Los cambios en el Kibutz parte II

El segundo gran cambio respecto al trabajo fue la comprensión de que éste se ha transformado en la parte central de la actividad humana y ámbito de expresión del potencial personal. El terrible precio pagado durante décadas por el abandono de gente altamente capacitada (pero no satisfecha con las perspectivas de trabajo manual o limitadamente capacitado) ayudó a comprender la necesidad del cambio y generar la posibilidad de que cada miembro decida en qué y dónde trabajar, manteniendo el principio de que el fruto de ese trabajo (salario) vaya a las arcas de la comunidad. Esto permitió también el comprender la importancia del trabajo creativo y legitimar la ocupación en profesiones libres, a diferencia del credo original del trabajo en actividades primarias como “liberación” de la persona.
La comunidad deja de ser el administrador de las horas de trabajo de sus miembros para convertirse en el marco que permite la máxima expresión del potencial creativo de éstos, ya sea generando puestos de trabajo acordes a las inclinaciones de sus miembros, o ayudándoles a acceder a dichos puestos físicamente fuera del kibutz, pero principalmente generando una atmósfera favorable, invirtiendo enormemente en educación y hasta la comprensión de la relación entre las estructuras comunitarias y dicha expresión, por ejemplo para madres jóvenes, a las que el desarrollado sistema educativo en el lugar les permite conjugar profesión y maternidad, o en el otro extremo personas de mayor edad o debilidad física por accidente o enfermedad, a las que la comunidad contribuye a expresar su potencial intelectual aún cuando se hayan debilitado físicamente.

La legitimación de la libertad de elección de trabajo, y por consiguiente de salario, llevó a la mayoría de los kibutzim a “privatizar” esta área y a ofrecer a sus miembros el aliciente de ganar más dinero personalmente, creando asignaciones basadas en los ingresos personales en lugar del modo tradicional de asignaciones igualitarias. Por contraparte,  áreas y servicios que anteriormente la comunidad brindaba libremente pasaron a ser comprados por los miembros con dicha asignación.
En la corriente más extrema, de los kibutzim con menor cohesión social, se maximizó el ingreso personal y se minimizaron el aporte de la comunidad y las redes de seguridad, en algunos casos hasta el punto de que es difícil caracterizarlas como kibutz y probablemente en el futuro dejen formalmente de serlo.
Por contraparte los kibutzim “ortodoxos” marcaron como principio inamovible la inexistencia de relación entre el aporte de la persona a la comunidad y la recepción de bienes y servicios, afirmando que una vez este principio es alterado, el camino hacia la liberalización absoluta y la destrucción del kibutz como modelo son inevitable.

El pasar los kibutzim de la lucha por la supervivencia cotidiana a la generación de nuevas formas e ideas comunitarias, y el permitir espacios variables entre las áreas personales y generales a elección de las propias personas junto a los éxitos ya logrados en la calidad de vida en los órdenes mencionados (educación, salud, asistencia social, medio ambiente, etc. frente a la agudización de la sociedad de consumo y la ostentación de bienes materiales en la sociedad israelí), y la demostración de la viabilidad económica del modelo comunitario incluso en la sociedad capitalista, han comenzado a revertir la tendencia demográfica y se nota ya un fuerte influjo de familias jóvenes que piden incorporarse a los kibutzim, principalmente profesionales libres y ocupados en altas tecnologías, o en un denominador común más amplio, personas que viven de su capacidad creativa y buscan aunarla con un sentimiento de pertenencia a una comunidad que pueden contribuir a moldear y la obtención de una alta calidad de vida para sus familias, aún a costa de renunciar a parte de sus ingresos materiales.

El kibutz vuelve, lenta pero seguramente, a experimentar con la creación democrática de nuevas formas sociales. Esta vez no al servicio de la “nación” (la construcción del estado) ni de la “clase” (la avanzada de la revolución socialista) sino de la felicidad de su gente a través del compartir y autogestionar los recursos de la propia comunidad.


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