Sara y el Shofar. Parte I

“Sara era estéril—no tenía hijo” así nos presenta  el libro de Génesis (Gen XI-30) a nuestra matriarca.
No se nos dice si era bella, joven o vieja, sólo que  “era estéril”. ¿Qué significado posee el que una mujer sea estéril,  qué nos dice su útero? Útero en hebreo es "rejem" proviene de la misma raíz que Piedad, "rajamim".   Es decir: la piedad se siente desde el útero, esa Piedad con  la que pedimos en los Días Austeros, que D´s nos juzgue, y el tratar de realizar aquí en la Tierra lo que D´s  hace desde los cielos, se inicia desde Sarai, desde su útero vacío y yermo. También  veremos cómo está relacionada Sara a nuestros Días Austeros, Rosh Hashana e Iom Kipur, a través del sonido del shofar…

La primera orden divina que recibió el hombre fue: “creced y multiplicaos” (Gen I-28), cuando este primer objetivo básico  no se puede llevar a cabo,  la  misión queda incumplida y uno de los elementos que da sentido a la vida, se trunca. Sin duda, se puede considerar la posibilidad de tener hijos como  una  bendición, como está escrito, “y los bendijo D´s y les  dijo   creced y multiplicaos”.  El embarazo y el dar a  luz, son un don de D´s y una bendición. La visión de la Torá hace pensar en la esterilidad de la mujer como  una expresión del enojo o el olvido   de D´s,  que prohibe el fruto del vientre. Este  impedimento trae vergüenza y afrenta a la mujer. Todas las matriarcas fueron estériles, cuando Rajel luego de muchos años de espera, logra tener un hijo, lo llama Iosef, porque: “cesó D´s mi vergüenza”.

El texto, entonces, nos presenta a Sarai desde una descalificación, desde su falta, desde  su vacío… La Torá y especialmente el Midrash, ya sea Bereshit Rabá o Filón de Alejandría relatan cómo fue el camino de búsqueda de Abram para llegar a D´s, se nos habla de una sociedad politeísta y Abram como el primer  hebreo se encuentra no sólo del otro lado del Jordán, como el Midrash nos dice, él estaba de un lado y todo el mundo del otro. Pero  nada se nos dice de Sarai que estaba junto a él, aunque esta presentación- descalificación  nos sugiere que Sarai desde su vacío  también buscó a D´s, ”mimaakai karati-ka” “desde mis profundidades te llamé a Ti”… nos dice el Salmista, esto se puede aplicar también a Sarai.

En hebreo la palabra útero, es rejem, cuyo valor numérico es 248 como las articulaciones del cuerpo y como los preceptos positivos que tiene el judaísmo;  y también está íntimamente relacionada con la palabra Rajamim, que significa piedad. Pero volvamos a la esterilidad y sus vastas implicancias. Desde el punto de vista legal, la esterilidad para el hombre implica la imposibilidad  de tener herederos, pero para la mujer influye de forma directa sobre su posición social, ya sea dentro de la pareja como en la sociedad circundante  y también desde el punto de vista económico. En los sistemas legales que niegan la poligamia, como por ejemplo Grecia y Roma y en el derecho hebreo tardío,  la falta de hijos o la imposibilidad de tenerlos, podía ser causal  de divorcio. En cambio donde la poligamia es aceptada el problema se podía solucionar, ya sea con  la ayuda de una concubina, o de una segunda mujer, pero sin duda esta solución conllevaba otro tipo de problemas. Si vemos el caso de Tamar, nuera de Iehudá, que queda viuda y en espera del levirato, y quien es devuelta a la casa de su padre, en una situación totalmente anómala y degradante. Podemos concluir que la esterilidad y la falta de hijos,  afecta dolorosamente a la mujer. Se siente vacía. El constante anhelo de tener un hijo y no poder llevarlo a cabo puede influir en todos los ámbitos de su vida.
La poetisa Rajel Blaustein, escribió en 1928 el siguiente poema:
 
                           “¡Si yo tuviera un hijo! Un niño pequeño,
                            moreno con cabello enrulado e inteligente.
                            Si yo pudiera tomarlo de la mano y caminar lentamente
                            Por los senderos del jardín,
                            Un niño.
                            Pequeño.

                            Uri lo llamaría, mi Uri!
                            Delicado y claro es este corto nombre.
                            Trozo de luz.
                            A mi niño moreno
                            Uri
                            Lo llamaré!

                            Aún me amargaré como Rajel la matriarca
                            Aún rezaré como Janá en Shiló
                           Aún lo esperaré
                           A él.”

Volvamos al relato de Abram y Sarai.

Cuando Teraj murió en Haran, D´s ordenó a Abram que visitara Canaan, la tierra de su herencia. Abram partió  a la edad de setenta y cinco años, con Sarai, Lot, sus sirvientes su ganado y sus tesoros. En Siquem D´s volvió aparecerse a Abram y le dijo; “Esta es la tierra que poseerán tus hijos”, después de erigirle un altar, Abram asentó sus tiendas entre Betel y Ai, pero el hambre lo llevó más adelante, hasta que llegó a la frontera de Egipto, donde advirtió a Sarai: “Si los egipcios saben que eres mi mujer, me temo que me tendrán envidia y me matarán. Diles solo: “Soy la hermana de Abram”.

Las vicisitudes de la vida de la primer pareja de hebreos, no son fáciles. El cuerpo de Sarai es el hilo conductor del relato, primero su esterilidad y ahora su belleza. Aquí nos enteramos de la hermosura de Sarai. El Genésis Apocryphon que se encontró en los rollos del Mar Muerto coloca en boca  de un príncipe de la casa del faraón llamado Hircano una canción en elogio a Sarai, en ella dice entre otras cosas:

“ Qué bella es Sarai …
¡Cuán perfectos sus pechos, qué blanca su piel,…
De todas las vírgenes y desposadas
Que caminan bajo el cielo
Ninguna puede compararse con Sarai:
La mujer más hermosa  bajo el firmamento, excelente en su belleza;
Mas a pesar de todo esto es sabia y prudente
Y mueve graciosamente las manos.”


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