La ética judía

Una reciente encuesta realizada por la organización Guesher muestra que una mayoría absoluta de la comunidad religiosa ortodoxa y ultra-ortodoxa apoya la expulsión de los hijos de los trabajadores extranjeros, en tanto que la comunidad secular está dividida sobre la cuestión. La encuesta también muestra que la comunidad religiosa prefiere el mandamiento "primero los pobres de tu ciudad" por encima del mandamiento de ayudar al extranjero y al huérfano. ¿Por qué la comunidad religiosa ha abandonado el movimiento por los derechos civiles cuando existe una rica infraestructura en la tradición judía para proporcionar un marco para movimientos de este tipo? Los Doctores Zvi Mark e Ishay Rosen-Zvi analizan el tema desde puntos de vista opuestos, pero llegan a una conclusión similar y sorprendente: éste es fundamentalmente una discusión acerca del carácter del Estado.

Dr. Zvi Mark: “Los resultados de la encuesta refuerzan el sentimiento de que existe una profunda brecha cultural en el Estado de Israel. Mientras que las energías de la izquierda se canalizan hacia cualquier lucha que intente reducir el carácter judío del Estado, la derecha y la derecha religiosa están interesadas en preservar y hacer hincapié en el carácter exclusivamente judío del Estado.

La expulsión de los hijos de los trabajadores extranjeros es un claro ejemplo de esto. Los titulares de los medios de comunicación y la campaña pública se basan todos en la intención de confundir al público. Este no es un caso de unos pocos hijos que son expulsados o la dolorosa separación de sus familias, sino el regreso de las familias de los trabajadores extranjeros ilegales a su país de origen: los padres junto con sus hijos. La hipocresía y la falta de credibilidad se hace particularmente evidente en el hecho de que el pueblo judío no hace mucho tiempo sufrió la expulsión de miles de familias que habían vivido en Gush Katif durante varias décadas y se habían asentado allí legalmente y de acuerdo con una decisión del Gobierno y con el apoyo y el estímulo del Estado. Esto es, hasta que se tomó la decisión de que se trata de una zona prohibida a los judíos, y el ejército expulsó a segundas y terceras generaciones de hijos que habían crecido allí. Sus hogares y campos fueron destruidos y todo el trabajo de su vida simplemente desapareció.
Abraham Joshua Heschel y Martin Luther King en la Marcha por la Paz, 1968

 
Como ustedes saben, había miles de niños en Gush Katif. Por lo tanto, en este caso la hipocresía es particularmente evidente. Si el problema es la actitud del Estado hacia los niños, ¿dónde estaban las organizaciones de la izquierda cuando la situación involucraba a miles de niños judíos de Gush Katif, que fueron desarraigados de sus hogares, muchos de ellos aún hoy sin una solución adecuada a su situación?

Otro buen ejemplo es lo sucedido durante el pogrom de Amona: la mayoría de los ciudadanos eran niños y jóvenes que fueron golpeados por policías montados, detenidos y heridos con violencia innecesaria. ¿Dónde estaban sus derechos humanos? ¿Qué organización de izquierda se levantó para hablar en su nombre?

Se podría afirmar que los jóvenes de Amona habían violado la ley, lo que justifica el silencio de la izquierda, pero ¿qué pasa con la flagrante violación de la ley todas las semanas en Bil'in? ¿Y dónde está el respeto a la ley cuando la situación involucra a trabajadores extranjeros ilegales? La respuesta es simple: se habla en nombre del imperio de la ley cuando se trata de un puesto de avanzada ilegal de la derecha, pero se mantiene el silencio en el caso de una violación de la ley que implica violencia contra los soldados. Las posiciones sobre estas cuestiones no están relacionadas con la ley per se o una preocupación por el bienestar de los niños per se, sino con diferentes perspectivas sobre el carácter deseado del Estado. La conmoción por la expulsión de los niños sólo se manifiesta cuando pertenecen a los trabajadores extranjeros: está bien expulsar a los hijos de los colonos. Este es un debate distorsionado y sólo el control de los principales medios de comunicación por parte de la izquierda hace que sea posible.

Quienes atribuyen valor a la existencia del Estado deben preguntarse cómo debe manejarse la cuestión de la inmigración ilegal. Para un judío religioso, ésta es una cuestión fundamental. Los miles de personas que llegan cada año a Israel a través de Egipto se conocen como "refugiados" en los medios de comunicación, pero la investigación del profesor Arnon Sopher ha revelado que se trata de trabajadores migrantes cuyo único destino es Israel, no porque sean perseguidos en otros países, sino porque Israel es un país rico. Y aunque Israel tiene una política de inmigración clara e inequívoca, existe una coalición de organizaciones de izquierda que automáticamente se pone del lado de los inmigrantes.

El flujo migratorio está creando enormes problemas en las zonas en las cuales se establecen los inmigrantes. La situación en Eilat y en el área de la antigua estación de autobuses en Tel Aviv es bien conocida. A la larga esto representa una amenaza demográfica para el carácter judío del Estado, y hasta existe la posibilidad de la creación de un Estado dentro del Estado. Sin embargo, la sensación es que es más fácil movilizar a los activistas de la izquierda para rescatar a las ballenas enferma en una playa remota que la organización de un grupo de parejas jóvenes para que vayan a fortalecer a la población judía en la ciudad de Eilat o en el sur de Tel Aviv. Pero además, existe la sospecha de que hay gente de la izquierda que está interesada en estos inmigrantes como un contrapeso al crecimiento vegetativo natural de la derecha religiosa y de los ultra-ortodoxos. Para ellos, los inmigrantes son la respuesta al aumento demográfico natural de la población religiosa y tradicional.

La oposición de los partidos de la izquierda a todo lo judío les impide convertirse en una verdadera fuerza social. La izquierda es representada -y con razón- como dispuesta a luchar por los enfermos en África o por un inmigrante no judío, pero no levantará un dedo en pro del pueblo judío. ¿Por qué es que Shas puede dedicarse a hacer frente a los desafíos sociales y ser un partido promotor del bienestar social con muchos votantes que no son ultra-ortodoxos, mientras que Meretz es incapaz de hacerlo, aunque en principio estas ideas aparecen en su plataforma? Una de las respuestas está en la impresión de que las energías de la izquierda están totalmente canalizadas hacia las luchas contra el carácter judío del Estado, contra el gobierno y contra el ejército.

Esta situación desalienta a las comunidades religiosas y de derecha a unirse a la lucha encabezada por la izquierda y quizás esta es la razón de los resultados de la encuesta citada anteriormente. La comunidad religiosa teme involucrarse en una agenda de un "Estado para todos sus ciudadanos" o en campañas dirigidas por el Fondo Nuevo Israel (New Israel Fund). Es más fácil para una persona religiosa participar en una actividad de derechos humanos fuera de las fronteras de Israel, que no está contaminada por la política. Pero además, en la comunidad religiosa se presta mayor atención al destino del pueblo judío, mientras que el sistema de valores de la izquierda, que se aparta de la idea de cohesión nacional, hace que la persona religiosa recule. Metafóricamente se puede decir que cuando la persona religiosa se entera de que hay madres en dificultades, va a ser la primera en ofrecer ayuda a su propia madre y ante la pregunta de por qué está ayudando a su propia madre cuando todas las madres están en peligro, consideraría a la misma como moralmente repugnante.

Por supuesto que esto son generalizaciones, y muy amplias, pero la pregunta se formuló a nivel de generalizaciones y encuestas. No hay duda de que a nivel personal, hay personas que son más éticas y personas que son menos éticas en ambos campos; sin embargo, la raíz del asunto es la diferencia entre los valores y el discurso moral. En el caso específico de los hijos de los trabajadores extranjeros con los que comenzamos, ni siquiera es una diferencia en el discurso moral, sino una distorsión deliberada del discurso público de una manera que impide que una cuestión fundamental sea debatida con claridad, es decir, la inmigración de los no judíos al Estado de los judíos".

Dr. Ishay Rosen-Zvi: “En teoría, no existe ninguna relación entre el nivel de religiosidad y la negación de los derechos a los inmigrantes. ¿Cuál es la conexión entre la observancia de los mandamientos y la expulsión de los hijos de los trabajadores extranjeros (es decir, los niños que han nacido aquí y no tienen otra lengua o cultura, pero tuvieron la mala suerte de nacer en hogares de trabajadores migrantes en lugar de hogares de inmigrantes por la Ley del Retorno)? ¿No es el Estado judío un principio nacional en lugar de uno religioso? Una forma de vida religiosa debería conducir a una mayor sensibilidad humana, como el judaísmo de "Tikun Olam" (que se encuentra comúnmente en el extranjero, pero que es prácticamente desconocido aquí). Sin embargo, si se analiza el tema en profundidad, este resultado no es tan sorprendente.

La actitud paternalista y discriminatoria hacia el no judío está de hecho profundamente arraigada en la conciencia religiosa judía, así como dentro de la educación religiosa. La conciencia de que "Tú nos has elegido de entre todos los pueblos" es uno de los pilares de la identidad judía y tiene implicaciones de largo alcance. Esto no es nada nuevo. El judaísmo post-bíblico tomó forma como un sistema religioso-étnico en el que la religión y las personas existen en una simbiosis inseparable. "Tu pueblo es mi pueblo y tu Dios es mi Dios", dice Ruth. La literatura rabínica creó una ética en el centro de la cual estaba el pueblo, y la diferencia principal estaba entre el judío y el gentil. De hecho, la etapa crítica en este sentido no es la discriminación contra los gentiles, sino la formación misma de la categoría del goi, la creación de un nombre unificado para cualquiera que no sea judío. Por lo tanto se crea una estructura binaria y dicotómica: judío vs. gentil. A pesar de todo lo natural que nos pueda parecer, esto no es un concepto universal. Para un francés, un inglés o un estadounidense, no existe un nombre único que abarque a todos aquellos que no son de su nacionalidad.

Esta diferenciación se manifiesta no sólo en el pensamiento judío y la liturgia, sino también en la Halajá y la forma de vida judía, que son responsables más que nada de anclar y reforzar la ética religiosa. Y esto no es ningún secreto, comenzando con leyes para alejarse de los gentiles hasta llegar a restringir la aplicación de las leyes entre los seres humanos solamente a los judíos. Véase este solo ejemplo: no se permite transgredir las leyes del Shabat para salvar la vida de un gentil de acuerdo a todas las opiniones de la halajá clásica. Incluso en las decisiones halájicas modernas que han demostrado una mayor flexibilidad en este tema, las razones aducidas son "a causa del odio" o los "caminos de la paz", pero no el valor de la vida de un ser humano por la sencilla razón de que es un ser humano.

Uno de los principales efectos de esta ética de la comunidad religiosa es la ausencia total de no judíos en el sistema de educación religioso. Es cierto que no hay muchos en el sistema de educación secular tampoco, pero aún así éste contiene más que unos pocos de los inmigrantes que llegaron por la Ley del Retorno y que no son judíos de acuerdo a la halajá, palestinos que son ciudadanos de Israel, hijos de trabajadores migrantes e incluso refugiados. Por el contrario, su ingreso no sería ni siquiera considerado, y es de hecho inconcebible, en las escuelas religiosas. ¿Por qué? ¿No existen también las diferencias culturales en las escuelas seculares? Pero no es eso, es el aislamiento y el chovinismo étnico que se puede encontrar profundamente arraigado dentro de la ética religiosa, tanto de los ultra-ortodoxos como de la comunidad religiosa nacional.

Sin embargo, todo esto es sólo una parte de la historia, la parte sencilla. ¿Qué es más fácil, acusar a los religiosos, los ultra-ortodoxos y su emisario político, Eli Yishai, de una actitud atroz hacia los extranjeros? Es muy fácil olvidar que la expulsión de los hijos fue aprobada por un gobierno completamente secular. Esta fue la decisión de un Primer Ministro secular que la justificó con un argumento secular: la demografía, la lucha por preservar la mayoría judía. Esta fue también la justificación utilizada por la mayoría de quienes respondieron a la encuesta Guesher, que consideraban que los hijos deberían ser expulsados.

La presentación de la religión y el sionismo secular como si estuvieran en dos polos opuestos es un juego de palabras, una ilusión conveniente para todos. El Estado utiliza la religión como su guardián de fronteras en las áreas del matrimonio y la conversión, y allí y sólo allí, la religión es en efecto la máxima autoridad. Pero los límites de la ética y sus privilegios son determinados por el Estado judío secular, y el nombramiento de la religión para estas cuestiones sirve a los intereses de la nación, no los de la religión. Vale la pena recordar que no es la religión la que inventó el "problema demográfico", la Ley del Retorno, el Keren Kayemet y la "judaización" del Néguev y de la Galilea.

Por lo tanto, debe hacerse una clara diferenciación entre la sensibilidad y la política, y se debe tener cuidado de no caer en la trampa de considerar a la primera categoría como totalmente abarcativa. Esas mismas personas que se horrorizan por la expulsión de los hijos viven en paz y tranquilidad, y en general completamente identificados con una política sistemática de discriminación contra los ciudadanos no-judíos en el nombre de esa misma lógica demográfica. Basándose en este principio, el Estado discrimina a sus ciudadanos palestinos en todos los ámbitos de la vida, desde la asignación de recursos, tierras y  presupuesto hasta el derecho a contraer matrimonio y la negación de todos los derechos colectivos. En nombre de esta lógica, el estado no tiene leyes de ciudadanía, sino sólo "leyes de retorno" étnicas. Y este es el quid de la cuestión: la cuestión de la expulsión de los hijos de los trabajadores migrantes es sólo una pequeña fracción de la política de inmigración global, que es íntegramente dictada por la lucha demográfica "secular".

Un ejemplo de esta confusión inherente de cuestiones (que es mucho menos inocente de lo que parece) se puede ver en la reacción de Ilan Geal-Dor de la organización Guesher a la encuesta sobre religiosidad y la actitud frente a los hijos de los extranjeros. Dice, y cito, "La sociedad israelí está en una trampa entre su obligación de cuidar de cada persona, sea quien sea, y el deseo de mantener el Estado de Israel como un Estado judío y democrático. Nosotros en Guesher vemos con buenos ojos el deseo de la mayoría de los residentes de Israel de considerar al Estado como poseedor de un carácter judío, junto con la necesidad de resolver el problema de los trabajadores extranjeros". Este es un buen ejemplo de la manipulación del lenguaje en general. En primer lugar, con "la sociedad israelí" se refiere por supuesto solamente a los judíos ("una muestra representativa de la población judía adulta"), a quienes la encuesta ha dado el derecho exclusivo de determinar el carácter del Estado judío. En segundo lugar, la trampa no es el resultado del deseo de que el Estado de Israel siga siendo un Estado judío, sino más bien "judío y democrático". Y aquí cabe preguntarse: ¿De qué manera la expulsión de los hijos le hace daño a la democracia del Estado? Por último, no es el deseo de preservar una mayoría judía, sino más bien el "carácter judío" del Estado. Lo principal es no hablar de la cuestión en sí misma, es decir, el genio demográfico que estamos constantemente tratando de mantener dentro de la botella. Y es este esfuerzo que nos lleva, tanto en lo religioso como en lo secular, hasta el borde del abismo".

 



El Dr. Zvi Mark es profesor de literatura judía en la Universidad Bar Ilan y un investigador en el Instituto Shalom Hartman.
El Dr. Ishay Rosen-Zvi es el director de la Sección de Talmud en el Departamento de Estudios de Cultura Hebrea en la Universidad de Tel Aviv y un investigador en el Instituto Shalom Hartman.

 



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