El debate sobre Shalit hace honor al público israelí.

Los filósofos en Oxford y Princeton están debatiendo acerca del peso del riesgo de la inminente muerte de un individuo en particular en relación con el riesgo de la eventual y futura muerte de muchos cuya identidad desconocemos; aquí (en Israel) este asunto es una realidad y toda la nación lo confronta.

El acuerdo para la liberación de Guilad Shalit es un test de madurez muy difícil que Israel ha enfrentado. Más difícil aun que las protestas de las carpas (los “indignados”). Ninguno de estos exámenes de ingreso ha sido calificado todavía, pero demuestran un profundo proceso de maduración en Israel.

A través de la moderación y sofisticación de la protesta civil y el coraje cargado de emoción que significó el acuerdo Shalit, Israel ha demostrado su habilidad para conducirse en la forma apropiada como pocos otros países, sino para erigirse como uno de las más equilibrados y racionales entre sus semejantes. Por cada matón que difunde el slogan del precio pagado y enciende mezquitas, hay miles de personas que no sólo piensan sino que actúan democráticamente. El gobierno de Israel enfrenta ahora una opinión pública plural que se expresa con propiedad. Más allá de sus opiniones acerca de asuntos controversiales, hoy los israelíes son la sociedad civil más activa y comunicativa del mundo.


Por supuesto, el affair Shalit ha despertado fuertes emociones, pero son los aspectos racionales de la discusión los más fascinantes. Tanto aquellos que apoyan la liberación de unos mil malvados terroristas a cambio del regreso de un soldado como sus oponentes tienen argumentos de peso. Un poco a la sombra de la tormenta de emociones que a veces bordea la incitación, hay de hecho un debate moral real en curso. Como es la costumbre en este tipo de debates en la historia de las ideas, ambos bandos están diciendo cosas sensatas. Hillel y Shamai, Emanuel Kant y John Stuart Mill encajarían perfectamente en esta disputa de principios.

Como partidaria del intercambio por razones fundadas en la filosofía del contrato social y la tradición civil y republicana, tengo gran respecto por aquellos que se opusieron al acuerdo basados en razones derivadas de otras perspectivas filosóficas. Ambos lados pueden apoyarse, por ejemplo, en la escuela utilitaria. ¿Cuál es el resultado correcto: las víctimas del futuro o la solidaridad social? Cuál es el status del individuo: un ladrillo en la pared o el centro de la sociedad – no hay una respuesta correcta. Una profunda polémica de muchos participantes arrojará mejores decisiones

Este es, más o menos, el cometido de los sabios de la Mishna y los eruditos de la Guermara, de Marco Tulio Cicerón y John Stuart Mill. Los filósofos en Oxford y Princeton están debatiendo acerca del peso del riesgo de la inminente muerte de un individuo en particular en relación con el riesgo de la eventual y futura muerte de muchos cuya identidad desconocemos; aquí (en Israel) este asunto es una realidad y toda la nación lo confronta. Podemos esperar con fundada esperanza la llegada de filósofos israelíes que escribirán nuevos capítulos en la teoría de la moral en base a los tremendos problemas de justicia en nuestras vidas.


Eso sucedió en la antigua Atenas y en la temprana Inglaterra moderna. En los albores del siglo XXI la situación en Israel también requiere de la filosofía en su sentido más urgente, vital, y vívido. De la misma forma que sucedió en Grecia e Inglaterra en su momento, es una filosofía todavía manchada con restos de sangre y barro, pero aun así crítica y razonada.


Tantas asuntos se juntan aquí: ¿cuál es el peso relativo del individuo y el colectivo? ¿Por qué debería uno morir y no conceder, y qué debería uno conceder y no morir por ello? ¿Qué es derrota y qué es triunfo? Más tantas asociaciones: “¿soy el guardián de mi hermano?”; “no sea que las hijas de los incircuncisos triunfen”; y la contradictoria dicotomía de Zeev Jabotinsky: primero hubo una nación y primero hubo un individuo.

Ya no estamos preocupados acerca de “no decirlo en Gat”. En este caso lo hemos dicho en Gaza y así como las alegres hijas de los triunfantes filisteos salen a bailar alrededor de sus héroes-asesinos, aquí en Israel la alegría se mezcla con la tristeza, con ansiedad, y aun así con un orgullo tranquilo y medido. El desacuerdo en su seno ha sido, en sí mismo, un diploma de honor para la sociedad israelí. Aquí también el principio de la discusión circular funcionó.


Es muy importante que nuestro debate resuene en los medios internacionales y en las “calles de Ashkelon”. En su mejor momento, es un debate profundo y creativo. Las cuestiones de vida y muerte también son casi siempre decididas aquí, en Israel, por la lengua en la cabeza más que por la punta de la espada. Esta es, de hecho, una respuesta bastante buena a la pregunta acerca de quién ha triunfado en esta asunto del acuerdo.


Fania Oz-Salzberger es israelí, escritora e historiadora. Ejerce como profesora en la Universidad de Haifa y en la Universidad Monash. Es hija del escritor Amoz Os.

Fuente: Haaretz
Traducción: Ianai Silberstein

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