Las máscaras de Esther (o la política del gesto)

Por Emmanuel Taub.

I.

El gesto de Dios es el gesto que da inicio a la historia del mundo, y de su pueblo: “seré El que seré”. El hombre testimonia y garantiza, como el lector, la eternidad de su gesto. El hombre es testigo de la creación, obra de Dios, sin haberle visto el rostro; “lej-lejá;” en el hombre se revela la creación; Dios, sin-rostro. El hombre da testimonio del hombre y de Dios: como imagen, como semejanza, como creación y actor, de la historia del mundo.

Dios es sin-rostro, porque en su rostro nos encuentra la muerte; “pues ningún ser humano puede ver Mi rostro y seguir viviendo”. Su creación acabaría con el gesto de mostrarse. El rostro de Dios no está ni estará –pero es el que será–, y así la existencia del hombre en el mundo. Su rostro niega la vida del hombre al mismo tiempo que la realiza, lo hace existente, como hombre y criatura. Dios es Dios y por ello no enseña su rostro al hombre. Porque Dios es Dios. En la tierra que el hombre habita el rostro es del hombre como las máscaras y la ley.


II.

En el rostro queda subsumida la idea de gesto; y allí, las máscaras. El hombre es en sus propias máscaras. Su rostro es lo oculto tras los gestos que hacen a su vida como ser social y político.
Esther tenía máscaras. Como Mordejai, como Moisés, como Iosef, como Daniel. Hasta Moisés supo de máscaras y de gestos adustos. El hombre vive en sus máscaras.
La Meguilá Esther es una historia de gestos y de máscaras.
Las máscaras de Esther, “la joven era de facciones finas y de gran belleza”, que encuentra lugar en el palacio y se convierte en reina de un rey no judío, por su belleza, por sobre el resto de las candidatas; reina del rey Ajashverosh, “quien reinó sobre 127 naciones”, desde la India hasta Etiopía.
Pero el terror amenazó al pueblo judío, y el nombre de Haman –el malvado– quiso destruir al pueblo judío donde quiera que esté en las tierras del rey. Y así, “Esther se vistió con sus ropas reales y se paró en el atrio interior del palacio del Rey. Se puso enfrente de la habitación real donde el Rey se encontraba sentado en su trono, frente a la entrada donde Esther se encontraba parada.”
Giorgio Agamben ha escrito que “la expresión es el lugar de la política”, porque exponernos es tener un gesto, es exhibir nuestras máscaras. Por eso “…el rostro es el único lugar de la comunidad, la única ciudad posible”, porque allí nos abrimos al gesto. Son también las palabras de Emmanuel Levinas las que resuenan como un eco encantador: “Ver el rostro es hablar al mundo.”
La multiplicación de las máscaras es una multiplicación de nuestras destrezas políticas. Esther en con sus ropas reales, disfraz de reina, máscaras políticas sobre su identidad judía. Máscara y disfraz.
III.

Levinas explica que la “prueba suprema de la libertad no es la muerte sino el sufrimiento”, es la noción misma de un rostro que se encuentra en el momento cercano a su muerte, en el sufrimiento convertido en estado, allí aflora la posibilidad de las máscaras.

El pueblo judío era un pueblo sufriente. Esther tenía máscaras; y Mordejai era símbolo de la sabiduría y del sufrimiento del pueblo. Máscara y política; política y mundo; mundo y hombre.

El gesto de Mordejai era el gesto de la entrega, del recuerdo de los profetas; del sufimiento de todo el pueblo. “Cuando Mordejai se enteró de todo lo que había pasado rompió sus ropas y se vistió de tela de saco y se cubrió de cenizas. El salió por medio de la ciudad, y lloró profunda y amargamente.” En el llanto se expone el rostro a las huellas de Dios. En el sufrimiento se expone la vida del hombre a la presencia de Dios. Disfraz y máscara.

En el gesto de Mordejai se definía el ser judío y en sus palabras, la máscara política que se expone. Su gesto era político.

En el gesto que le queda al hombre se retiene lo político. Sin gesto, el hombre, es solamente animal. El rostro desprovisto de gesto es donde Dios se revela en pura-potencia-política. Por ello, podemos en-frentarnos a otro hombre, presentarle nuestro rostro a través del gesto, que es la máscara. La política es el gesto que nos saca de la animalidad.

Entonces Mordejai le respondió a Esther: «No pienses que tú tienes más oportunidad de salvarte dentro del palacio del Rey que el resto de los judíos del reino». «Pues si tú guardas silencio en tiempos como éstos, el alivio y la liberación de los judíos surgirá de otro lugar, pero tú y la casa de tus padres perecerán. Y quién sabe si te hicieron Reina específicamente para tiempos como éstos»” Ni siquiera ser reina y vivir en el palacio, con sus disfraces y riquezas, la alejarían del peligro de ser judía.

Las máscaras de Esther se extienden a lo largo de la historia y son las máscaras de la vida en el mundo. Máscaras políticas que permiten la existencia del pueblo. Máscaras elegidas y máscaras que no pueden quitarse de encima: la máscara de la identidad no es negociable y el peligro de ser lo que uno es, como explica Mordejai, no se maquilla con perfumes y aceites.

¿Es judío el judío que no se vive como judío?

Recordemos, sino, a los judíos asimilados durante de primera parte del siglo XX que no pasaron desapercibidos ni dejaron de ser judíos para los ojos nazis.

Entonces Haman le dijo al Rey Ajashverosh: «Hay una cierta nación dispersa y difundida entre las naciones, en todos los países de tu reino. Sus leyes son diferentes a las leyes de las otras naciones. Ellos no siguen las leyes del Rey; por lo que no conviene para el Rey dejarles con vida».”

El gesto de Haman era el gesto del odio, el recuerdo de Amalek siempre allí, yendo y viniendo desde los arcanos de la historia. El rostro que es gesto que es máscara que es muerte. El nombre que debe borrarse de debajo del cielo. El nombre de la destrucción. Palabra y sonido. Máscaras que destruir (Deut. 25:17-19).

Recuerda lo que te hizo Amalek en el camino cuando salieron ustedes de Egipto. Cuando te encontró en el camino y castró a los rezagados de tu pueblo, a todos los débiles que se retrasaban, cuando tú estabas exhausto y fatigado. Y no tuvo temor de Dios. Entonces cuando Dios te dé descanso de todos tus enemigos de alrededor, en la tierra que Dios te entrega como propiedad hereditaria para que la tomes en posesión, deberás borrar todo recuerdo de Amalek de debajo del cielo. ¡No olvides!

Lo tishkaj
No olvides!



IV.

…el Rey había dado permiso a los judíos de cada ciudad de reunirse y defenderse a ellos mismos, de destruir matar y aniquilar el ejército entero, junto con sus esposas y niños de cualquier nación o país que quisiera hacerles daño; y que podrían tomar las propiedades de sus enemigos. (…) Esta ley debe ser anunciada en cada país por todas las naciones para saber que en ese día los judíos pueden tomar venganza en contra de sus enemigos. (…) Mordejai salió de la presencia del Rey vestido de traje real, color azul celeste y blanco, con una gran corona de oro y con un fino manto de lino y lana morada. Entonces la ciudad de Shushan se alegró y regocijó. Para los judíos todo fue luz, alegría, triunfo y gloria. Lo mismo sucedió en cada país y en cada ciudad donde quiera que llegaba la orden del Rey y su edicto, tuvieron los judíos regocijo y alegría, hicieron un banquete y un día de fiesta. Y muchos de entre las naciones pretendieron ser judíos pues ellos tenían miedo de los judíos.”

Como pocas veces en la historia los judíos tuvieron poder en un reino no judío, y tomaron venganza y las armas contra sus enemigos. Los judíos anticiparon la muerte y respondieron políticamente a través de las armas de la guerra. Y destruyeron a los enemigos de su pueblo como ya Dios lo había hecho en el camino del desierto desde la salida de Egipto. Indisponiendo las pertenencias del enemigo; no se tomaban sus propiedades, sino sus vidas.

Esos fueron días en que los judíos descasaron de sus enemigos, y en ese mes la aflicción fue cambiada por alegría y la tristeza, el llanto, por festividad. Debe ser celebrado como días festivos y de regocijo y enviar comidas a los amigos y regalos a los pobres.

En Purim se celebra la salvación, la vida, pero también se intenta borrar el nombre del mal, Haman. Celebrando la rememoración por el triunfo y olvido del nombre, de la sangre derramada, del enemigo colgado.

Estos días deberán ser recordados y celebrados por cada generación, por cada familia en cada país, y en cada ciudad. Y estos días de Purim nunca deberán dejar de ser celebrados por los judíos y su recuerdo nunca deberá ser olvidado por sus hijos.”

Así como Purim nos muestra una reina judía en una corte no judía, y un lider judío junto a un rey no judío, la celebración de un Purim carnavalesco también se acerca a las celebraciones no judías, dionísicas, en donde todo está dado vuelta, y el amo y el esclavo se confunden, así como se debe beber en Purim “hasta no poder diferenciar entre el malvado Haman y el bendito Mordejai”. Máscaras y disfraces.

Una fiesta de alegría en la que además, intrínsicamente, el mundo judío y el mundo no judía se estrechan. Detrás de Purim está la muerte de todos los enemigos en manos de los judíos que respondían a Mordejai y a la reina Esther. Está el deber de olvidar, de borrar a Haman (como a Amalek) de debajo de los cielos. Emborracharse para olvidar lo que fuimos con los no judíos en aquel día. Emborracharse para celebrar la vida de no haber sido destruidos. Haber sobrevivido pero también haber vengado la sangre con la sangre. Y enaltecer la vida. Carnaval dionísico en donde un rey no judío desposa una reina, del pueblo de Israel.

Purim, símbolo de la política y de las máscaras. Política del gesto.

Emmanuel Levinas escibió que “la guerra no se sitúa solamente como la más grande entre las pruebas que vive la moral. La convierte en irrisoria. El arte de prever y ganar por todos los medios la guerra –la política– se impone, en virtud de ello, como el ejercicio mismo de la razón. La política se opone a la moral, como la filosofía a la ingenuidad.”

Purim, símbolo de la política y de las máscaras. Gestos. En donde resuenan las palabras de Levinas allí, en el rincón de un carnaval que no deja de celebrarse, de generación en generación, con una máscara carnavalesca que no quiere sonreir, pero tampoco llora.


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