Escobas étnicas

Lo que quedó -debajo de la alfombra genética- en la península ibérica.


El genoma de los habitantes de la península ibérica revela que el Edicto de Expulsión no logró del todo su objetivo. Estudios científicos demostraron recientemente que la presencia de los antiguos judíos sefardíes en Portugal y España no se ha perdido, al menos, en el ADN de sus habitantes.

El viento sopla sobre el Río Tajo. (Quizás es el mismo viento, que retorna siempre, y que alguna vez se llevó de las costas ibéricas a los miles de sefardíes, que dejaron atrás sus casas y sus tierras). Sobre la calle de adoquines la lluvia otoñal cae rítmicamente, empapando faroles coloniales y balcones de hierro forjado, tupidos de hojas y flores de estación. Las vecinas se apresuran a descolgar la ropa que cuelga en la ventanas sobre hacia la acera y a lo lejos se escucha el rechinar de un tranvía eléctrico. El shopping de las Moreiras, por su parte, se erige en el centro de esa postal urbana, dotado del modernismo propio de una ciudad europea. Así, en ese mix ecléctico que enmarca a Lisboa, me dispongo a reunirme con el ex - director de la Comunidad Sefardí en la capital lusa: Samuel Levy (un nombre que se repite en cada rincón del planeta, en miles de Samueles que conforman los judíos de la diáspora y cuyas procedencias sintetiza la  obligada idiosincrasia nómada de nuestro pueblo).  Dentro del piso de Samuel los objetos y adornos son muestras irrefutables de su identidad. Jamsas, platos de pesaj ornamentales, adornos orientales, alguna que otra menorah, y palabras en hebreo estampadas en formatos varios, por todos los rincones.
Samuel viene de una familia de sefardíes tradicional y su árbol genealógico es notable. Su ascendencia ha sido investigada y los registros familiares llegan hasta el 1500. Que Samuel sea judío -y tenga conocimiento de ello- tiene que ver con una decisión  tomada por uno de sus antecesores hace más de quinientos años. Aquel ancestro comprendió que para él, su pertenencia al pueblo de Israel era más importante que la tierra en la que vivía.  Así comenzó un periplo que llevo a su familia a trasladarse de Portugal hacia Recife, Ámsterdam, Hamburgo, London, Gibraltar, hasta retornar nuevamente a Lisboa.  


El último que prenda la luz
El desarraigo no fue la opción de todos los  judíos sefardíes.  No. No le voy a contar a ustedes, queridos lectores, lo que ya saben: que muchos prefirieron convertirse y abrazar -como se abraza una tabla salvavidas- la fe cristiana, o bien, hacerlo sólo en apariencia, continuando con el judaísmo de forma subrepticia. Al observar nuevamente el esquema genealógico, confirmo que quinientos años de historia sefardí, podrían resumirse en el notable árbol familiar de Samuel Levy.  Allí las uniones matrimoniales se presentan de forma curiosa, intercalando en las generaciones apellidos hebreos, y otros de origen judío (Sequeira, Mendes, Rodrigues, Pereira, etc).  Samuel  explica que los miembros de nuestro pueblo no tenían apellido: “Como en Rusia, nuestro nombre era compuesto con el nombre de nuestro padre, Jacob Ben Moses, por ejemplo, por eso era necesario, cambiar de identidad para no ser reconocidos por la Inquisición, incluso viviendo fuera del territorio ibérico (por aquello de el largo brazo… etc.). Por ejemplo el apellido Pereira fue tomado del árbol de la Pera, y muchos apellidos con origen en familias judías tienen nombres de frutas o del lugar donde vivían. Actualmente en Portugal y en España viven muchas familias que desconocen su linaje semita”. Cinco siglos después de este oscuro capítulo de la historia, la limpieza étnica promulgada por la Inquisición parecía haber logrado su objetivo: la soberana presencia de los judíos y moros en España y Portugal, brillaba por su ausencia… hasta ahora. Según Levy la ciencia ha demostrado que la luz de Sefarad no se ha extinguido, chispea secretamente, dentro de las pequeñas moléculas del ADN ibérico.  Samuel me presenta un artículo publicado por el American Journal of Human Genetics, titulado (atención: tome aire para leerlo en voz alto) “El legado genético de la diversidad religiosa y de la intolerancia: linajes paternos de los cristianos, judíos y moros en la Península Ibérica” (¡fiuuuu! .. un poco largo el título, pero, vale). En el mismo, se exponen pruebas empíricas de las marcas genéticas que legaron estos pueblos en la población actual; resultado de la conversión masiva de judíos y musulmanes al cristianismo en los tiempos de la Inquisición.




Cifras
    * 19, 8 % de la población de España y Portugal tiene origen es sefardí, 10,6% es musulmán y 69,6% es ibérica autóctona según un artículo publicado en el American Journal of Human Genetics.  


    * Delimitado por región, el porcentaje máximo se encuentra en el sur de Portugal, donde el  36, 3 % de la población tiene genes sefarditas. Dentro del territorio español en la zona de Aragón registra el mismo porcentaje de ascendencia judía en su población.
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Por su parte el doctor Francesc Calafell, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, indicó en una entrevista a la Agencia EFE, que “se estudiaron dos tipos de marcadores genéticos del cromosoma Y: unos muy estables que apenas varían cuando pasan de padres a hijos y otros, llamados microsatélites, que evolucionan mucho más rápido debido a mutaciones, que utilizaron como relojes”.  Para los investigadores (cuyo trabajo comenzó en el año 2000) este resultado permite recoger la historia de la península a través de los genes de sus habitantes.
He escuchado muchas veces a los rabinos comentar así como el judaísmo viene de la madre, la tradición sefardí o ashkenazi se hereda por el padre. Lo mismo sucede con los Cohen, privilegio que legado por la rama paterna.   Pues parece (para deleite de los observantes) que una vez más, la Torah y la Ciencia coinciden. La investigación -liderada por Mark Jobling de la Universidad de Leicester- se ha basado en comparar el ADN de 1.139 hombres de distintas regiones de España con el de 359 hombres de cuatro regiones del norte de África y con el de 174 judíos sefardíes, tomando en cuenta el lugar de nacimiento del  abuelo paterno. Es en el cromosoma masculino “Y” donde se esconde el secreto ancestral de los pueblos, ya que este cromosoma ofrece resultados menos ambiguos. El cromosoma Y  no se recombina en la reproducción, por lo tanto, sólo las mutaciones lo modifican, con lo cual los científicos pueden determinar su orden de aparición.  

Elena Bosch, la investigadora de la Unidad de Biología Evolutiva de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, señaló en una entrevista, que “las muestras analizadas se compararon con las de judíos sefarditas y de individuos del norte de África, que tienen la ventaja de ser muy diferentes a las poblaciones receptoras originarias de la península Ibérica, por lo que su diferenciación es sencilla. El equipo científico descubrió que el 19,8% de los hombres presentaban características genéticas atribuibles a los judíos sefarditas y un 10,6% a los norteafricanos”.



Herencia legítima
Tres horas, algunas tazas de café y un par de galletas de canela después, regresó a los adoquines húmedos de Lisboa. Las luces de un árbol gigante de Navidad ilumina el Parque Eduardo VII a lo lejos. Ya no llueve, y mientras camino de regreso hacia el Hostel en la Rua da Rosa, observó ese enorme símbolo del espíritu cristiano y pienso que esta investigación trasciende el ámbito científico. De alguna manera estrecha los lazos de los pueblos, genera consciencia del pasado y colabora con la nueva política de los gobiernos ibéricos (sobre todo del español) de rescatar el acervo sefardí y musulmán en su territorio. Dentro del plano poético y emocional, este resultado revela en parte, la misteriosa conexión que hasta el día de hoy los sefardíes sienten por Sefarad. Quizás sea el eco del murmullo que corre por la sangre de sus hermanos -llevado por el viento que sopla sobre el Río Tajo- el que los convoca desde la tierra que alguna vez los vio partir.

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