Una maratón que pone a prueba nuestra fuerza y sabiduría

La historia judía ha sido siempre una amalgama de dos temas bien diferenciados que compiten por nuestra atención, la lealtad y la preocupación por el prójimo.  La riqueza de nuestra historia es debida en gran medida a que no estamos dispuestos a permitir la victoria de una de las posiciones.

La idea de que nuestro destino sería construido en torno a dos temas ya se encuentra en el Libro de Génesis, en el cual se ofrecen imágenes muy distintas de nuestro pueblo.  En una, se nos compara con la arena en la orilla del mar, y en la otra, a las estrellas en el cielo.

Desde el momento en que Abraham comenzó su viaje, un viaje muy distinto al de las culturas que lo rodeaban, la supervivencia judía se convirtió en un problema.  Requirió que los judíos a lo largo de nuestra historia tuviéramos una fuerza de carácter y una voluntad férrea para resistir las presiones, dificultades y peligros que parecían acecharnos perpetuamente.

Para sobrevivir, tuvimos que ser como la arena, que a veces puede ser avasallada pero al final es capaz de desviar las olas del peligro y la crisis. Como arena no podemos permitirnos el lujo de la ingenuidad.  Aún en momentos de calma, cuando todo parece sereno y en paz, sabemos que en alguna parte y alguna vez, las olas volverán.  Y aún si cada uno de nosotros por sí solo es insignificante como un grano de arena, juntos constituimos una fuerza que no cede.


Después de meses de calma este tema en nuestra historia ha vuelto a nuestra sociedad.  Con un acto terrorista seguido por un aluvión de misiles sobre nuestras ciudades, se nos  recordó otra vez que aunque podamos anhelar la paz y la normalidad, este sueño no se ha convertido todavía en nuestra herencia.  El terror más que un simple ataque a nuestros ciudadanos es una prueba de nuestra voluntad.  Aunque nuestro poder sobrepase con creces el de todos nuestros vecinos y el de los terroristas que buscan dañarnos, no puede darnos la seguridad que merecemos.  En una guerra asimétrica se puede ser victorioso cuando se reconoce no sólo el don del poder sino también sus límites.  Es necesario usar el poder con sutileza y precisión milimétrica, en conjunto con la fuerza de voluntad.  Es una maratón y nuestra prueba es encontrar la fuerza y la sabiduría para sostenernos en el tiempo.

Sin embargo, nuestro desafío es no ser meramente como las arenas en la orilla del mar sino también como las estrellas en el cielo.  Ser judío es soñar y aspirar a la excelencia, trascender los límites de la “realpolitik” y las luchas cotidianas y construir vidas que tengan valor y sentido.  En la vida de un individuo y aún más en la vida de una sociedad el desafío es no sólo determinar un camino valioso a seguir sino también encontrar la fuerza de carácter para perseverar.  A pesar de que podemos ser como las estrellas del cielo, demasiado a menudo carecemos de la fortaleza para seguir trepando.  Aunque conocemos lo bueno, demasiado a menudo no rendimos lo que deberíamos y confundimos las palabras con acciones y los arranques de actividad con planes de largo alcance y compromiso.

Las manifestaciones de las carpas y sus llamados para una reevaluación moral, social y económica de las prioridades de la sociedad israelí y la dirección que tomaría en el futuro fueron un breve intento de grandeza.  Fueron una indicación que la sociedad israelí estaba comenzando a quitarse la capa del conflicto y preguntarse no solamente si seguiremos existiendo, sino quién queremos ser.  El desafío que enfrentamos es transformar este intento en un plan.  Las manifestaciones reflejaron un profundo sentimiento de que algo ha salido mal.  Fueron un poderoso vehículo para que los ciudadanos creyeran otra vez que sus voces contaban y deben ser oídas no solamente el Día de las Elecciones.  Las carpas están bien para los meses de verano pero no pueden ser un paradigma de largo plazo para un cambio sistémico construido sobre  una realineación de los valores que constituyen nuestra sociedad.  Esto también es una maratón y nuestra prueba es encontrar la fuerza y la sabiduría para sostenernos en el tiempo.

En nuestra historia, ninguno de los dos temas ha prevalecido jamás.  Nuestro desafío y nuestra responsabilidad son sostener a ambos perpetuamente.  Un nuevo orden moral y económico social en Israel no será logrado nunca si está fundado en la ingenuidad respecto a la seguridad.  Un anhelo de ser como estrellas en el cielo mientras nos olvidamos de las mareas que nos ponen en peligro es tonto y también fracasará en capturar la imaginación y el compromiso de la sociedad israelí a largo plazo.

Como las arenas a orillas del mar no podemos el futuro previsible permitirnos cortes dramáticos en nuestro presupuesto de defensa.  Ojalá pudiéramos.  Pero ese deseo no se traduce en realidad en nuestro vecindario.  Una mayor sensibilidad hacia la justicia social y las necesidades de nuestros ciudadanos nos requerirá trabajo más difícil, a medida que debamos hacer elecciones y asignaciones difíciles.  Tendremos que preguntarnos cuales son los derechos básicos y necesidades legítimas en las áreas de vivienda, educación, salud y salarios dignos de nuestro pueblo, sin poder “resolver el problema” usando el dinero de alguna fuente de recursos no explotados.  Ser responsable y socialmente justo es a la vez un  desafío pragmático y conceptual de grandes proporciones.
Si hemos aprendido algo, sin embargo, del descontento social durante este verano – y debemos aprender de el – es que nuestra fuerza como sociedad no será medida solamente por el número de unidades de Cúpula de Hierro que adquirimos sino por el sentimiento de nuestros ciudadanos que esto es una sociedad por la cual vale la pena sacrificarse en la batalla de fuerza de voluntad contra nuestros enemigos, prevaleceremos no sólo porque estemos muy conscientes de los peligros que enfrentamos sino cuando nuestros ciudadanos sientan que están viviendo en una sociedad que los cuida y se ocupa de ellos.  Cuando los ciudadanos crean que su gobierno los ve, realmente los escucha, durante todo el año, en su vida cotidiana, y no solamente en momentos de peligro, entonces se habrá creado una sociedad fuerte que es indestructible.

La historia judía está compuesta de dos narraciones.  Como viven en conjunto y se nutren la una de la otra debe ser la historia de nuestras vidas: Construir el equilibrio apropiado no es solamente un arte sino que esto también es una maratón.

Fuente;  http://www.hartman.org.il/Blogs_View.asp?Article_Id=784&Cat_Id=273&Cat_Type=Blogs
Traducido por Ría Okret

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