Segunda vuelta para elegir Presidente

Minorías y mayorías, muestra de una democracia
Que muestra orgullosa su vitalidad y su fortaleza.

Noviembre del 2009 es un mes especial para los uruguayos. Especial y algo extraño, toda vez que uno piensa que estamos a muy pocos días de la realización de la segunda vuelta electoral que habrá de definir al jefe del Poder Ejecutivo y quien habrá de encabezar la línea sucesoria en el cargo y jefe del Parlamento. Para decirlo poco más sencillo, el último domingo de noviembre se estará eligiendo Presidente y Vicepresidente, cuyos mandatos se extenderán por los próximos cinco años. Lo especial es precisamente eso: que estamos de elecciones, en un sistema electoral algo extenso, pero que forma parte de nuestra idiosincrasia. Lo “algo extraño” es que el ambiente electoral, a nivel de la población, parece que tras la jornada del último domingo se ha diluido y que la contienda electoral ha quedado, por ahora, hasta las dos últimas semanas, a una cuestión privilegiada de los cuadros militantes de los partidos políticos en puja…y ni tanto.

LOS RESULTADOS DE OCTUBRE

Las elecciones de octubre marcaron algunas cosas claras: 1. El Frente Amplio, partido gobernante, sigue siendo la mayor fuerza política con apenas algo menos del 50% de las preferencias, habiendo ganado en todos los barrios de Montevideo y en todos los departamentos que son claves en la dinámica económica del país (Montevideo, Canelones, San José, Colonia, Soriano, Río Negro, Paysandú, Salto, Florida, Maldonado, y Rocha); 2. El Partido Nacional votó muy por debajo de las expectativas, no ya de una empresa de opinión absurda, MPC, sino de las encuestadoras profesionales y de alto valor ético en el ejercicio de su actividad. Aunque retuvo su condición de segunda mayor fuerza política, el resurgir del Partido Colorado devino en una disminución importante del peso electoral del nacionalismo que mostró mayor energía en las elecciones internas que en la instancia decisiva de octubre; 3. El Partido Colorado, en particular, el sector liderado por Pedro Bordaberry ha logrado revertir la caída electoral. No obstante ello, su peso electoral está por debajo de la media histórica y se mantiene en un tercer lugar. Y aunque en la interna la distancia entre Vamos Uruguay y el resto del coloradismo aparecía como muy importante, a la hora de la asignación de los escaños en el Senado, el sector de Bordaberry ganó 3 y el Proba, la recomposición de los sectores batllistas de Sanguinetti y Batlle, lograron 2. Recordemos que en las elecciones internas Bordaberry representó el 72% del electorado colorado, contra el 26% de lo que posteriormente sería el Proba. El resumen de octubre muestra que en términos electorales, Batlle y Sanguinetti recompusieron su posición, aunque más no sea levemente (3 a 1 en junio, 3 a 2 en octubre).

CELEBRACION Y DIGESTIÓN

Así las cosas, la noche del último domingo de octubre también fue especial y extraña. El Frente Amplio ganó de manera contundente, pero el sistema electoral obliga a una segunda vuelta a falta de unos pocos miles de votos. La multitud frenteamplista salió a las calles, con alegría y también con una resaca pesada para contraponer a la victoria: los esfuerzos por anular la ley de caducidad fracasó a pocos pasos de la orilla. Tampoco, y por mucho, no alcanzaron los votos para consagrar el voto consular en el Uruguay. Esa alegre tristeza fue inocultable: La izquierda necesitó unos días para digerir esas malas noticias. El mal trago, por supuesto, no le impidió mostrar su espíritu aplomado, fogeado en duras experiencias de resistencia a la dictadura, y de batallas electorales apasionadas.
El Partido Nacional celebró. Para las delegaciones de los medios de comunicación que llegaron del exterior el fenómeno les pareció un tanto extraño. Celebraban la posibilidad que les abría el acceso a la pelea por la presidencia en una segunda vuelta, y aunque la brecha entre primero y segundo fuera importante. En esas horas, parecía que el Frente no alcanzaba mayorías en las Cámaras, hecho que después de varias horas y días se dilucido en sentido negativo para las expectativas nacionalistas.
Lacalle es un político acostumbrado a la adversidad. Su mejor espíritu rebelde lo luce en esas circunstancias. Así ha sido en el pasado y a eso apuesta ahora. En eso está, buscando el ángulo para reforzar sus dardos, sus cuestionamientos y sus apuestas. Pero no las tiene todas consigo. El Partido Colorado tiene, más allá de si ha sido consensuada o no, dos posiciones o dos estrategias. Por un lado, las históricas figuras de Sanguinetti y Batlle que han salido a dar pelea en apoyo a la fórmula Lacalle-Larrañaga. Se han mostrado en intensidad, como duros lanceros de un expresidente que está dispuesto a recorrer todos los campos de batalla que se presenten. Pero Pedro no aparece del mismo modo. No ha sido esquivo. En la primera hora postelectoral de octubre anunciaba que él personalmente habría de votar por Lacalle porque puesto a elegir entre dos, el nacionalista le infundía más confianza. Pero no hizo ni hace campaña por la candidatura. Ni esquivo, ni poniendo en riesgo su nuevo capital político…lo cual es obvio y comprensible.

LA BATALLA NTRE MINORÍAS Y MAYORÍAS

Cuando ya faltan pocos, muy pocos días, para dirimir la contienda electoral, no parece que en las calles se vibre con la misma intensidad que en los comandos electorales, en los ámbitos de militancia comprometida. Los espacios públicos no han sido invadidos por los militantes de una o de las dos fórmulas presidenciales. El ambiente está cauto, quizás esperando que, para aplicar un lenguaje turfístico, “los competidores doblen el codo y enderecen ya en la recta final”.
Hay quienes interpretan que el hecho de que el Frente Amplio haya alcanzado mayorías en las dos Cámaras vacía de contenido la segunda vuelta electoral o peor aún, la torna imprudente ante el solo riesgo de pensar de que existiría la posibilidad de que se instale un Poder Ejecutivo con absoluta minoría en ambas cámaras. Quienes así opinan tienen muy presente que Lacalle una y otra vez ha dicho que en su gobierno, del que ya ha pasado cierto tiempo, nunca tuvo mayorías parlamentarias. Eso en 1999 lo veía como una contrariedad y así lo decía con claridad argumental. En efecto, el 10 de noviembre de 1999, entrevistado por Emiliano Cotelo, Lacalle argumentaba que “una de las razones para no votar al doctor Vázquez [es que] no puede asegurar una mayoría parlamentaria que sí tiene el doctor Batlle. Ese argumento es claramente determinante para que mucha gente no lo vote, porque genera incertidumbre, inseguridad, interrogantes, acerca de lo que podrá hacer”.
Quizás ese razonamiento sea hoy, nuevamente, compartido por muchos uruguayos que observan el final del largo proceso electoral uruguayo. Vueltas de la vida, ese mismo argumento es el que manejan con mayor contundencia varios dirigentes del Frente Amplio. Pero los dados no están echados. Falta, y por tanto hay que esperar a que el soberano se pronuncie. Lo que hoy sabemos es que hay una fuerza política a la que la soberanía le ha dado mayorías parlamentarias. El domingo último de noviembre sabremos si el Presidente corresponde a esa misma fuerza política, o si el Presidente representa a la minoría del Parlamento. En uno y otro caso, la democracia uruguaya muestra su vitalidad y su fortaleza, algo de lo que los uruguayos todos, minorías y mayorías, nos podemos sentir plenamente orgullosos.



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