Repensando al Seder como pedagogía de libertad: reflexiones sobre Pesaj

Pesaj es una festividad en la que resuenan las ideas de libertad y esclavitud, opresión y esperanza, rituales y memoria, celebración e historia. En Pesaj los ritmos de la naturaleza se articulan con los avatares de la historia y la experiencia individual y familiar se integra en una identidad colectiva y milenaria. Pesaj combina el particularismo judío y el destino de Israel con una preocupación universal por la vida y la dignidad de todos los seres humanos.

El motivo del Éxodo ha dejado una huella indeleble en nuestra memoria como pueblo, en nuestros rituales,  y la misma sigue reverberando día a día.
Como lo señala  Michael Lerner “La historia judía comienza con una rebelión de esclavos y el éxito de esa rebelión modela nuestra memoria histórica y nuestra sensibilidad religiosa”. Nosotros, que hemos sido víctimas de la injusticia, los prejuicios y la opresión, debemos luchar por la justicia y la verdad para todos los habitantes del planeta.

¿Es posible ser libre en una sociedad económica y socialmente injusta, poco solidaria  e indiferente al sufrimiento?
No es casualidad que el Seder comience reconociendo la más antigua y la más moderna de las esclavitudes: el hambre y la pobreza, en el texto de “Halajmania”, “Este es el pan de la pobreza”.
Pesaj constituye asimismo una refutación radical al cinismo y a la desesperación que muchas veces nos embarga. “La promesa de D´s genera un sentimiento de posibilidad: todo el mundo no es Egipto. Entonces, la opresión no es una situación ineludible, ni mala suerte personal o colectiva, ni un revés del destino…Los israelitas no vagaron por el desierto; el Éxodo es un viaje hacia delante, un progreso moral, una transformación”, como lo afirma el politólogo M. Walzer.


Pesaj es la prueba tangible  de que el cambio,  como progreso moral y como proyecto colectivo de liberación es posible, y que la historia humana es un proceso abierto y no un callejón sin salida.
Pesaj nos recuerda que la esclavitud no sólo fue una institución jurídico-económica del pasado; podemos ser existencialmente esclavos.

“La esclavitud es una existencia vacía y desordenada, que se caracteriza por dos elementos: el anonimato y la ignorancia”, afirma el Rabí Yosef Solovetichik. “Muchas veces buscando seguridad acudimos a vínculos que destruyen nuestra libertad”, nos advierte el psicólogo Erich Fromm.
El Seder, por medio de una pedagogía de preguntas y respuestas abierta y libre, celebra una nueva representación de la historia, una reafirmación de la fe, una conmemoración nacional, un evento familiar en el que participan cada hombre, mujer y niño de la comunidad.

Todo para que sepamos como convicción íntima y como tradición familiar “que en cada generación cada persona debe sentir como si él o ella mismos hubieran salido de Mitzraim”. La libertad no es algo obvio y dado para siempre. La fe no surge de la nada. La memoria colectiva no se construye por generación espontánea. Se requiere consciencia, búsqueda, disciplina, compromiso.
El Seder nos ayuda en este proceso por medio de la celebración, un arte fundamental en nuestras vidas, ya que al celebrar, respetamos y veneramos aquello que necesitamos y honramos.
Cada generación tiene que conquistar lo que heredó para hacerlo propio y desarrollar formas creativas de transmisión para las próximas generaciones.

¿Somos todavía los herederos del pueblo que desafió al faraón de Egipto, afirmando su derecho a servir a  D´s  a su manera, asumiendo plenamente su libertad y su destino?
Como nos enseña la Hagada, la pregunta más simple puede tener varias respuestas.




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