Lo que realmente queremos escuchar de nuestros amigos

altReflexiones a causa de las declaraciones del pre-candidato Newt Grinwich en EEUU.

Un político que es un fiel amigo de Israel intentó probar su amistad negando la existencia de un pueblo palestino.  Esto y otras declaraciones “amistosas” similares son una evidencia no sólo de amistad sino también de lo que creen que el pueblo judío quiere escuchar.

¿Qué queremos escuchar? ¿Cuál es una conversación acerca de Israel que refleje nuestros valores y sensibilidades?  Me parece que ésta es una pregunta que demasiadas personas dentro de la comunidad judía han dejado de preguntar.  Deseamos señales de amistad y declaraciones de apoyo y parecemos haber olvidado cuestiones de sustancia, política y valores, principalmente nuestros valores como judíos.

No tengo ningún deseo de entrar a la refriega del debate, ni tampoco siento que sé quién de todos los políticos es mejor para Israel.  Lo que está claro es que la desilusión de Israel con sus amigos no se puede encontrar en la política exterior o militar sino en las deficiencias de las señales de amistad.
Queremos que el representante de un país tenga una amistad cálida y sentimental con nosotros y no lo que consideramos una relación s fría y calculadora.  Cuando los representantes de otros países nos dan múltiples señales, abrazos, y declaraciones nos hacen sentir queridos y que la seguridad de Israel está garantizada.   

Dados los peligros que Israel enfrenta regularmente y la importancia de amigos importantes que nos ayuden a triunfar sobre estos peligros, nuestro anhelo por consuelo y amistad es comprensible.  Sin embargo, esta necesidad no puede cegarnos a la importancia de preguntarnos: Quién queremos ser, qué futuro queremos para Israel, y de estas preguntas deducir la respuesta a qué queremos escuchar.  

Como judío, sé que mi identidad nacional es parte integral de mi fe y que mi patria está en la Tierra de Israel.  Creo que Israel es la patria del pueblo judío, es una representación de mis derechos nacionales.  Como democracia, Israel debe proteger los derechos de sus ciudadanos, incluyendo a otras minorías nacionales.  Estas minorías tienen derecho a una igualdad completa, un derecho que, sin embargo no entraña la habilidad de redefinir la identidad nacional del Estado mismo.  Mi compromiso con un estado palestino que viva al lado de Israel proviene precisamente de mi deseo de darles la oportunidad a los palestinos de expresar sus aspiraciones y a mi compromiso de asegurarme de mi habilidad de mantener a Israel como la patria del pueblo judío.

Como judío, sé que existe un pueblo palestino.  Digo, “como judío,” porque más allá del hecho de que hoy hay millones de personas que se definen como tales, el usar a la historia para negar la realidad presente es algo que los judíos hemos padecido una y otra vez.  De hecho la esencia de los esfuerzos actuales por quitarle legitimidad a Israel como estado judío se basa en el así llamado “dato” histórico de que el judaísmo es una religión y no una identidad nacional.  Como judío estoy obligado a vivir de acuerdo a la doctrina de Hillel – Lo que es odioso para ti no lo hagas a otros – y considerar a esta doctrina, como nos exhorta Hillel, la esencia de la Torá.
Como judío estoy obligado a luchar por la paz y a santificar toda vida como creada en la imagen de Dios.  Para mí, uno de los significados de Israel como estado judío es que es un país cuyas políticas constantemente luchan para crear un mundo en que estos valores puedan ser logrados.  Esta aspiración tiene prioridad, creo yo, a la santidad de la tierra, los derechos de los judíos de asentarse en su antigua patria, y hasta requieren, como sucede con todos los valores, correr riesgos.  En el mundo real, nuestro compromiso con nuestros valores se miden precisamente por los sacrificios que estamos dispuestos a hacer por ellos.  Paz y la dignidad de la raza humana no es simplemente una palabra para un ideal que espera a la era mesiánica sino un valor que es moralmente obligatorio para nosotros los judíos.  .

Como judío, sé que estoy obligado a defender la primacía de la vida humana y que este compromiso con la santidad de la vida comienza antes que nada con la nuestra propia.  Se me ha ordenado amar a mi prójimo como a mí mismo, un mandamiento que presupone el valor de mi vida.  En consecuencia, las cuestiones de seguridad y el derecho a la defensa propia son deberes morales.  Aunque la responsabilidad moral debe incluir una medida de altruismo, no puede serlo a expensas de una sana percepción del yo.  La habilidad de Israel de defenderse y proteger a sus ciudadanos y de vivir, no sólo dentro de fronteras seguras sino con vecinos cuyo compromiso a tratados de largo plazo es confiable, son derechos evidentes por sí mismos y valores judíos.    

Éstas son las cosas que sé, los cuatro principios que he aprendido de mi tradición y los valores sobre los cuales está basado el estado judío.  Aunque quiero saber que no estoy solo y que tengo verdaderos amigos, lo que quiero de mis amigos es más que un abrazo.  Lo que espero de mis aliados políticos es que muestren si sus políticas comparten estos valores y como pueden ayudarme a realizarlas.

Somos un pueblo fuerte, e Israel es un país fuerte.  Nuestra fuerza se mide en nuestra habilidad para defendernos, en los amigos que nos apoyan y en los valores y la justicia tanto de nuestras aspiraciones como de nuestras políticas.  A nuestros amigos en el liderazgo político les pido que reconozcan esto y que hablen conmigo acerca de ello.  Esto es lo que realmente quiero escuchar de Uds.  Esto es lo me da a mí y a mi nación esperanzas de un futuro mejor.

Fuente: www.haaretz.com
Traducido y adaptado por Ría Okret

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