En busca de la coherencia perdida

“…Toda crisis es pérdida para atrás y crecimiento para adelante. Sólo que la pérdida o rotura es algo que se te da y el crecimiento es algo que tú debes producir, que no viene solo y automáticamente…”.
Jaime Barylko.

El título puede sonarles al oído como cualquier canción de moda, pues por poco no es la tinta de Barylko. Casi. La única diferencia (y no solo por temas de copyright) es que no pretendo ahondar en lo mismo que este
magnífico escritor ya hizo. La palabra “valores”, aunque la utilizaré con frecuencia, no será el núcleo central de estas ideas, sino que, por el contrario, la protagonista principal será la “coherencia”. La Real Academia
Española la define como una “actitud lógica y consecuente con una posición anterior”. Puede sonar coherente, valga la redundancia, con lo que entendemos vagamente de la misma. No obstante, esta no será una lección de epistemología griega. Pretendo, opuestamente a ello, zambullirnos en un mundo que es tan real como la vida misma, y tan profundamente vivida
como una realidad soñada. Es, en síntesis, la voluntad de un grupo de jóvenes en tiempos posmodernos de intentar desafiar a todos los escépticos
del planeta y equilibrar, como balanceándose en un hilo, el mundo de ayer con el de hoy, las ideas con la práctica, su esencia con su forma y, en fin,
sus valores con sus propias vidas. Bienvenidos, por lo tanto, a nuestra
escuela de la vida.

La tnua no es solamente un movimiento educativo. Es, además, unconjunto de jóvenes que nos tambaleamos continuamente entre lo que soñamos ser y lo que somos, en la irrefrenable búsqueda por repararnos a nosotros mismos, en mejorar al Estado de Israel y al mundo que nos rodea
–tikun olam-. Ahora bien: esa luz que nos ilumina el paso, ¿quién la prendió? Y fuese quien fuese el iluminador histórico, aquél ideal que encendió, ¿acaso es relevante hoy en día? Si hace setenta años viajaban miembros de Habonim Dror a convertir Eretz Israel en Medinat Israel, nosotros, ¿somos ellos resurgidos en otros cuerpos? ¿Tenemos los mismos valores, las mismas ideas y los mismos desafíos? ¿Cuál es el equilibrio perfecto entre nuestro pasado, nuestro presente, nuestras ideas, nuestro corazón y nuestro alrededor?

Cuestiones semejantes a estas, y preguntas de todo tipo y color; dudas más difíciles de responder que de reformularlas, han sido, desde que tengo memoria en la tnua, la piedra en el zapato que nos molesta al caminar. No obstante, es ambigua: mientras nos duele y nos molesta, nos motiva a redescubrirnos, a salir de la crisis. La introspección es, por lo tanto, nuestro mejor remedio.
 La incansable trepada hacia una claridad ideológica y práctica es, además de una nueva comisión de discusión conocida como Darkeinu -nuestro camino- dentro de la estructura de la
tnua, uno de los objetivos más cercanos a nuestros ojos. El estudio nuestro pasado y su conexión con nosotros mismos es la mejor forma que encontramos para continuar nuestra marcha.

Voy a recalcar, antes de seguir, el valor de detenerse. El tan solo hecho de entender el problema y de estar dispuesto a encararlo, es primordial antes de darnos por vencidos en la inmensa superficie del
conflicto, y puede ser, incluso, más complejo que su resolución. Esto se debe a que agachar la cabeza y desordenar el supuesto orden jamás resulta sencillo en estas épocas de inercia, stress y velocidad sin frenos. Vaya coincidencia con este día fundamental en la historia de nuestro pueblo
milenario.

Organizar un Iom Kippur de estas magnitudes alimenta esa llama que tanto soñamos encender. Tal vez no entendamos su importancia, ya que muy pocas veces sucede que al plantar un árbol, analicemos su raíz y la llevemos a campos que parecen innecesariamente profundos. Pero lo que
aquí es cierto es que nuestro afán de remediarnos, de curarnos, de querer respirar bien, es fundamental para comprender el por qué de esta actividad.

Por eso aquí destaco la palabra “coherencia” y la subrayo hasta el cansancio, pues es un ejemplo perfecto de descargar de un mundo idealista y teórico, parte de esa cultura judía que tanto repensamos, repasamos y educamos, pero que pocas veces nos detenemos en practicarla, moldearla a nosotros mismos. En fin, en ese juego recíproco de hacerla nuestra y de construirla nosotros a ella. Eso es, en los hechos, parte del proceso de correspondencia entre lo que pensamos y lo que hacemos: entre esa herencia judía que elegimos nuestra y la posibilidad de interpretarla y
practicarla como creemos y como sentimos.

Por lo que, con todo lo que dijimos anteriormente, podemos decir  que nuestra reflexión está lejos de ser efímera. Ser un movimiento, ser  jóvenes responsables de otros jóvenes y de nosotros mismos, nos obliga a recapacitar a diario, a institucionalizar la reflexión. En suma, ¿Cuándo
mejor que Iom Kippur para poner en tela de juicio nuestros actos y nuestros pensamientos para acercarnos mucho más a la coherencia?

Por todas esas razones, estamos en busca de la coherencia perdida, en un proceso duradero que busca contrastar la crisis con analgésicos producidos por nosotros mismos, y a nuestra manera.

· Más leídos ·

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos