Días “Terribles” o Reverenciales: Necesitamos menos temor y más acción.

Hay quienes creen que la finalidad de Iom Kipur (Día de Expiación), como su nombre lo atestigua, es meramente obtener expiación por nuestros pecados, recalibrar nuestra postura ante Dios. Son llamados “días terribles” porque nuestro destino es puesto en la balanza: quién vivirá y quién morirá. Para obtener esta expiación ayunamos y rezamos por perdón.

Sin embargo, el problema con esta aproximación es que, más allá del apego a las leyes y prácticas de los días sagrados no requiere nada más de nosotros. En lugar de procurar cambiar nuestra conducta estamos satisfechos con anhelar la expiación. El viejo año se desliza hacia el nuevo y todo sigue igual. Sobra el miedo en estos días, pero hay poca acción. En lugar de servir como catalizador para el cambio, las Fiestas muchas veces se convierten en una línea de defensa para un statu-quo, una defensa construida en la idea de expiación misma. La crítica de Isaias contra su generación, que se quejaba ante Dios, “¿Por qué, cuando ayunamos, Tú no lo viste? s, ¿Tú no percibiste cuando hambreamos nuestros cuerpos?”(Isaias 58:3), todavía resonando  y tiene un nuevo significado.

¿Cuál es la causa de este continuo fracaso? Creo que podemos encontrarla en el hecho de que la idea de expiación tiene dos significados claros, y desafortunadamente le damos preferencia al más conveniente y fácil. La expiación puede ser vista como un fin en sí mismo o como un medio por el cual uno habilita un nuevo principio. Como un fin en sí mismo la meta es cambiar las consecuencias de la conducta pasada y no la conducta en sí misma. Es Dios quien expía los errores cometidos y los borra de la ecuación. Iom Kipur como un fin tiene como meta recalibrar el mundo, una especie de “reiniciación” del mundo. Como un fin en sí mismo habilita al hombre a comenzar de vuelta desde el mismo lugar y esperar nuevamente por el próximo Iom Kipur con su prometido “nuevo comienzo”.

Por otro lado, la expiación puede verse como un medio. Su importancia deriva precisamente del hecho de que tiene la capacidad de habilitar y servir como catalizador del cambio y la renovación. Uno de los mayores obstáculos que impiden el cambio de nuestra conducta es la dificultad en creer que somos capaces del mismo. Quedamos embretados en la mediocridad y el statu-quo porque a menudo creemos que estamos regidos por el pasado y que éste nos define en el presente y también lo hará en el futuro. La idea de expiación puede servir de aliada del statu-quo o como vehículo para liberarnos del mismo. Un ser humano que logra la expiación puede desaprovechar este momento de gracia repitiendo las faltas del pasado, o puede usar la expiación para reforzar la creencia de que el pasado no necesariamente define quienes seremos en el futuro. Quien recibe la gracia de la expiación recibe la chance de reformular su vida; la cuestión es si usará esta gracia o “regalo” o la desperdiciará creyendo que la expiación como fin en sí mismo es suficiente.

La tradición rabínica entendió tanto el desafío como el peligro de la idea de expiación. Consecuentemente, reguló que Iom Kipur expía sólo cuando está acompañado de “Teshuva” (Mishneh Yoma 8:8). Son verdaderamente Días Terribles porque son días de ajuste de cuentas no meramente con Dios pero sobre todo con nosotros mismos y en relación a nuestras vidas. Esta noción de ajustar las cuentas nos exige ir más allá de la experiencia de miedo que rodea estos días y embarcarnos en una nueva dirección para nuestras vidas.

Para lograrlo, sin embargo, no podemos solamente rezar; debemos internalizar el concepto central que llena un rol fundamental en los rituales de los “Días Terribles”, “jatanu”, “hemos pecado”. El propósido del ritual de confesión, “Al Jet”, no es remover nuestros errores de ante los ojos de Dios, sino ponerlos delante de nuestros ojos. Sólo como seres humanos que reconocemos nuestras limitaciones y nos despojamos del aura santurrona podemos reconocer la necesidad y la responsabilidad de cambiar.

No es simple ser judío porque estamos obligados a perseguir la excelencia y vemos en la vida mediocre una contradicción con nuestra identidad. No podemos darnos el lujo que acompaña la percepción de expiación como fin en sí mismo. Debemos ver cada faceta de nuestra vida, interna y externa, colectiva e individual, y desafiarnos a pensar de una forma renovada. Debemos reconectarnos con nuestros valores e ideales y encontrar nuevas formas para que ellos guíen nuestra vida individual y nacional.

Que estos “Días Terribles” sirvan de fundación espiritual y ancla moral para nuestra renovación como pueblo. Que realmente creamos en nuestro potencial para la renovación y que esta creencia dé a luz nuevos niveles de aspiraciones, sueños y acción. Que sea un año de salud, felicidad y Paz. Shana tova.


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