En la fiesta de la libertad (Pesaj) un ejemplo y una esperanza: London & Kirshenbaum

En el contexto del mundo en el que vivimos, centrado en el empoderamiento juveni, llegadas las seis de la tarde, no hay nada como sentarse frente a «London & Kirshenbaum» (por el canal 10 de Israel) y deleitarse con las ocurrencias, reflexiones y hasta comentarios disparatados, que fluyen naturalmente entre los dos prestigiosos periodistas cuyos apellidos dan el nombre al programa de actualidad, considerado uno de los mejores en su género en la televisión israelí, si no el mejor de todos.

A juzgar por la libertad con la que se expresan y mueven frente a las cámaras, si por un momento hiciéramos caso omiso de sus imágenes, bien podriamos creer que estamos frente a jóvenes y osados periodistas que, desprovistos de una carrera que defender y honrar, se permiten deambular en un ir y venir intermitente entre la seriedad y la diversión. Pero precisamente se trata de todo lo contrario: dos periodistas consagrados, septuagenarios ambos (Kirshenbaum, 71; London, 70) que sostienen sobre sus hombros trayectorias tan largas como exitosas, que los hicieron acreedores de prestigiosos premios (incluido el premio Israel, en el caso de Kirshenbaum, sendos premios por la trayectoria y demás).

De más está decir que la presencia en el aire –y sobretodo la permanencia durante más de siete años consecutivos (durante los cuales fueron casi siempre premiados por la Academia)– de los veteranos conductores constituye una excepción, y como tal, no hace más que confirmar el hecho de que la televisión israelí es un baluarte de la juventud. Pero es importante no confundir. El programa, nacido en el 2003, no es, en absoluto, producto de una agenda institucional enfocada a dar cabida a la tercera edad, sino una criatura que se generó de una manera por demás espontánea.

Yarón London y Moti Kirshenbaum, que ya se habían cruzado fugazmente en algunas oportunidades, se habían reunido para elaborar un programa nuevo (otro) que finalmente no se concretó. Un productor avispado que presenció el encuentro cumbre de los dos carismas, se percató de que el perspicaz y caudaloso intercambio de ideas, salpicado naturalmente de grandes dósis de ironía y humor, bien podría constituir una excelete base sobre la cual erigir un original programa de actualidad.


Y se hizo la luz.

Utilizando como pilares la inclinación intelectual  –especialmente en el área de la lingüística– de London por un lado, y el pragmatismo, y la pasión –y sus reconocidas dotes– de Kirshenbaum en el tereno del documentalismo por el otro, y como cemento, la muy desarrollada capacidad para reirse de si mismo que comparten, se construyó un programa con una estructura sorpresivamente estándar.  Los conductores, detrás de una mesa que comparten con sus invitados, auxiliados por unas hojas de papel (que hoy en día resultan arcaicas teniendo en cuenta que en la mayoría de los programas fueron suplantadas por una notebook) son secundados por reporteros especializados en diferentes áreas (tales como, economía, política, mundo árabe; etc.). Las conversaciones con sus visitantes (de las más altas esferas, representados por políticos, funcionarios públicos, científicos, economistas, escritores, artistas, etc.) suelen ser concisas y puntuales y de tonos muy variantes, llegando a veces alguno de los conductores (y en ocasiones ambos a la vez) a  levantar la voz, cuando, por ejemplo, el fanatismo de algún invitado logra alterar la parsimonia que los caracteriza.

En calidad de cereza del postre, algunas emisiones concluyen con un ítem que por lo general traspasa los límites de lo clásico y consiste en la visita  de una banda musical, por lo general, no menos singular que sus pintorescos anfitriones. En este contexto, la interacción periodista-entrevistado se dispara a escenas payasescas cuando los dos afamados periodistas, luego de una breve presentación de los músicos, se entregan por completo a los efectos liberadores de la música, acompañando a los artistas cantando, batiendo las palmas, tamboreando con los dedos sobre la mesa, o contoneándose como si fueran dos integrantes más del ocasional grupo.

Precisamente, la estructura estándar del programa afianza la sensación que el secreto de su magia radica en la particular química que fluye entre London y Kirshenbaum, amparada en el respeto mutuo y al parecer y según atestiguan ellos mismos, una profunda amistad que les brindan la libertad de criticarse abiertamente.

A modo de ejemplo. En uno de los programas de las útlimas semanas Kirshenbaum se ausentó y por algún motivo no se le adjudicó un reemplazante (contrariamente a lo que suele ocurrir). London no desaprovechó la oportunidad y al verse solo al mando del programa dio rienda suelta a sus conocidas inclinaciones lingüísticas, dedicando unos prolongados primeros minutos a revisar una larga lista de términos con los que se denomina en diferentes idiomas al signo «@» (arroba), episodio que concluyó con las siguientes palabras: «No puedo continuar cargándolos con más tonterías innecesarias, asi que vamos a pasar a tratar temas supuestamente más serios». Cuando su invitado sugirió en voz alta que London se permitió ese exabrupto dada la ausencia de Kirshenbaum, London le confirmó: «Sí, si él hubiese estado me habría matado, me habría dicho, "¡qué me hinchás los quinotos con esto!"».

Sin lugar a dudas, London & Kirshenbaum es mucho más que un remanso de cordura, inteligencia y humor del bueno en medio de un océano de realities y demás necedades. Es un digno ejemplo de que aún en el reinado hegemónico de la juventud, está en los integrantes de la tercera edad estirar las fronteras de su quehacer cuanto les plazca.

Pero tal vez lo más valioso que brindan London y Kirshenbaum es la esperanza de que nunca es tarde para hacer lo que a uno se le canta.

Ver el show


· Más leídos ·

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos