Jerusalem & Babilonia, ¿por qué está en caída libre el judaísmo liberal?

El verdadero enemigo al que se están enfrentando los movimientos Masortí/Conservador y Reformista tanto en Israel como en Norteamérica y otros países en el mundo, es la apatía.

La membresía de las corrientes liberales del judaísmo en los Estados Unidos, Reformista, Masortí/Conservador y Reconstruccionista, están en caída libre, o por lo menos es los que nos dicen los medios norteamericanos. Su liderazgo cada vez más asediado está desorganizado y encuentra cada vez más difícil mantener bajo control a sus rabinos y líderes comunitarios, y mucho menos a sus congregaciones que están disminuyendo.   

Hay millones de razones para esto, una combinación de tendencias demográficas, incertidumbre teológica, cuotas exorbitantes en un momento de dificultades financieras y los estragos de las sectas “new age” y cabalistas por un lado y una corriente ortodoxa como Lubavitch por el otro.  

Pero cuando leí los reportes de los problemas de los liberales del otro lado del Atlántico no pude evitar pensar que no es la primera vez que Israel está al frente de la curva.  Se nos ha dicho por tanto tiempo que los movimientos Masortí/Conservador son las corrientes judías más grandes en el mundo y que sólo era una cuestión de tiempo antes que la mayoría secular en Israel también se diera cuenta que existe una clase de judaísmo mucho más amigable.  Pero esto simplemente no se ha materializado.  

No es culpa del liderazgo de la región – han hecho todo lo posible.  Construyeron elaborados templos y centros que ofrecen muchos más servicios comunitarios y eventos culturales que cualquier sinagoga israelí ortodoxa pudiera jamás imaginarse.   Se los acusó de ser movimientos “anglo-sajones” que no tenían contacto con la realidad israelí, reclutaron a inteligentes jóvenes rabinos nacidos en Israel.  Lucharon en la Suprema Corte por los derechos de los inmigrantes de la ex Unión Soviética a quienes el rabinato ortodoxo no reconocía como judíos y tenían prohibido casarse en Israel.  Nada dio resultado – las comunidades no ortodoxas siguieron siendo chicas y aisladas mientras la corriente ortodoxa y la jaredí crecían y los israelíes seculares continuaban prefiriendo la versión ortodoxa para sus raras visitas a la sinagoga.
¿Tiene este fracaso de toda una generación del judaísmo progresista de establecerse como una fuerza a tener en cuenta en Israel algunas lecciones para el declive de los movimientos matriz en los Estados Unidos?

A un columnista ortodoxo le resultaría muy fácil contestar esa pregunta – sí, diría él (obviamente no sería una mujer), tanto los israelíes como los norteamericanos han podido ver la verdad que se esconde tras la fachada artificial de estas “modernas” herejías germano-norteamericano-neo-cristianas y ahora o están regresando al redil del verdadero idishkeit o se han perdido para siempre en el mar de la asimilación.  

Por más desagradable que pueda resultarle esta respuesta a los que no comparten la persuasión ortodoxa, es difícil argüir con el éxito.  Pero es un argumento erróneo.  Casi todo el aumento de la ortodoxia es debido a su demografía interna, y mientras es cierto que hay algunos que han cruzado las líneas no hay ninguna prueba que su número sea mayor que el de los que hicieron el viaje en la dirección opuesta.

Los movimientos liberales están perdiendo, no ante sus competidores ortodoxos, puesto que raramente son los mismos judíos.  Un miembro de un templo reformista que deja que la cuota de su familia se atrase, cesa de participar en actividades comunitarias y pierde contacto, no por eso comienza a asistir al shil ortodoxo de su barrio.  El verdadero enemigo que está enfrentando a los Movimientos Reformista y Masortí/Conservador, tanto en Israel como en Norteamérica y otros países del mundo, es la apatía.

Obviamente, los ortodoxos tienen una ventaja inherente, una obligación de rezar en un minián tres veces por día, y aún el “frumer” menos estricto hará un esfuerzo por hacerlo por lo menos dos veces en el sagrado día de  descanso.  Una comunidad ortodoxa no tiene el por que de ofrecer mucho más que una habitación para rezar, un par de rollos de Torá  algunos sidurim.  Pero esa no es su única ventaja.  Las comunidades ortodoxas no necesitan una organización techo para establecer o financiar a sus sinagogas tienden a tener una base mucho más barrial y surgen casi automáticamente en cualquier lugar  en que una docena de familias se asienten dentro de una distancia que se puede recorrer a pie.  No todos sus miembros serán realmente observantes – algunos son con certeza “heréticos de closet” – pero el entorno familiar que aún un minián provisorio provee sirve de poderosa atracción.  Un minián exitoso es también un club social, el primer lugar al que acuden las familias nuevas en el vecindario y a menudo también se convierte en un importante centro para el trabajo comunitario.  Y muchas de estas sinagogas zonales son totalmente independientes y se las arreglan muy bien sin un rabino.

¿Tienen  los reformistas y los masortí/conservadores alguna oportunidad de imitar a los ortodoxos y adoptar el método del barrio? Con toda seguridad será una lucha cuesta arriba, porque carecen  del instinto básico, pero las organizaciones regionales y nacionales tienen que encontrar una forma de alentar y proveer las herramientas absteniéndose del impulso de dirigir desde arriba.  Puede ser su única oportunidad de revertir la inexorable tendencia de descender a la irrelevancia. 

Fuente: www.haaretz.com
Traducido por Ría Okret

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