Lazos de sangre

En un lejano y pobre pueblo rural del sur de Estados Unidos, Ree Dolly (Jennifer Lawrence), una adolescente de 17 años debe encontrar a su desaparecido padre a punto de ser juzgado por la justicia. A riesgo de perder su casa, entregada como fianza por aquel en su última condena, Ree debe enfrentarse a la verdad que nadie, ni siquiera gente de su familia le facilitará. A la  adversidad económica y social se suman sus problemas familiares: una madre psíquicamente enferma, un padre drogadicto y ahora desaparecido, y dos hermanos menores de quien hacerse cargo. Estas circunstancias determinan que Ree asuma un rol prácticamente masculino: debe defender a su familia, cuidar a su madre, salir a cazar algún animal para la cena, y ahora hacerse responsable de la búsqueda de su padre.

Winter´s bone  revela la existencia de otro Estados Unidos. Un submundo con ciudadanos de segunda que ignoran las bondades del american dream. Un country marginal cuyos habitantes semianalfabetos, desahuciados, asustados y violentos se atrincheran en sus ranchos o trailers para “cocinar” droga y esconderse de la Ley.
Una región que parece una radiografía de un país olvidado, que no suele retratarse en el cine y la televisión hollywoodense, pero que no dejan de mostrar la otra cara del primer mundo.

Jennifer Lawrence brinda una interpretación fabulosa, que se destaca por la naturalidad con la que compuso su personaje. Una gran revelación.
Sin embargo, la gran figura de este film es John Hawkes, uno de los actores más subestimados del cine norteamericano que acá pudo brillar como nunca. Hawkes es uno de esos grandes artistas que la gente no suele reconocerlo por su nombre, pero si por su rostro, ya que apareció en todo tipo de filmes populares como American Gangster, Del crepúsculo al amanecer, Identidad, Una tormenta perfecta y la serie Lost, entre algunos de sus laburos más conocidos.

Este segundo largometraje de la talentosa directora Debra Granik remite a la mejor y más pura tradición de un cine independiente estadounidense. Propuestas alejadas por completo de las modas y de la demagogia, del ingenio irónico de tantos directores aspirantes a ser descubiertos y contratados por la gran industria. Historias duras, ásperas, viscerales, desgarradoras, que no temen sumergirse en la Norteamérica profunda y rural para describir sin complacencia, en todas sus facetas, dimensiones y alcances, la pesadilla que muchos intentan esconder.

Lazos de sagre intenta demostrar el tremendo grado de descomposición de una sociedad cerrada y dominada por el miedo, la violencia y el machismo en la que sus habitantes, ya sea por acción u omisión, por necesidad o complicidad, avalan un mundo sin reglas, salvo las del ojo por ojo o del sálvese quien pueda. Un western adaptado al siglo XXI, con personajes, historias y paisajes que se asemejan a aquellos que conquistaron las tierras del lejano oeste, como si el tiempo no hubiera pasado; como si, a pesar de los avances, todavía queden indicios de épocas que no han sido superadas.

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