El Estilo de tomar decisiones del Faraón y el nuestro

altEn las porciones semanales de esta época del año, leemos acerca de la respuesta de Paró cuando su mundo se viene abajo.  Plaga tras plaga, Paró se enfrenta a la realidad de que el estatus quo ya no puede ser mantenido, pero no logra actuar de acuerdo esto.

Cada vez que ocurre una calamidad, cuando la plaga está en su punto álgido y la devastación de Egipto es palpable, Paró cede y se ablanda y decide liberar al pueblo judío, sólo para revertir su decisión cuando la plaga decrece.  Como nos dice la Torá después de la plaga de las ranas: “Mas cuando Paró vio que había respiro, endureció su corazón y no los escuchó…” (Éxodo 8:11).

Una y otra vez se nos dice que el corazón de Paró se endurece, pero bien podemos preguntar cuál es la naturaleza de un corazón así.  ¿Por qué es este el rasgo que la Torá usa para describir por qué Paró está paralizado y sólo es impulsado a tomar una decisión en el momento en que ocurre una crisis y mientras esta dura?

En esencia el corazón de Paró hace juego con su estilo de tomar decisiones: es reactivo.  Un corazón que es pesado y está duro es un corazón que es lento y está cansado.  Es inerte, un prisionero del destino, no un agente de cambio.  El corazón de Paró puede ser despertado sólo para responder a una crisis, fácilmente se engaña a sí mismo pensando que la crisis es temporaria porque anhela el estatus quo.

Hay mucho que podemos aprender de Paró.  La tradición judía siempre ha tenido una relación inquieta con el estatus quo.  La necesidad de progresar, de mejorar, de estar insatisfecho con cómo están las cosas, nunca está lejos de los textos o de las conversaciones judías.  Es un producto de nuestra experiencia como pueblo, es inherente al imperativo de "seamos un reino de sacerdotes y una nación santa” (Éxodo 19:6).

Como judíos el estatus quo no es nunca algo que exaltemos, siempre conlleva los peligros de la autocomplacencia, de la superficialidad, de corazones duros y pesados.  Si nuestro objetivo es, como el de Paró, mantener el estatus quo, estamos destinados al fracaso – un fracaso no sólo práctico sino también espiritual.

Como pueblo, nos hemos destacado muchas veces por la iniciativa, el autoempoderamiento y la innovación.  El espíritu tan elocuentemente capturado en el libro "Start up a Nation", por Saul Singer y Dan Senor, no es sólo un rasgo del éxito económico de Israel; es también un valor judío. 

Y sin embargo, en algunas puntos importantes de nuestra vida como nación, nuestra toma de decisiones se parece cada vez más a la del Faraón.  Demasiado a menudo, un sentimiento de haber llegado a un punto muerto ha reemplazado la vitalidad y la iniciativa que caracterizaba tan intensamente a la empresa sionista.  A veces siento que es como si estuviéramos comportándonos de una manera dilatoria- rechazando las amenazas- a las cosas como están, respondiendo a acontecimientos pero no determinándolos.
Parte de esto tiene que ver con el ambiente de crisis en que estamos viviendo.  Tenemos que ser reactivos y defensivos porque simplemente hay demasiados desafíos y amenazas externas a las que tenemos que responder.  Parte de esto también es producto de nuestro sistema de gobierno, en el cual sólo una emergencia parece sacudir y despertar del equilibrio paralizante a nuestro gobierno de coalición y hacer que actúe.

Nuestros líderes – no muy diferentes a otros en el mundo -  serán regularmente recompensados por responder bien en una crisis existente, pero tomar decisiones a largo plazo necesarias para evitar una o lanzar una iniciativa innovadora es un camino ingrato erizado de peligro político, y las respuestas minimalistas a corto plazo son formas de actuar más fáciles y más políticamente prudentes.

Las emergencias se han convertid para el sistema israelí en lo que los desfibriladores son para un paro cardíaco, fuerzan una reacción pero no la mantienen – eso el corazón debe hacerlo por sí mismo.

Como país podemos caer en la trampa de Paró, pensando que ahora que el pueblo judío tiene un Estado propio nuestro objetivo principal es protegerlo.  Ese momento pionero ha pasado.  El proyecto sionista ha tenido más éxito de lo que esperábamos y la responsabilidad de nuestra generación es defender ese éxito.  Si es así como definimos nuestras aspiraciones no podremos lograr que le gente se una para actuar.  En momentos de crisis el pueblo judío se congregará, pero no atraeremos iniciativa, ni recompensaremos nuevas maneras de pensar ni desataremos una creatividad sostenida.  Si Israel se trata de defender nuestros éxitos del pasado, no de soñar de nuevos éxitos entonces, el pueblo buscará significados en otras partes y sus corazones se volverán pesados y duros.

El temor puede ser un motivador poderoso – lo fue para Paró.  Pero no es duradero.  Finalmente, uno se adapta.  Las amenazas se convierten en manejables, lo conocido, aún si es insatisfactorio se convierte en más atractivo que el futuro desconocido.

Lo opuesto a un corazón duro no es un corazón blando.  Es un corazón inspirado.  Es un corazón que no necesita de una crisis externa para hacer de catalizador e impulsarlo a actuar. Está motivado por su propio latir, por su propia visión y ambiciones.  Refleja el estatus quo no debido al miedo sino debido a la esperanza.

Quizás, esa inspiración – ese nuevo sionismo – pueda ser encontrada menos en defender a Israel como es, y más en reunir a judíos para imaginar al Israel que podría ser.  Quizás puede ser hallado en responder a la increíble oportunidad que le ha sido dada a nuestra generación de crear una sociedad soberana que refleje lo mejor de los valores judíos y de la excelencia, y hacer una contribución única en el escenario mundial.

Un país construido sobre una idea profunda, casi imposible, es sólo tan fuerte como su próxima gran aspiración.  Y exige corazones y mentes, que no sean cautivas del presente, sino ingenieras del futuro.

Fuente: http://www.hartmaninstitute.com/
Traducción Ria Okret.

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