En búsqueda del "ser", crónica del viaje a la monstruosidad del hombre

altSer antisemita puede, gracias a la costumbre, sonar hasta normal. Vivir en el siglo XXI y escuchar anti-israelismos es casi tan corriente como leer el diario.

Pero no se adelanten. No es ese el “anti” al que me refiero, el cual no deja enfocar mis sentidos hacia delante e imposibilita que trague tranquilo. Ya empecé mal, y me disculpo. Confundirme con la primer palabra era previsible: ¿Ser? ser es un estado vivo, natural. Es la definición exacta del “viviente”. El ser humano respira, come y duerme. También lo motivan sueños de realización y felicidad, pero para continuar la lista deberíamos escribir otro artículo. Quiero y debo ir más allá. Mucho más lejos pero más cercano aún, el ser humano debe ser, simple y complejamente a su vez: “humano”.

Debo aclararlo, ya que sería como decir, por ejemplo: “hoy me levanté solidario”. Definitivamente eso no es por definición “ser”. Ser solidario es un estado permanente, estructural y perfectamente entero; inseparable.
Sin embargo, esperen; volvamos más atrás. Vengo de los Lagers, de los campos donde el pasto yace rojo por la sangre, y por la tristeza. Ya que en Polonia no vi simplemente la historia de meros antisemitas de carne y de hueso. Vi al ser “anti vida” en su perfección mirando todo lo ocurrido en Kazimierz, aquel gran barrio cracovino riquísimamente judío, al cual hoy solo queda por agregarle el prefijo “ex” a todo lo anteriormente dicho. Lo vi además al ser “anti moral” caminando por Majdanek con su traje perfectamente planchado, y con su pelo más rubio que el sol. No tan lejos del “anti ético” que escuchaba todo en Plaszow, mientras el cielo se disfrazaba de testigo y todos lo miraban a él. Todos ellos juntos se reían con una voz más molesta que fuerte, tan irónica como soberbia, y definitivamente asquerosa.

No entiendo en qué me estoy equivocando... me cuesta avanzar. ¿Es posible ser un “ser humano” y actuar en contra de lo “humano”? Sí, no me queda otra que afirmarlo, aunque nada me cierra. Me invade, ante todo, la duda en abundancia, como si ella sola se apoderara de mi cuerpo. Porque si fuese tan sencillo comprender el “no matarás” que no usaron… Pero, al contrario de ello y lejos de avalar esa máxima como universal, vinieron y la transformaron por un “no sentirás” como quien transforma lo que dice la Torá en un cerrar y abrir de ojos, mientras el frío de esa tarde polaca en Bendin era un paralelismo psico cósmico ideal con la sangre congelada de estos “hombres”, que por lo que entiendo hasta ahora, además de todo tenían sangre.

“Haflings” les llamo Primo Levi para diferenciarlos de cualquier otro ser normal que haya pisado esta tierra, ya que mucho más allá de inventar sistemas de maquinarias altamente revolucionarios en Hi Tec que apuntan a la perfección, rapidez y momentánea producción de muertos (poniéndose en el podio de los rankings de velocidad, por encima incluso de la comida chatarra); eligieron una tecla favorita en el teclado, y fue nada más y nada menos que “delete”.

Impresionante. Siguiendo esta lógica, entonces, de hoy para mañana podríamos dejar de sentir como si fuese gratis. ¿Acaso es esto posible? ¿Puede el hombre revelarse ante su propia
naturaleza?
Me mareo. Espero que ustedes no, pero es casi como caminar en un mar lleno de nada y de todo a la misma vez. Es la ambigüedad personalizada. Espero haberles dejado claro que no es esta la clase de literatura sobre La Metamorfosis kafkeana, donde el enajenamiento de aquel hombre de su sistema es una muestra soberbia de la locura del mundo. Paradójicamente, estamos hablando del mismo club, aquel que vio nacer y entrenó bajo sus canteras pangermanistas y la bandera bien alta de “cultura” al bicho kafkeano enajenado, como también al “hombre anti hombre”.
No obstante, debemos retornar a los “Haflings”. Es increíble lo mucho que me cuesta el tan solo hecho de intentar denominarlos correctamente. Su complejidad de descripción es, sin dudas, inmensa. A pesar de ello, no debo caer nuevamente en el error. Es tan difícil no poder referirse a un “ser” como a uno propiamente dicho que me distorsiona el pensamiento y me hace temblar, produciendo una revolución nerviosa en mi cerebro. ¿Son? ¿Respiran?… ¿Son acaso personas? El “anti gitano” y el “anti homosexual”, ¿pueden considerarse promotores de vida? ¿Y
el “anti distinto”?

Fui a la escuela, y por suerte no falté a esa clase de idioma español sobre antónimos donde aprendí que los polos contrarios extremadamente opuestos, es muy poco probable que logren consensuar, por no decir terriblemente imposible. El hecho, entonces, de que el “anti” y el “pro” se junten por una misma causa, es una falacia, y tan lejana a la realidad como los dinosaurios. ¿Un “vivo anti vida”? ¿Un “humano anti humanos”?
Pero me equivoco de vuelta, y se me parte la cabeza y el corazón con el tan solo hecho de pensarlo y recordarlo: pues existió, actuó deliberadamente, atribuyéndole al hombre tan alto grado de incomprensibilidad al actuar que no puede digerirse tan fácilmente.

Y lentamente llegamos al día de hoy. Sesenta y cinco años después del fin del intento del fin. La última etapa de un viaje hacia la voluntad de que un pueblo deje de existir, de que mi familia hoy no existiese. Claro está que un pueblo repleto de personas y no de galletitas ni de pelotitas de ping pong. Nunca antes el hombre minimizó tanto al hombre en su propia historia. Pues al fin y al cabo, ¿quién más que ellos escribieron las páginas en blanco de todos los tiempos?

El hombre contra el hombre fue un partido a muerte, literalmente hablando. Pero entonces me pregunto de nuevo: ¿eran, ambos grupos de víctimas y victimarios, hombres? El nazi intentó humillarlo hasta tirarlo al piso y matarlo. Hasta cremarlo y convertir sus cenizas mezcladas con tierra en abono para los campesinos. Logró deshumanizarlo a niveles tan profundos que el hambre sustituyó a los sueños de cada niño de pijama a rayas. Fue tal la masacre que la lengua aún no ha creado palabras para describirlos, pues ni siquiera el hombre puede admitir que fue tarea suya.

A pesar de todo, hay algo que no me marea. Existe y lo veo. Es una idea tan clara como distinta. Cualquier intento de deshumanizar, humillar y convertir a la persona en nula convirtió al hombre en mucho más humano. No hay duda alguna de que este luchó por sobrevivir con muchas más dificultades que los artesanos de la muerte vestidos con svásticas. Sus objetivos eran tan cortos como sobrevivir al fin del día, a ver otra vez las estrellas, a conseguir el pedacito de pan y rezar que esa noche no lo moje con pichí el que duerme arriba, pues está enfermo y no puede levantarse ya que ha dejado de moverse.

Eso debe ser recordado como una luz que nos ilumine el mar hacia donde queremos educar: la vida por encima de todo. Pues es este el lema que dijo presente cuando cantamos el Hatikva en el mismísimo Treblinka, ya que entendimos que es el valor de la vida lo que hace que recordemos y nunca olvidemos. Pero por encima de todo, vale recalcar que aún no le encuentro palabra precisa para
denominar a semejantes asesinos del aire, los cuales han militado hasta el cansancio por destruir las leyes ético morales de la humanidad, las cuales, en gran parte gracias a sus víctimas, siguen existiendo como "normales". Y lo digo a pesar de que cada vez nos cuesta más hablar de una "normalidad" universalmente compartida y aceptada, pues tampoco el indiferente de algún barrio de Varsovia las mantuvo como tradición en su cena de lunes, ni tampoco en su
desayuno del jueves.
Por todo esto me solucionaron un problema. Gracias a ellos entendí qué camino seguir y qué ejemplo dar, imponiéndome automáticamente el “pro a vivir” por encima del “pro a morir”.

Concluyendo: no podemos juntar en el reino de los vivos, de los sensibles y de los pensantes, tales opuestos como si fuese moneda corriente. En oposición a ello, debemos luchar en contra de que se reproduzca cualquier ceniza de ese pensamiento que enfrenta al ser humano con su enemigo más terrible: el rechazo discriminatorio. Lo que nos queda es recordarlo y actuar por nuestros medios en contra de cualquier atisbo de segregación al distinto. Actualizar lo que pasó es recordar con los pies en el calendario y con los ojos en el libro de historia. Y por supuesto, recordar y nunca olvidar, como también transmitir, por encima de todo, como legado y deber principal.

· Más leídos ·

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos