El hombre de al lado

altLeonardo es un hombre de clase media burguesa dedicado al diseño, exitoso y brillante en su trabajo. Junto a su mujer y su hija vive en la ciudad de La Plata, en la única casa que el famoso arquitecto suizo Le Corbusier diseñó y construyó en toda América, un hecho para nada menor dentro del relato y del universo plástico de la película. Una mañana Leonardo se despierta por una serie de ruidos insistentes que al principio no consigue identificar. Se trata de un grupo de albañiles que acaban de abrir un boquete en una medianera vecina para instalar una ventana, cuya vista caerá de lleno dentro de su propia casa. Sorprendido e indignado, Leonardo ordena a los obreros que se detengan y que le informen al dueño de la propiedad lindera que no puede instalar una ventana ahí, violando su privacidad. El desgano con que los albañiles aceptan la orden resulta un preanuncio de lo que vendrá: lo próximo que sabrá Leonardo al respecto será a través de nuevos ruidos de obra. Desde su ventana, Leonardo conocerá a Víctor, el hombre de al lado, que asomado al boquete, intimidante con la voz arenosa y su físico robusto, impondrá los ritmos de la relación que ambos tendrán partir de allí. “Sólo quiero capturar unos rayitos de ese sol que a vos te sobra, Leonardo”, le dice Víctor al afortunado habitante de esa casa con piel de vidrio. El hombre de al lado también pone en juego la relación de clases: Leonardo no podrá sino sentirse intimidado por la intrusión de aquello Otro que llega desde afuera al intentar penetrar su mundo, a quitarle el espacio que, según él cree, le pertenece legítimamente. Primero de forma física y evidente, desde ese gran ojo abierto en la pared que mira dentro de su casa; luego desde lo personal: Víctor irá forzando una relación de intimidad que Leonardo quiere inútilmente rechazar. Lo otro irá ganando la curiosidad de Leonardo, su deseo; una admiración velada de rechazo. Como en las películas de Hitchcock y Polanski, la mirada de Leonardo, su propia subjetividad, irán construyendo a Víctor hasta convertirlo en obsesión. Ese hombre expuesto a la mirada de cientos de personas desconocidas que se acercan a ver la casa de vidrio de Le Corbusier rechaza e intenta someter y extirpar la mirada abandonada de ese vecino que busca robarle “unos rayitos de sol” y amenaza con mostrarlo tal como es.


Voyeurismo y la mirada del otro son dos conceptos que adquieren protagonismo en la película constantemente. Vivimos en una sociedad egoista, poco íntima, donde el contacto directo y cordial con nuestro "vecino" se ha perdido. En este mundo solitario, del hombre único y centro de todo, ¿quién es el que mira de manera correcta y quién es el que mira de manera incorrecta? ¿será que ciertos preconceptos sociales nos llevan a pensar que ciertos modos y formas son los moralmente aprobados y bien vistos?

Leonardo vive en una casa hecha por uno de los mejores arquitectos de la historia, Le Corbusier, una casa con una iluminación perfecta, espacios adaptados para la comodidad a escala humana, con una perfecta combinación de verdes, y una decoración que alterna entre los blancos y los transparentes. Tiene una esposa profesora de yoga y meditación y una hija adolescente hermosa. A esto se le suma que es un prestigioso diseñador industrial que ha tenido mucho éxito en su país y en el mundo, es referencia en su profesión. Dicho así Leonardo tiene la vida perfecta, esa vida que quizás cualquiera de nosotros soñamos, la que nos cuentan que es "eso" a lo que hay que "llegar" o "alcanzar".
Si ahondamos un poco más en la filosofía de Le Corbusier es posible rescatar algunos conceptos interesantes que aportan aún más elementos a este relato: por ejemplo, este  prestigioso arquitecto veía todo proceso de diseño con fines utópicos. Sin embargo, uno de los puntos esenciales quizás sea la ventana longitudinal que define las ventanas como un elemento que mejora la relación con el exterior.

Al parecer Le Corbusier no estaba tan errado, su proyecto contenía un alto grado de utopía.
Leonardo no tiene una buena comunicación ni para el adentro, ni para el afuera. Vive en un mundo frío, sin sentimientos, donde la felicidad no tiene ningun significado. La aparición de una ventana, de un vecino que lo observa y que hace, de cierta manera, que él se observe a sí mismo, lo descoloca, hace que pueda verse a él mismo desde la perspectiva de un extraño. Esto lo descoloca.

Planos cortados, primeros planos, planos incómodos acompañan a un gran guión en este camino conceptual. Estéticamente la mirada del otro, la mirada de Víctor, es oscura, es negra, por lo menos en lo que se puede observar a través de su ventana, en sus atuendos y en el color de su camioneta. Quizás apelando a la subjetividad de Leonardo, quizás todo lo que está pasando está en la cabeza de Leonardo y en una forma de poder ver su propia vida desde otra perspectiva. Víctor es un personaje casi opuesto a Leonardo, un tipo con lenguaje y formas casi vulgares, expresa su sexualidad libremente, no tiene familia, caza la comida que come y sus modales no siguen el reglamento hasta rozar casi la violencia. Sin embargo, en algun lugar de su ser demuestra ternura e interés por los demás.

Rafael Spregelburd y Daniel Aráoz, quienes personifican a Leoanrdo y Víctor, se prestan al juego de versiones y apariencias con toda plasticidad. Los secundan de manera sobresaliente Lorenza Acuña en el rol de mucama paraguaya y Eugenia Alonso, cuya Ana de esencia viperina profesa la espiritualidad del yoga y exige el irritante “piquito-piquito”.

Titulo original: El hombre de al lado
Género: Comedia dramática
País: Argentina
Año: 2009
Duración: 1h40'
Director: Gastón Duprat, Mariano Cohn





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