¿Habrá paz en Medio Oriente?

La película que se vive en Medio Oriente es triste, aunque ya es cotidiana. Su extensión en el tiempo y su numerosa sangre derramada, han sido moldeadas a la realidad de la zona como si fuera algo natural. Como si todas esas personas deberían vivir así por siempre. Es que el anhelo más preciado de todos los que allí habitan es, simplemente, caminar por las calles de Jerusalem sin la paranoia de acompañante, y sin las alarmas de emergencia de trasfondo.

Aunque, claro está, estarían soñando demasiado; como siempre. El conflicto árabe-israelí –aunque sería más preciso denominarlo “israelo-palestino”- aún no tiene fecha de vencimiento y está tan lejos de un acuerdo como de sus propias raíces. De ahí que surge la pregunta: ¿cuántos de los “opinólogos” saben realmente las causas que le dieron vida a una de las contiendas más largas del S.XX, y que todavía tiene cuerda para rato? Me da la impresión que pocos. Todos sabemos que el espectáculo vende mucho más que la realidad y que muchos de los que dicen informar, distorsionan tantas veces las certezas que deberían llamarse “desinformantes”. Más allá de colocar sobre la mesa algunos hechos que considero cruciales a la hora de comprender tan solo un poco de la complejidad de este conflicto, pretendo,sobre todo, y por medio de estas jóvenes palabras, realizar una crítica a la parsimonia que, según creo, abunda en el liderazgo de dicha zona.

Obama tiene intereses claros en concretar una solución que extienda el apretón de manos, y si lo logra, será recordado por siempre como el victorioso de un conflicto donde, incluso los más optimistas, cancelaron hace rato sus apuestas. Seguramente no sea por soñar poco o
por ser demasiado escépticos, pero pensar que sólo porque al hegemón del mundo se le antojó la paz de acá a un año, entonces se cumplirá, sería más que utópico, ingenuo. Quizás el premio Nóbel de la paz necesite demostrar que el galardón no le queda chico –aunque antes de recibirlo no le diera el tiempo para hacer nada que tenga que ver con paz-. Y además, con toda seguridad, Obama necesite rectificarle a su pueblo que hizo bien en elegirlo y que debe dejar de escuchar al Tea Party y a los republicanos que se oponen a él. EE.UU., como líder del sistema, debe solucionar conflictos grandes si quiere continuar siendo el director de orquesta a nivel global.

Pero no hablo en ningún momento de una ingenuidad caprichosa. Me refiero, sin embargo, a los muros y obstáculos gigantescos que coloca la coyuntura política/terrorista a cada uno de los deseos felices para con la zona. Pues razonar que si Abbas es presidente de la Autoridad Palestina, es por eso autoridad dentro de todo el pueblo palestino, es falso, por no decir lógicamente ilógico. Sí es respetado y sí tiene apoyo, ¿pero acaso a Hamas le importa lo que piense Obama, Netanyahu o los palestinos moderados que simplemente quieren vivir sin problemas? ¿Acaso Mahmoud Ahmadinejad va a parar algún día, con su retórica, de aniquilar al pueblo de Israel, a pesar de que hasta Fidel Castro se lo pida? Y Hizballa o la Yihad Islámica, ¿podrán algún día dejar las armas por el entendimiento? Sin ir mucho más lejos, Netanyahu ya avisó que una condición necesaria para el diálogo es el simple hecho de que los árabes reconozcan a Israel como el Estado de la nación judía. Y digo simple por no decir obvio, porque al que se le ocurra decirle a Zapatero que España no es el país de los españoles, o a los griegos que dejen de ser constitucionalmente seguidores de la Iglesia Ortodoxa Oriental de Cristo- pues no es “democrático” representar a una nación, pueblo o religión- entonces, ya que está delirando, que diga lo mismo sobre Israel. Pero hablando entre cuerdos, es innegable que Israel tiene derecho a ser reconocido como hogar nacional judío, y es un imperativo que así lo sea si abogamos por un proceso de conversaciones por la paz. Si eso es imposible, pues, vaya que la
paz lo será.

Israel y el pueblo palestino tienen muchos quehaceres: deben, por sobre todo, hacer de la paz la luz que ilumine su camino. La política, entonces, debe seguir esa bandera y debe colaborar cada minuto en post del interés nacional de cada bando, que es, sino, la coexistencia pacífica en los albores de dos estados democráticos para dos pueblos. Digo, por esa razón, que el liderazgo no debe empañarse por extremistas que busquen resaltar la relevancia personal –o la de sus partidos- por encima de la del Estado todo. Si realmente existe un estadista en Netanyahu, deberá conceder parte de lo que muchos dicen que es intocable y enfrentarse a una coalición complicada. Tendrá que anhelar la paz con sesgos en términos territoriales, por encima de una tierra entera y llena de sangre. En el caso de Abbas, deberá cambiar la cara palestina que históricamente representó Yasser Arafat, quien hizo hasta lo imposible por desechar cada una de las oportunidades que se le presentaron para solucionar los problemas de su propio pueblo (recordemos que en el año 2000 Ehud Barak le ofreció el 97% de los territorios entonces
en disputa, y jamás accedió). Todo esto no serviría para nada si la Liga Árabe no colaborase en la búsqueda de una representación conjunta y única del pueblo palestino contra el terrorismo y el odio, y a favor de la paz y de la cooperación.

Y es cierto que dejé muchos temas por el aire: que hablé poco de la casi permanente presencia judía en la Tierra de Israel durante toda la Historia, que nada dediqué al problema de los refugiados o al alambrado de seguridad de Judea y Samaria –o Cisjordania-, o a las
consecuencias de los acuerdos de Sykes-Picot, de la Declaración Balfour, de los Libros Blancos, de la Guerra de Independencia, de la moratoria de los asentamientos o de la Guerra de los Seis Días. Es que veo el problema central, valga la redundancia, en la pérdida del centro. Si el mundo
no legitima la existencia de un Estado judío; si internacionalmente no se detiene de una buena vez por todas a líderes tan negativos para el futuro como sus ideas –y hablo del petrodictador teocrático iraní o del líder de Hizballa, Nassrallah- y no se toman medidas serias frente a quienes
financian el terrorismo islámico todos los días del año; si muchos de quienes juzgan los problemas “humanitarios” en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, siguen siendo países con inexistentes tradiciones liberales y van a seguir condenando a Israel sin razón, en lugar de
colaborar en la recuperación del soldado Guilad Shalit, secuestrado en manos de Hamas hace cinco años (que por cierto, ni la Cruz Roja ayudó); si los líderes israelíes no creen con convicción –más allá de sus discursos- en la premisa de “dos estados para dos pueblos” y no lo bajan a
tierra con propuestas claras; si la prensa internacional continuará hablando de la ocupación israelí en Gaza, a pesar de que en el año 2005 las fuerzas israelíes se retiraron de allí por completo; si los líderes árabes no empiezan a hablar en serio y no se sacan la careta (encarnando este concepto en el mismísimo Yasser Arafat); y en fin, si los esfuerzos no ahondan en construir una paz duradera en Medio Oriente apuntando todas las  uerzas a sus raíces y no a su superficie, entonces, dudo con lágrimas en los ojos que se pueda cumplir el sueño de vivir en paz en Medio Oriente. Lamentablemente, el titubeo no cesa al pensar que esta vez será diferente. Simplemente, tendremos que seguir esperando; como siempre.

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