La Teshuvá como base para el discurso renovado entre Israel y Palestina

La expiación, el perdón por nuestros pecados e indiscreciones, no es el objeto principal de Rosh Hashaná y Iom Kipur. Aunque en un principio ésta fue la intención primaria en la Biblia, la revolución en la tradición rabínica consistió en desplazar el foco desde la expiación de los pecados ante Dios hacia la responsabilidad de los humanos de arrepentirnos y modificar nuestro comportamiento. No se trata del amor de Dios y su aceptación del pecador, sino más bien de la expectativa de Dios en cuanto a que la humanidad se sobreponga al pecado y viva a la altura de las expectativas de nuestra tradición.

El hecho de re-encarar nuestras festividades más significativas a la luz de la responsabilidad humana del cambio se basa en una serie de principios fundamentales que son de gran importancia, especialmente en este año. El primero es la creencia de que el cambio es posible. Nuestra tradición no tiene una visión ingenua del ser humano. Sabe que en general la perfección es algo imposible y que el errar es inherente a la condición humana. Al mismo tiempo, el significado más profundo de nuestra creencia en la libre elección es que ningún error en particular es inevitable, y que al mismo tiempo ningún error en particular es imposible de ser revertido.

Poner el foco en el arrepentimiento se basa en una visión noble y sublime de los seres humanos como agentes al mismo tiempo responsables y capaces de la auto-transformación, y de que el futuro no está preestablecido y determinado. El hecho de que a uno se le ordene que se arrepienta implica la creencia en esa posibilidad.
Un segundo principio fundamental es que en tanto que la expiación podría ser lograda para un tercero, un papel desempeñado a menudo por el sacerdote, el arrepentimiento es una responsabilidad individual que requiere centrarse en la conducta propia y ante todo, rendirse cuentas a uno mismo de forma sincera. Se debe evaluar en qué medida uno está a la altura de sus propias expectativas. Para ello, hay que liberarse del auto-engrandecimiento y de la arrogancia moral. Es por esta razón que el proceso de arrepentimiento debe ser una experiencia encarada con humildad, en la que antes que nada uno se libere a sí mismo de las trampas de la autojustificación.

Una sociedad judía es una sociedad que cree en el cambio y asume la responsabilidad de garantizar que tanto el individuo como la comunidad sean capaces de embarcarse en un proceso de mejora. Por esta razón, la ley judía promulgó lo que se conoce como "takanat hashavim" (BT Gittin 55a), que requiere que los individuos y la comunidad incurran en pérdidas personales en caso de que el hecho de evitar tales pérdidas disuadiera a los pecadores de cambiar sus costumbres. Definir al otro como incapaz de cambiar y de transformarse a sí mismo por estar inmerso en un pecado "original" y un patrón de comportamiento inextricable viola los principios e incorpora creencias que son ajenas a nuestra tradición.

Una sociedad judía es aquella en la cual existe una constante apertura para confrontar los errores propios y que está permanentemente buscando caminos para mejorarse a sí misma. Asumir la propia rectitud y concentrar los esfuerzos en señalar las fallas de los demás es nuevamente pasar por alto el principio de teshuvá y su espíritu, en el cual se basa nuestra tradición.

Al igual que todos los años, como individuos y como comunidad, tenemos mucho para pensar y mucho para mejorar. Debemos asumir la responsabilidad por lo que hemos hecho y creado en el pasado y por lo que debemos hacer para moldear nuestro futuro.

Creo que sería muy útil llevar este espíritu e ideología no sólo a la sinagoga, sino también a nuestra vida política nacional. Al iniciar lo que podría ser nuestro último intento de encontrar una solución política al conflicto palestino-israelí, es fundamental internalizar nuestra creencia en la posibilidad del cambio. El pueblo y la Autoridad Palestina tienen mucho acerca de lo cual rendir cuentas y mucho para cambiar significativamente para que los israelíes nos convenzamos que la paz y la seguridad pueden coexistir. Sin embargo, es fundamental que no miremos el comportamiento pasado como predeterminante para las acciones futuras. Es hora de que nos liberemos de los traumas de la Segunda Intifada y la respuesta a nuestra retirada unilateral de Gaza. Creer que la sociedad palestina nunca pueda cambiar no sólo es una creencia autocomplaciente y destructiva, sino que es también la antítesis del concepto de teshuvá. Tenemos que creer que nada es inevitable, que no existe futuro que esté predeterminado y que la gente de bien realmente puede transformarse a sí misma y al hacerlo, transformar nuestro futuro.

En la confesión clásica de Iom Kipur cantamos con mucha humildad las palabras "ashamnu, bagadnu, gazalnu". Hemos hecho el mal, hemos sido infieles, hemos tomado lo que no es nuestro. La teshuvá consiste en asumir la responsabilidad por los fracasos propios. No se trata de dar cuenta de las carencias de los demás. No decimos ashamta, bagadeta, gazalta. Tú has hecho mal...

Nosotros y los palestinos por igual podemos llenar libros con nuestra percepción de los errores de los demás. En el espíritu de nuestras principales festividades dejemos de perder el tiempo. En nuestra tradición, si hay un “juego de culpas" para ser jugado, sólo hay que culparse a uno mismo. En un proceso saludable cada uno debe jugar a este juego por sí solo; no le evita a la otra parte el hacer lo que debe hacer en el espíritu de la teshuvá, creyendo y deseando que el otro haga lo mismo.

Primer Ministro Netanyahu, al viajar a Washington, mi brajá para usted y a través de ella para todo nuestro pueblo y para toda la gente de nuestra región, es que usted vaya como judío. Ruego que usted permita que el espíritu de Rosh Hashaná y Iom Kipur definan la actitud y el espíritu de las políticas que usted representa. No se trata de tener razón o de ganar tal o cual concesión política para sostener una coalición. Se trata de transformar nuestro futuro. Se trata de volver con el convencimiento de la posibilidad de un futuro nuevo y mejor para todos nosotros. Se trata de reconocer que lograr ese futuro comienza con rendir cuentas de lo que podríamos haber hecho para impedirlo y lo que podemos hacer para ayudar a que sea realidad. Se trata de reconocer que la grandeza no se logra obteniendo la expiación, sino ganándose el propio destino a través del difícil pero noble camino de la teshuvá.


Traducido por Daniel Rosenthal.

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