Todo intento de facilitar el diálogo es positivo pero no debe obstaculizarse con preconceptos

Las agencias internacionales de noticias informaron, en el correr de esta semana que acaba de terminar, que los gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay, se preparaban para reconocer al gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, hecho que sucedería en algún momento del año próximo. En el caso uruguayo, ello no constituye una novedad, aunque la gran prensa no se haya ocupado de ello.

La noticia no es ciertamente una novedad para cualquier lector atento. Es, en realidad, la culminación de un proceso que ya lleva varios años y que parece se completaría en el 2011. Pero por advertido, no adquiere la condición de válido. El propósito es imposible no compartirlo. Es más, es anhelado por nosotros. Sin embargo, exhortar a la negociación de las partes en conflicto condicionando las bases de ese diálogo constituirá un severo contrapeso a los mejores deseos.  Y lo que es peor, una nueva frustración.

¿Qué es la ANP y cómo surge?

Vale recordar que la Autoridad Nacional Palestina surge en 1994, como resultado de los acuerdos de Oslo entre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el Estado de Israel. En el espíritu de ese acuerdo se aspiraba a ir a más, y por ello la ANP aparece como una institucionalidad transitoria, con un horizonte de 5 años tras el cual tendrían lugar las negociaciones finales. Fue en base en esos acuerdos que la Autoridad Palestina fue designada para controlar tanto la seguridad como la administración civil en las áreas urbanas palestinas (referidas como "Área A"), y sólo control civil sobre las áreas rurales palestinas (el "Área B"). También se define una “Zona C” que permanece bajo control israelí, y Jerusalem Este que es excluida de los acuerdos de Oslo.

Así las cosas, los ministerios y demás organismos centrales de gobierno se instalan entre Ciudad de Gaza y Ramala, cercana a Jerusalem.

Vale remarcar que oficialmente es un territorio autónomo y una nación, pero no es un Estado reconocido internacionalmente, pese a estar en proceso de independencia. La Autoridad Nacional Palestina (controlada por Al Fatah, y presidida por Mahmud Abbas) gobierna en Cisjordania, mientras que en la Franja de Gaza es la organización Hamás la que ejerce el control y mantiene el gobierno del anterior primer ministro Ismail Haniya.
Una obviedad más: todos los días, uno sí y otro también, de manera directa o indirecta, las autoridades israelíes y las palestinas, tienen puntos de contacto. Ya sea por cuestiones prácticas de seguridad, de paso frontera, etc. No por obvio hay que dejar de mencionarlo.

La paz, esa meta tan esquiva

Si hay un conflicto del que abundan los datos y falta la información, es precisamente el de la región en la cual está, milenariamente, asentada Israel. Un día sí y otro también se dan datos de lo que va sucediendo, pero poca información. Los datos se transforman en información, cuando contextualizados y sistematizados, cobran sentido, adquieren contenido, y ayudan a explicar ciertos fenómenos del pasado, del presente y también del futuro.

Presentadas las cuestiones como accidentales, la sucesión de datos se transforman en una suerte de relato acumulativo en donde solo gana la pasión y nunca ocupa un espacio, un tiempo, una pausa, el análisis y la comprensión de los hechos.

De este conflicto, como gustan decir algunos, opina todo el mundo. Y creo que está bien, muy bien que así suceda. Está en los que se sienten involucrados, en los que ansiamos una solución inteligente, pacífica y justa, dedicar algo de nuestro tiempo a explicar, a hacer docencia, con humildad y con paciencia, para que sea un poco más comprensible esta historia de desencuentros. De lo contrario, de nada sirve que luego nos quejemos cuando las cosas no salen tal como las esperamos.

Entonces, en primer lugar, tracemos con claridad la línea de las gentes bien intencionadas que, en función de sus principios, de sus historias personales, quieren contribuir a la mejor resolución de esta situación lamentable, y a tratar de construir juntos un camino que nos acerque a una realidad más satisfactoria para todos.

De este lado, los demócratas. Todos nosotros y todos los que quieren que el futuro sea armónico con el principio de dos pueblos, dos estados. En esa categoría está casi todo el Uruguay. Todo el sistema político uruguayo con representación parlamentaria adhiere, y de manera entusiasta, a este principio. Esto es un primer punto de partida excelente para encarar el futuro.

También en ese colectivo, en el que estamos nosotros y casi todos los uruguayos, tomamos partido por la paz de manera inmediata. Todas las partes, sin salvedad, deben abstenerse de intervenir militarmente y replegar sus acciones a sus propios territorios. Y todas las partes, sin excepciones, deberán asegurar que ningún grupo ni ciudadano podrá atentar contra el territorio vecino. Así que el segundo punto, indispensable, es el de fronteras seguras. No hay paso que se pueda dar si ello no se garantiza de manera estricta y serena.

“Dos pueblos, dos estados”, “fronteras seguras”, son dos pilares para el inicio de la construcción de una nueva realidad. Sin embargo, creo que no son suficientes. Ambos gobiernos, deberían optar por una declaración mínima, directa y sencilla, en la que se establezca que ambos estados tienen el derecho a existir y la obligación moral y ética de convivir sin tensiones. Ambos Estados deberán reconocerse mutuamente, sin lugar a doble lectura.

Y si en algo pudiéramos incidir, sería en solicitar/reclamar que comience a implementarse medidas de distensión, de reprocidad, para alentar la creación de un nuevo estado de ánimo que alimente el deseo postergado de paz. Un conjunto de acciones pacificadores, de distensión. Dichas desde aquí, desde la posición que uno ocupa, la de un simple ciudadano, no es más que un deseo, una aspiración.

Las declaraciones de Argentina, Brasil y Uruguay

Las preocupaciones por la resolución positiva de la situación en Medio Oriente son genuinas y hablan bien de los gobiernos de nuestros países. Por muchas razones siento que es así.

En primer lugar, porque Uruguay debe impulsar como un principio de aplicación universal la obligación de que los conflictos se resuelvan de manera pacífica y apelando a los buenos oficios de la cooperación internacional para instalar una mesa de diálogo directa entre las partes, aún cuando sea necesaria la presencia e inteligencia de mediadores.

En segundo lugar, y directamente relacionado a lo anterior, hay que quebrar la lógica militar del conflicto. Toda nación, todo Estado, tiene el derecho legítimo a defenderse cuando es agredido, tanto desde el punto de vista militar como de los ataques terroristas, pues ningún gobierno responsable puede tolerar que sus ciudadanos estén expuestos a secuestros, atentados y asesinatos, entre otros actos de vandalismo. Por ello, es indispensable impulsar que cada situación conflictiva, cada intento beligerante, sea bloqueado efectiva y realmente, por una fuerza abrumadora y contundente, que cierre toda posibilidad de eludir sus responsabilidades en los foros internacionales.

En tercer lugar, por el espíritu humanista que ha caracterizado a nuestro país. Esa profunda vocación humanista debe exhortar al conjunto de las naciones a rechazar enérgicamente toda vía de confrontación que se traduzca en pérdidas humanas. Ningún conflicto justifica la muerte de una sola persona, aunque esa muerte sea, por sus circunstancias y su significación para el colectivo, un acto heroico. Es inadmisible que para la resolución de un conflicto alguna de las partes crea que la muerte o la eliminación total del otro sea un camino. Por eso, comparto y tengo la certeza de que lo compartimos todos, que rechazamos toda acción, directa o indirecta, que tenga como consecuencia la perdida de una sola vida humana.

En cuarto lugar, en esa misma mesa de diálogo e incluso como punto previo, como punto de arranque para animar la marcha positiva de las conversaciones, deberán los estados y gobiernos acordar tomar de manera inmediata y efectiva todos los cambios necesarios en el sistema educativo admitiéndose únicamente, como principio universal, la educación para la paz, para la democracia, y la aceptación de las diferencias como algo natural y hermoso de la diversidad. Así, garantizamos que las nuevas generaciones, los niños y niñas de la región, respiren un aire nuevo cargado de primaveras. Una resolución así nos mostrará que podemos construir algo nuevo, que se puede cambiar. Y que cambiar es, antes que nada, una decisión política.

Por ello evaluó como altamente positivo este esfuerzo. Sin embargo, no puedo ocultar una preocupación que devalúa el alcance de la iniciativa.

Si esta acción lúcida e inteligente de Argentina, Brasil y Uruguay es para poner énfasis en la instalación de una nueva instancia de diálogo directo, con o sin apoyo de intermediación, pero directo, exhortando a la más rápida concreción de objetivos positivos y alentadores, habremos de celebrar la iniciativa.

Si por el contrario, esta acción pretende actuar estableciendo referencias que las partes aún no han acordado, diciendo cómo hay que resolver este largo y angustiante conflicto, habremos perdido el tiempo y las ilusiones de millones de personas. Lo más desalentador, especialmente para los millones de personas que son parte y víctimas de esta situación dolorosa, es que se habrá gestado una pompa de jabón y no una posibilidad.

En ese sentido, la referencia a unas fronteras o a cualquier otra precondición que no sea la de renunciar a la opción militar y la práctica terrorista, no facilita la concurrencia de factores subjetivos en función de los objetivos comprometidos. La meta del esfuerzo de nuestros países no debería ser otro que el de contribuir a  generar un nuevo clima internacional, regional, para impulsar la instalación de una mesa de negociación que solo tenga por resultado un acuerdo concebido en clave de futuro, en obligaciones para la paz.

Las negociaciones que alcanzan resultados positivos son las que se conciben pensando en el futuro, no en el pasado; son las que se proyectan pensando en la construcción y no en los derrumbes. Son las que se forjan conjugando esperanzas y anhelos, y no en recriminaciones. Son las que se concretan creciendo “desde el pie”, como cantaba Zitarrosa, y no pensando en cómo torcerle el brazo a una de las partes.

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RECUADRO

Uruguay, sin sorpresas

Desde hace ya varios meses que el gobierno uruguayo había dado señales claras de cuál era el camino que estaba recorriendo. Esas señales fueron siempre en la misma línea y cuidando de no afectar, en la medida de lo real y posible, a otros sectores de la sociedad que podrían sentirse lesionados.

En efecto, a mediados de setiembre pasado, el presidente Mujica en su espacio en la radio M24, comentaba que durante el año 2011 el gobierno uruguayo habría de reconocer a la autoridad palestina. Recordaba, además, que Uruguay mantiene "relaciones formales" pero no diplomáticas desde abril de este año, en ocasión de la visita del ministro de asuntos exteriores de la ANP, Riyad Al Malki.

Lo importante de esa reunión, es que ciertas carroñas regionales, provocadores profesionales que han sido apartados de toda representación aunque invoquen una calidad de la que fueron despojados, no participaron de las reuniones. En efecto, quienes se reunieron oficialmente con el gobierno uruguayo fueron el ministro de Asuntos Exteriores de la ANP acompañado del embajador de la ANP en Brasil, Ibrahim Al Zeben, y del director para América Latina del Ministerio de Asuntos Exteriores de Palestina, consejero Munjed Saleh.

 

Más acá en el tiempo, el 30 de setiembre de 2002 el Ministerio de Exteriores, a través de la Resolución 382, encomendó al embajador Alfredo Cazes desarrollar las gestiones administrativas correspondientes a los efectos de instalar la oficina de representación de Uruguay en la ciudad de Ramala. La Resolución referida establece que "es intención del PE designar al cónsul general en Dubai para ejercer la representación del Gobierno de la República ante el Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina con sede en Ramala".


Más recientemente, en unas declaraciones al semanario Búsqueda, el canciller Almagro explicó cómo serían los próximos pasos formales que debería procesar el Ministerio para concretar la decisión adoptada. En efecto, en la edición del 7 de octubre expresó que  "para establecer relaciones diplomáticas, primero hay un  acercamiento entre altas autoridades de dos países, que se cierra con el intercambio de cartas reversales entre los cancilleres o presidentes, aunque este caso sea especial porque no se trata de un Estado".

Uruguay, en ningún documento propio, se ha hecho trampas al solitario y ha demostrado hasta ahora, que a la distancia el mejor aporte que se puede hacer es contribuir al encuentro, a la estabilidad de las emociones, para ser, en cualquier caso, un agente pacifico y pacificador, y nunca un factor de disidencias. Seguramente esto habrá de continuar siendo así.

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