Multiculturalismo en el Uruguay – Notas de una Perspectiva Judía

A los efectos de esta nota utilizaré la expresión “multiculturalismo” con un criterio gradualista: desde una manifestación aislada de una cultura extraña dentro de otra mayoritaria que le es ajena hasta el multiculturalismo como un fenómeno social de interacción fecunda entre dos o mas culturas - prácticamente en todos los ámbitos del quehacer humano - dentro de una misma sociedad.  

Una manifestación de “multiculturalismo”, en su acepción más primitiva y limitada (pero con inequívoca impronta judía), ya estuvo presente en estas tierras hace doscientos años. Hasta hace poco se pudo afirmar con certeza que en 1815, en una misiva dirigida a Andresito, el propio Gral. José Artigas comparó su gesta con la liberación por Moises y Faraón de los judíos contra la tiranía de Faraón. Hoy se sabe que no es un documento hológrafo, de punto y letra de Artigas, pero, aun así, parece no caber duda que se trata de un documento de la época. La alusión, en ese momento y circunstancia, al episodio primigenio de la historia judío para describir el alcance y significado del levantamiento revolucionario artiguense no deja de ser sorprendente.      

De ese momento en adelante se puede hallar de todo.  

Garibaldi, por ejemplo, en su autobiografía, contrapone su propia vocación de empuñar las armas y morir por cualquier causa en que estuviera en juego la libertad, con la naturaleza burguesa, materialista y mercantilista del “judío”. Para Garibaldi no había espacio para la participación de la “cultura” judía en la Guerra Grande. 

Varias generaciones después,  a José Batlle y Ordoñez le cuesta comprender porqué los judíos, que compartían todos los demás aspectos de la vida de relación social con sus conciudadanos pretendían, sin embargo, ser enterrados en su cementerio propio y exclusivo Si se aspiraba a la igualdad entre los hombres ¿porqué admitir ese tipo de diversidad que los separa? Por lo menos, para Batlle, esa manifestación de la “cultura” judía le era ajena.   

No mucho después, en los años treinta, durante el gobierno del Dr. Terra, portavoces de las  fuerzas conservadoras representadas en el Comité Nacional de Vigilancia Económica,  manifestaban su oposición de abrir el país a la inmigración de más “rusos” (léase, “judíos” del Este de Europa) ya que ello podía afectar la naturaleza de una sociedad conformada por otros aportes inmigratorios más “sanos”. El multiculturalismo, como lo entendemos hoy, seguía sin ser el signo de la época.  

¿En qué momento se produce el gran cambio? No me refiero a sus causas profundas; simplemente a los tiempos en que hace eclosión. A mi juicio, se produce a mediados de la década del sesenta. Creo que la victoria de Israel en la Guerra de los Seis Días, percibida por casi todos como una guerra justa librada por los judíos contra enemigos aparentemente mucho más poderosos no fue ajena a este cambio de actitud. 

A ese respecto, me remitiré a las posturas de solamente tres figuras que tuvieron especial destaque durante y a partir de la década de los sesenta: Wilson Ferreira, Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle. A pesar de sus diferencias ideológicas, políticas y aun religiosas, pudieron formular, no obstante, una concepción que les era común: los judíos, fieles a su heredad y seguidores de su larga tradición son, desde su diversidad, forjadores del país. Aportan, desde esa diversidad, a su progreso espiritual, cultural y social y son, por ende, partícipes plenos en la construcción del país. Ninguno utilizó la expresión “multiculturalismo”, pero de eso se trataba.  

En suma, el fenómeno social que hoy denominamos multiculturalismo, que se nutre de innumerables vertientes, incluyendo la judía, - otrora una de las más cuestionadas -, ha sido gradualmente reconocido y valorado como una característica insoslayable de nuestro país. Celebrémoslo. 

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