A mi querida nieta

altTe dimos la bienvenida al mundo esta semana. Con tu nacimiento me sucedió algo raro, que no sentí con el nacimiento de mis hijos.  Te miré y empecé a calcular qué edad tendría yo cuando tú te cases o si estaré vivo para celebrar contigo la bar o bat mitzvá de tus hijos. A los 52 soy un abuelo joven, y Dios mediante me quedan muchos años por delante.  Sin embargo sentí tu nacimiento como el comienzo de una nueva era, que me di cuenta seguiría más allá de mí.  Una era que te formará y a la que tú también darás forma.  No quiero sobrecargarte ahora innecesariamente porque desde tu perspectiva tu más importante desafío en el momento es llegar a dominar el arte de alimentarte.  Pero escribo esto con la esperanza que un día dominarás esa tarea y otras, y podrás leer lo que te estoy escribiendo hoy.

Has nacido dentro de una gran tradición y un gran pueblo.  Uno de los desafíos de una tradición de 3.500 años es que con cada generación se convierte en más cargada de detalles, leyes e ideas.  En nuestra tradición a menudo es difícil distinguir los árboles del bosque, entender cuál es el corazón y lo esencial entre las millares de tradiciones que aparentemente no tienen fin. Obviamente cada generación tiene que identificar y responder a estas preguntas por sí misma.  Pero hay una respuesta que fue dada hace 2.000 años por uno de nuestros grandes rabinos de acuerdo a la cual he actuado durante toda mi vida y que espero te guíe a ti también.  Hillel el Viejo dijo “Lo que es odioso para ti, no se lo hagas a otros. Esa es toda la Torá, el resto es comentario.  Ve y estudia.”

Amo a nuestra tradición.  Pero muy a menudo, al igual que otras religiones, sufre de una enfermedad auto inmune en la que parte de la tradición se ataca a sí misma y socava sus propias metas.  Se supone que la religión debe ser una fuerza para el bien y una identidad religiosa una base para la grandeza.  Sin embargo demasiado a menudo parece que funcionara a la inversa.  En nombre de Dios, y por fidelidad a la ley, a menudo nos volvemos ciegos a lo que es realmente importante. Demasiado a menudo, la religión y el compromiso religioso se tornan en catalizadores para rendir por debajo de nuestra capacidad tanto moral como espiritual.

Hillel trató de guiarnos un poco a través de este laberinto.  Dijo, "volvamos a lo básico".  Primero, ser un judío es reconocer que debes tratar al prójimo como quieres ser tratado tú.  El fracaso moral es pocas veces el resultado del rechazo de los principios morales; es más bien la reducción de su aplicabilidad.  No es que no sepamos lo que es bueno, nunca tenemos dudas acerca de lo que creemos que son las obligaciones de los otros para con nosotros.  La fuente del fracaso es cuando anestesiamos nuestras conciencias por medio de racionalizaciones que nos permiten tratar a nuestro prójimo en forma diferente.

En esto, la religión no te será de gran ayuda, porque ella misma ha sido a menudo la fuente de la que nacen estas racionalizaciones.  Si alguien pertenece a otra religión, no es lo suficientemente observante según tus estándares, ha enojado a Dios a tus ojos; estas racionalizaciones y otras han sido usadas una y otra vez para limitar la decencia moral en nombre de la piedad religiosa.

Rezo por que la enseñanza de Hillel siempre sea tu brújula.  Aunque las personas son obviamente diferentes, y tus responsabilidades hacia ellos variarán, pocas veces te equivocarás si los tratas con los mismos estándares que tú personalmente desearías si los papeles estuvieran invertidos.  Kant lo llamaba “universalizabilidad”.  Nuestra tradición está basada en que todos los seres humanos somos iguales, porque todos fuimos creados a imagen de Dios.  La segunda parte de la enseñanza de Hillel es que esta regla es toda la Torá.  Ahora bien, Hillel sabe que eso no es verdad.  El judaísmo no puede ser reducido a lo ético.  Una vida de profundidad y grandeza contendrá inevitablemente espiritualidad, rituales y cultura.  “Esa es toda la Torá y el resto es comentario” no es una afirmación descriptiva sino una afirmación prescriptiva por medio de la cual Hillel está enseñando que en última instancia todos los aspectos de nuestra tradición deben cumplir con esta regla básica.  Si en algún momento nuestra fidelidad a la fe y a las prácticas de nuestra tradición resultan en o tan siquiera abogan por una mediocridad moral, nuestro deber hacia la regla moral básica debe prevalecer.  “Ésa es toda la Torá y el resto es comentario” quiere decir que en última instancia, cualquier aspecto de nuestra tradición que no esté a la altura de este estándar debe ser abolida.  Al hacerlo, no estamos violando la tradición, sino sanándola.  
“Ve y estudia.”  La obligación de todos de estudiar es lo que nos iguala.  La tarea de construir una vida honesta y decorosa  y una religión de decencia no puede nunca ser la responsabilidad de unos pocos.  La religión a menudo crea una casta elite de los ungidos, aquellos que “conocen” la ley, aquellos que “conocen” lo que Dios realmente quiere.  Sin frenos y contrapesos los ungidos muchas veces se convierten en una fuente de corrupción moral.  “Ve y estudia” – no necesitas a nadie más que a ti misma para enseñarte qué te resulta odioso.  No necesitas más que tus convicciones morales para asegurarte que todo el resto es comentario.

El futuro de nuestra religión y nuestro pueblo te pertenecerá a ti.  Espero que podamos caminar juntos.  Una vez que hayas aprendido cómo comer y algunas otras habilidades básicas, me gustaría invitarte a que ayudes a formar el futuro de nuestro pueblo.  Nuestra tradición nos enseña que no tienes que completar la tarea pero tampoco eres libre de desistir de ella. Somos todos partes de una cadena multi-generacional.  Cada uno de nosotros es responsable en su propio tiempo de asegurarse que nuestro pueblo y su tradición estén a la altura de los estándares más elevados.  Aunque todavía no lo sabes, tu tiempo ha comenzado.

Traducido por Ría Okret   

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