntima, del mismo modo que lo hizo el libro de ilustraciones bíblicas de Gustave Doré: desde Yaffa el lado sionista y heroico de aquellos años, y desde Doré las historias bíblicas que comenzaba a escuchar en la escuela.

Yaffa Yarkoni estaba recluida hace ya muchos años debido a su enfermedad. Hace unos años otro grande entre los grandes de la canción israelí, con apenas setenta años, ha pasado a recluirse en la privacidad de su vida: Arik Einstein. En algún momento las historias personales comienzan a apagarse. Lo maravilloso de la expresión artística es aquello que permanece. Muchas veces es por mérito artístico puro; pero en otras ocasiones se trata de haber estado y captado momentos determinados y fundamentales en la historia y haber sido un medio para expresarlos; y en otras ocasiones es ambas cosas a la vez. Yaffa Yarkoni no fue la mejor cantante con la mejor voz, pero su fuerza, su carisma, y su capacidad de elección e interpretación la han ubicado en el plano icónico de la cultura israelí y judía. Más allá de las reseñas periodísticas, ella, como María Helen Walsh, poblaron mi infancia y se quedaron para siempre.

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