Nueva normalidad de Israel

altEn los últimos meses Israel se ha estado sintiendo como un país normal. Los ciudadanos boicotearon el queso cottage, los médicos hicieron huelga por la reestructura de sus salarios, y ahora  se están levantando campamentos en todo el país en protesta por la falta de viviendas accesibles. En todo este tiempo cayeron algunos misiles Kassam, y aún falta el “asunto menor” de setiembre y el  voto en la ONU por un estado palestino. Incluso se ha reportado que el presidente de Irán, Ahmadinejad, está debatiendo una norma para reivindicar públicamente el armamento nuclear.

Lo  sorprendente es que en el medio de estos desafíos existenciales “menores”, los israelíes encontraron espacio para preocuparse no solo por la cuestión de si seremos, sino de si queremos ser y qué tipo de sociedad queremos tener. Estos últimos meses son la señal más fuerte del poder y el éxito de Israel. Mientras nuestro barrio milagrosamente no se trasladó a Norteamérica o Europa Occidental, y sigue siendo un lugar profundamente peligroso, los israelíes están empezando a ir más allá de una preocupación singular por la crisis de supervivencia. Estos son los precursores de una nueva normalidad.

La soberanía judía no se expresa meramente con al independencia nacional del pueblo judío, sino con la oportunidad que tenemos de dar forma a nuestra propia sociedad en concordancia con los valores e ideales de nuestro pueblo y sus tradiciones. Se trata de crear una sociedad de valor, que su política esté fundada sobre valores. Se trata de las aspiraciones morales confluyendo con el mercado público e inspirando a la creación de una realidad nueva.

El gobierno israelí no puede tomar las varias protestas cívicas de los últimos meses como desafíos localizados que necesitan soluciones específicas. Debería incluso conducirlo a la “solución del problema” despidiendo al ministro financiero, o el ministro encargado del queso cottage. Una vez que sabemos a quién culpar, podemos seguir por nuestro camino feliz. O podemos preguntarnos qué desafíos morales están saliendo a la luz y cómo responder a ellos sistemáticamente.

Gran parte del éxito económico y militar de Israel en la última década resultó de la descentralización de nuestra estructura económica, y permitiendo un sistema menos regulado y guiado más libremente por las fuerzas del mercado. En un sentido, todos ganaron porque el estándar de vida subió dramáticamente. Sin embargo, al mismo tiempo ha creado un nuevo pobre, un pobre que en dólares y centavos no está peor que antes, pero que en términos psicológicos se siente incapaz de conseguir y mantener el nuevo estándar al que nuestra sociedad se acostumbró.
La prosperidad de Israel necesita tanto como nos permite el lujo de hacernos nuevamente preguntas acerca de los derechos individuales, las necesidades y el rol de la sociedad en ese respecto. Una de las lecciones más importantes de nuestra tradición es que cada uno tiene que tener en cuenta las necesidades tanto objetivas como subjetivas. Como aprendemos del Talmud, las necesidades objetivas incluyen el alimento, el refugio, la vestimenta y la capacidad para darle sustento a la familia. También incluyen el derecho a la dignidad. Sin embargo, las necesidades y la dignidad también son subjetivas, y es de incumbencia de la sociedad que se haga lugar para esta subjetividad con la aspiración de fijar una distribución justa de sus recursos. (Tractate Ktubot 67b.)


La obligación de la soberanía y los beneficios de la prosperidad nos exigen no solo la satisfacción de las necesidades básicas de la gente,  sino también preguntarnos qué necesita una persona para vivir una vida digna, y qué debemos hacer como sociedad para asegurarnos de que esta dignidad sea herencia de todos. En la medida que vamos avanzando, debemos asegurarnos no solo de evitar que quede gente atrás, sino que los valores de atención, compasión y consideración que exhibimos hacia nuestros semejantes en el campo de batalla definan también a nuestro mercado.

Los recientes eventos internos en Israel son un indicador de que están faltando algunos de estos valores, y que está pendiente desde hace mucho una discusión más profunda al respecto. Por muchos años la réplica era:  “Mañana nos ocuparemos de estas cuestiones, para hoy tenemos preocupaciones más importantes”. En la historia de Israel, es tiempo de reconocer oficialmente que el futuro ya llegó, que si seremos una nación aspiracional fundada en valores, el desafío y la oportunidad son hoy.


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