Una respuesta al unilateralismo palestino: un tiempo para liderar.

Volvemos a sentir lo mismo. En lugar de habilitar una nueva normalidad como Herzl había soñado, la realidad de Israel parece corresponder a las viejas estructuras a las que nos habíamos acostumbrados durante nuestro largo exilio - nosotros y ellos, alineación, soledad, y peligro. Cierto, los jugadores han cambiado y algunos de los que fueron nuestros grandes enemigos son ahora nuestros amigos. Pero una nueva generación ha surgido más que dispuesta a ocupar el lugar - Irán, Hezbollah, Hamas, el terrorismo islámico, y ahora incluso el gobierno turco y algunas de las voces populares surgidas de Turquía y Egipto se ajustan a la estructura que tan bien conocemos.
En algunoos de nuestros círculos la tristeza va de la mano del alivio de por lo menos volver a lo viejo conocido, acompañado a veces por el “yo te dije”. Conocemos este mundo y esta realidad y por lo menos podemos pretender que es diferente, que podemos hacer algo para cambiarla, que en realidad ella es una parte importante del destino de nuestro pueblo.

Es a través de esos mismos cristales que muchos de nosotros estamos viendo el planteo unilateral palestino por un estado en la ONU. Desde el lugar donde nació el reconocimiento a la soberanía judía y la autoridad internacional que reconoció los derechos y la legitimidad de un hogar nacional para el pueblo judío, la ONU ahora ofrece un consenso permanente unido contra los intereses de Israel e incluso su legitimidad.

El desafío fundamental que enfrentamos hoy como pueblo es cómo responder, cómo vivier con esta realidad existencial que tan bien conocemos. ¿Conociendo tan bien nuestro pasado de exilio, respondemos como tales o como un pueblo con soberanía? Si fuera como esta última opción, ¿expresamos nuestra soberanía y poder?

Para algunos, siendo una reafirmación del odio sobre el cual no tenemos control, la experiencia de impotencia alimenta la furia que legitimiza la pasividad. Como no somos responsables de nuestro aprieto, no queda otra alternativa que reforzar nuestra defensa, sea con el apoyo del ejército israelí o el congreso de los EEUU. Si nuestro poder soberano ha de ser usado entonces será en forma punitiva, a través de sanciones unilaterales contra la Autoridad Palestina si ellos persisten en su movida unilateral hasta el final.

La preponderancia del odio y la inminencia del peligro otorga a esta posición no sólo legitimidad sino un lugar en el corazón de muchos de nosotros como judíos. Pero cometemos un profundo error cuando nos detenemos en ese punto. Si una realidad es evitable o no es una cuestión. Lo que hacemos con ella es una segunda cuestión, y ahi yace la gran diferencia. Mientras que podemos ver la realidad de Israel a través de la familiar perspectiva de la narrativa del exilio, no somos ya una nación en el exilio, y el don de la soberanía y el poder provee nuevas oportunidades y recursos a los que podemos recurrir. La cuestión es si vemos nuestra realidad como parte de la narrativa del exilio, o si nos vemos todavía como parte de esa misma narrativa.

Sería maravilloso si todos nuestros conflictos fueran resueltos en la mesa de negociaciones y el unilaterlasimo fuera visto como una afrenta a la amistad y verdadera sociedad. Pero ese no ha sido nuestro destino. ¿Qué hacemos entonces? Un pueblo soberano lidera. Lucha por su destino. Nunca renuncia  a la esperanza, a la vez que nunca se permite la ingenuidad alimentada por aquellos que niegan la realidad u olvidan el pasado.


Tomemos por ejemplo la resolución palestina. Puede ser votada y aprobada por una abrumadora mayoría. O puede ser postergada como resultado de esfuerzos de último minuto de nuestro aliado EEUU y nuestros amigos en Europa. En realidad, ya no importa. Es hora que este hecho se incorpore a la consciencia de Israel y sus aliados. La movida palestina, aprobada o no, ha puesto el asunto del Estado Palestino en oposición a la ocupación israelí en el centro del escenario, y refocalizado la atención del mundo en el status de nuestras negociaciones en el futuro cercano. De muchas maneras, si los palestinos se convencen de postergar su movida, será al costo de aun más presión sobre Israel.




“Ellos” seguramente nos odian genuinamente. Pero no hemos perdido nuestra habilidad de navegar en aguas turbulentas. Parecería que hubieramos perdido nuestra determinación. Parecemos conformarnos con nuestros esfuerzos en ignorar la inevitabilidad del Estado Palestino y a convocar encuentros judíos donde nos hablamos a nosotros mismos y lamentamos la injusticia. Es tiempo de despertar la consciencia de soberania y liderar. Es tiempo de declarar que el Estado Palestino también es un interés israelí siempre que sea acompañado con paz y seguridad. Es hora de reconocer que este estado palestino requerirá compromisos significativos e incluso peligro en lo que hace a nuestra noción de fronteras defendibles. Es tiempo de admitir y declarar de una vez y para siempre, claramente, que la concreción de nuestros derechos sobre toda la tierra de Israel no puede ser expresada en su totalidad si no permitimos que los derechos de los palestinos se expresen también. No sólo no debemos tener intención de extender los asentamientos sino reconocer y declarar que muchos de ellos no tienen futuro y que el interés político y moral de Israel y el pueblo judío es desmantelarlos.

La verdad es que ninguno de nosotros sabe si tales declaraciones o políticas serán de ayuda. Los palestinos tienen que estar de acuerdo en terminar el conflicto, reconoces a Israel como el hogar del pueblo judío, combatir el terrorismo tanto en sus calles como en sus libros de texto, y de una vez por todas renunciar a sus aspiraciones de volver a las fronteras anteriores a 1967.

Sin embargo, la incertidumbre no es excusa para la pasividad, sino el impetu para la acción. Reconocer esto es reconocer que si bien muchas cosas son iguales, muchas otras no lo son. Si nuestros enemigos no han cambiado, nosotros sí lo hemos hecho. Es tiempo de dejar de contar las injusticias, ennumerar todo lo que es injusto, repetir una y otra vez que no es nuestra culpa. Es tiempo de asumir la responsabilidad de nuestro destino; un destino no impuesto sobre nosotros, sino que refleje lo que queremos ser. Es tiempo de terminar con el lamento derrotista. Es tiempo de detener el miedo paralizante y conectarnos con la realidad de Israel y el don de la soberanía. Reclamar nuestro legítimo lugar en la mesa de negociación: el lugar del lider.

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