A lágrima viva

Las 400 sesiones de llanto de los primeros dos años de vida de un niño no son producto de la naturaleza sino de la cultura. A los hijos de hecho se les enseña a llorar recompensándolos  con el pecho o la mamadera, canciones de cuna, arrumacos, mimos y otros gestos de parental ternura.

Vale decir, el llanto tiene mucho de cultural, mucho de creación humana colectiva. El hecho biológico, toda la fisiología relacionada con el llanto pasa a segundo lugar en esta historia (aunque hay información abundante y al parecer fidedigna).

El libro de Lutz se ubica más en el eje del relato histórico-literario de las lágrimas que en el de un informe propio de las ciencias médicas.

En la línea de ubicar el vector de investigación histórica en el ámbito de la vida privada, o en el territorio fronterizo entre lo privado y lo público, se plantea el esfuerzo de Tom Lutz, una tarea generosa en referencias,  redactada a la usanza de los viejos tratados y acompañada por unas instructivas, entretenidas y didácticas ilustraciones en blanco y negro.

Para Barthes y Schlegel, el llanto supera a las palabras en tanto forma de comunicación, debido a que el cuerpo, no corrompido por la cultura o por la sociedad, es naturalmente verídico, y las lágrimas son la forma esencial de discurso para ese cuerpo idealizado.

Para Aristóteles el fenómeno se relaciona con la catarsis. El griego estaría utilizando esta palabra para significar “purgación” o para referirse a un sentido más general de purificación. Freud habría incursionado en una terapia “catártica” relacionada con el llanto.

Historiadores, filósofos, literarios, personajes históricos de toda índole, comparecen para dar su lacrimoso testimonio, más o menos sesudo, a veces simplemente anecdótico, a esta corriente de llanto que se remonta al origen de los tiempos.
EEn el voluminoso libro se refieren curiosidades de todo tipo: las mujeres lloran más que los hombres, y son más proclives a la depresión. Las mujeres también tienen más problemas relacionados con no llorar que los hombres. Las mujeres padecen de ojo seco. Tanto en hombres como en mujeres, las glándulas lagrimales se encogen con la edad, de modo que, alrededor de los 65 años, el cuerpo sólo produce el 60 por ciento de las lágrimas que producía al comienzo de la vida, y a los 80 sólo el 30 por ciento.

Además de agua, mucina y aceites, las lágrimas contienen varias proteínas, entre las que se cuentan proteínas antibacterianas, inmunoglobulinas, glucosa, urea y varias sales.

Las lágrimas conmueven, seducen, exasperan, purgan, alivian, llaman a la acción, alertan, en definitiva: comunican algo. Constituyen un mensaje no verbal de primera importancia.

Tom Lutz, en 2009, inclinado sobre su pesado escritorio de roble de le universidad de Iowa donde funge como profesor en investigador en psicología y literatura, lloró de alegría al ver el primer ejemplar salido de la imprenta de “Crying. The Natural and Cultural History of Tears". Una de sus alumnas preferidas, Sarah, propuso ir a buscar una botella de champán Don Perignon, para festejar el acontecimiento, pero el Prevost de la universidad, que a la sazón también estaba presente en la oficina de Tom, la recriminó con dureza: “Drinking alcoholic beverages is forbidden for students”. Sarah, nerviosa, se largó a llorar.


EL LLANTO. HISTORIA CULTURAL DE LAS LÁGRIMAS. Editorial Taurus. Madrid, 2010. 435 págs.

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