Obesidad: la epidemia del siglo XXI

“Aborreced los alimentos perjudiciales como aborrece una persona a quien quiere asesinarla”. (Maimónides)


La obesidad es una condición dañina para la salud, que se identifica por un acrecentamiento excesivo de la grasa corporal, originado por un balance energético positivo continuo en el tiempo. En cuantiosos países, la prevalencia de obesidad se ha acentuado notablemente, debido a cambios sociales que han llevado a una mayor disponibilidad de alimentos, así como un progresivo declive de la actividad física. La obesidad asienta un factor de riesgo frente a multitudinarias enfermedades crónicas, siendo una condición susceptible de experimentar un alivio a través de la alteración ordenada de hábitos de alimentación y actividad física. El Instituto Mexicano del Seguro Social y la Confederación Nacional de Pediatría de México venían advirtiendo desde hace diez años del crecimiento de esta epidemia.

Aproximadamente mil millones de personas en el mundo sufren de sobrepeso y trescientos millones obesidad. Al inicio del nuevo siglo el diagnóstico de sobrepeso y obesidad para los mayores de 18 años alcanzó 60 por ciento de la población total de México. En los últimos diez años el número de personas adultas con sobrepeso pasó de 61 a 70 por ciento, en niños en edad escolar pasó de 18.6 a 26 por ciento, mientras que el porcentaje para los adolescentes que no han llegado aún a la mayoría de edad pasó de 28.5 a 32.5 por ciento. Durante los últimos sesenta años el porcentaje de obesidad en adultos mayores en México subió de 15 a 77 por ciento de la población, mientras que en niños pasó de 5 a casi 30 por ciento en el mismo lapso de tiempo.

Por lo anterior, el legislador urgió reformar la Ley Federal de Radio y Televisión, con el objetivo de que se considere como engaño o abuso en la publicidad casos donde se omita que el consumo de determinados productos es nocivo o atente contra la salud, principalmente aquellos dirigidos a la población infantil. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha proyectado a los países latinoamericanos en una media de obesidad para 2015, en donde México se ubica y mantiene como una de las naciones con el porcentaje más elevado de población excedida de peso.

Tan sólo para el IMSS, los gastos en atención a pacientes con diabetes representan el 34 por ciento de su presupuesto, y de acuerdo al estudio “Impacto Financiero de la Obesidad y el Sobrepeso en México, 2000-2017”, realizado por la Secretaría de Salud.

La dieta kosher tiene un objetivo religioso, pero está probado que sus pautas conllevan a una alimentación saludable. Pero, ¿es esta dieta efectiva para bajar de peso? Realmente cualquier dieta que limite la cantidad de grasas (sobre todo de origen animal), la ingesta de dulces y productos de la bollería industrial y a la misma vez potencie el consumo de verduras y frutas, será útil para bajar de peso y mantener una alimentación sana. Muchas veces resulta, que los descubrimientos nuevos, estudios médicos y científicos ya se encontraban en las enseñanzas que el gran sabio y rabino Maimónides. En uno de los libros de Maimónides podemos descubrir las leyes o reglas que nos departen acerca de cuáles son o cual es el modo considerado de alimentarlos y el poder mantenernos sanos. Existen normas pormenorizadas sobre dietas que no contienen harina blanca y por supuesto nos habla de la obesidad.

Maimónides nos advierten de ello y dice al respecto: “la conservación de la salud se basa en dos normas que son: no comer mucho y no dejar de hacer ejercicio”. Escribió que “el comer en exceso es como un veneno mortal para cualquier tipo de constitución corporal, y es la principal causa de todas las enfermedades”.  La idea que comer demasiado es perjudicial y que provoca enfermedades es una constante dentro de los tratados médicos, llegándose a recomendar la dieta o el ayuno como medio de tratar la enfermedad. Sin embargo, en ninguno de los tratados consultados se encuentra que se indique ni que se cuantifique mínimamente la cantidad de alimento que ha de ser ingerido.

La cantidad se establece a partir de la idea de que la pesadez del estómago es lo que indica cuando uno debe de dejar de comer. Se advierte también de no comer hasta saciarse, pues si se llena el estómago, este se dilata y pierde su fuerza provocando una mala digestión. Si la cantidad de alimento es la adecuada, la digestión será perfecta y los órganos realizaran bien su función y se conseguirá un buen estado de salud. En caso contrario, los alimentos sobrantes se convierten en sustancias nocivas que enferman el cuerpo. Maimónides puede considerarse como el padre de las dietas disociadas. Opinaba que ciertos alimentos no podían comerse juntos, y especifico con detalle que alimentos se podían mezclar y cuales había que comer separadamente. Por ello recomendaba por ejemplo la dieta de cereales integrales como fundamento de una nutrición correcta. De forma muy explícita prohibió comer harina refinada y comentó que “después de la molienda, se puede hacer visible partes productoras de acidez […]. El pan debe de estar hecho de grano entero sin pulir ni refinar”.

Indica Maimónides en la sección Pensamientos de su obra Mishné Torá: “...todas las enfermedades que sufre el hombre, o al menos la gran mayoría, son consecuencia de una alimentación deficiente o desmesurada”. Consecuente con ello, el ilustre cordobés recomendó a sus hijos, en su testamento: “Aborreced los alimentos perjudiciales, como aborrece una persona a quien quiere asesinarla”. Del mismo modo nos dejó una sabia sentencia, cada vez más olvidada en un mundo de gran desarrollo tecnológico: “El médico sabio no cura con medicamentos mientras pueda hacerlo con una dieta adecuada”.

Numerosas investigaciones han afirmado las propiedades saludables de la dieta mediterránea, que consiste en un estilo de vida basado en una dieta equilibrada y variada en la que predominan los alimentos obtenidos de los cultivos tradicionales de esta zona geográfica bañada por el mediterráneo. Lo importante de la dieta mediterránea radica en la variedad de alimentos, y sobre todo,  bajo contenido en grasas saturadas de muchos de los alimentos que la componen. Las enfermedades cardiovasculares son, actualmente, el primer problema de salud de la población en la sociedad y están causadas por los hábitos alimenticios que se han adoptado en los últimos años, dando prioridad al consumo de carne y productos lácteos en detrimento de alimentos denominados mediterráneos, como son los vegetales, el arroz, el aceite de oliva, cereales, pescado y el vino (en pequeña cantidad). Esta dieta aporta vitaminas y minerales indispensables para el buen funcionamiento del cuerpo humano y su ausencia puede provocar todo tipo de problemas de salud.

Sin el empleo de programas de intervención para impedir la predisposición creciente de la obesidad infantil se corre el riesgo de acrecentar el costo y el sufrimiento humano para las generaciones futuras. Los datos internacionales demuestran que los programas educativos para optimizar la nutrición y la actividad física se están transformando en una necesidad urgente. La obesidad infantil se asocia con diabetes mellitus tipo 2; es la principal fuente de la hipertensión pediátrica; incrementa el riesgo de enfermedades coronarias e intensifica la tensión en articulaciones que soportan peso. Otras asociaciones descritas son la deficiencia de hierro, trastorno respiratorio del sueño y disminución de la calidad de vida.  Los problemas sociales y psicológicos son también significativas consecuencias de la obesidad infantil con baja autoestima y sus efectos en relación con sus compañeros.

La obesidad en adultos está asociada con el exceso de mortalidad y el exceso de enfermedad coronaria, hipertensión, hiperlipidemia, diabetes mellitus, la enfermedad de la vesícula biliar, algunos tipos de cáncer y la osteoartritis.

La posible relación entre la obesidad juvenil y la total de tiempo destinado a ver televisión ha atraído especial atención. Varios estudios, pero no todos, han mostrado que el riesgo de estar obeso está fuertemente relacionado a ver televisión. A pesar de la relación supuestamente enérgica entre ver televisión y la obesidad juvenil, existe poca o no hay relación alguna entre la cantidad de tiempo viendo televisión y el gasto de energía total por día. Sin embargo, aunque los datos de la población general demuestran que no ha habido una acentuación nueva en el consumo de energía, es posible que uno de los efectos del tiempo excesivo viendo televisión sea el consumo alto de comida rápida y otros productos ricos en energía en esta población de telespectadores, tal vez debido al gran número de anuncios relacionados con alimentos en los programas de horario estelar.

Los cambios específicos que acompañan a una mayor actividad física dependen de la naturaleza de la actividad así como de cualquier cambio en la dieta. Por ejemplo, para gastar cantidades razonables de energía metabólica, un niño deberá dedicarse a actividades de tipo aeróbico tales como juegos en equipo y caminata vigorosa, patinaje o natación. Una actividad que dure 45-60 min puede producir un gasto energético de 200-250 kcal. A diferencia de los adultos, los niños rara vez se esfuerzan por ellos mismos meramente por los beneficios de salud del ejercicio. Necesitan una gratificación inmediata de la actividad, la cual, por lo tanto, debe tener elementos agradables. No se puede poner demasiado énfasis en este aspecto. Además, es más probable que ocurra el mantenimiento a largo plazo de los beneficios de un programa si las actividades son de una naturaleza de “estilo de vida” más que una intervención reglamentada de ejercicios.

La adquisición de hábitos que contribuyan a un estilo de vida saludable debe iniciarse y afianzarse en la edad escolar donde la receptividad del individuo es mayor. A esta tarea contribuyen el entorno familiar y de amistades y el contexto escolar donde la labor educativa de los docentes adquiere una gran importancia. Un hábito que produce bienestar que es adquirido durante la niñez, es difícil que sea abandonado durante el resto de su vida.






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