Frutas y Verduras, de Arcimboldo al siglo XXI

La publicidad televisiva de una cadena de supermercados nuestra alternativamente el rostro de una mujer orlado de frutas, los bellos rasgos de una dama completados y resaltados por aditamentos de bananas, manzanas, peras y naranjas que forman extrañas joyas, perlas enormes y coloreadas de bizarros collares botánicos. Toda una bijouterie frutal de enardecidos tonos.

La idea, por cierto, no es nueva. Sucede que el advertising, la ciencia contemporánea y sofisticada de la comunicación publicitaria, no tiene otro remedio que valerse de eso que, en algunos proyectos de trabajo y en algunas planillas de diagnóstico organizacional, se designa como "Recursos Humanos", membrete  que suele albergar desde la capacidad corporal de tarea, lisa y llana, hasta la chispa y la parafernalia más creativa que es capaz de brindar, puesta su cabeza en acción, un individuo de la especie homo sapiens.

VEGETALES FRESCOS

Un antecedente ilustre de estos juegos florales y frutales que hoy visitan los mass media puede encontrarse en el eximio milanés  de ascendencia alemana cuyo apelativo era Arcimboldo o Arcimboldi, o, también, Arcimboldus, como a veces se auto aludía el artista recurriendo al supuesto prestigio que a su nombre de familia italianizado aportaba la terminación latina.

La técnica de Giuseppe Arcimboldo precede en muchos siglos a la de los creativos publicitarios contemporáneos.

Arcimboldo nació en 1527 y murió en Milán el 11 de julio de 1593, de retención de orina y cálculos renales, "sin sospecha de peste".

En este punto de la historia debe traerse a colación a nuestro presidente inconstitucional Lorenzo Latorre quien, dictador, tuvo un papel fundamental en la implementación de ese moderno medio de servicio y consumo que son las ferias vecinales.

Desde que el dictador uruguayo Latorre, a fines del siglo XIX, impulsó  las ferias vecinales, éstas resultan espacio adecuado para que los anónimos arquitectos sin título, constructores espontáneos, artistas changadores, erijan complicados edificios de manzanas, monumentos hechos de peras y pirámides de naranjas.

Mediante mezcla y combinación de varias frutas muchos puesteros uruguayos (y fenómeno similar acaece en toda latinoamérica) han logrado, a fuerza de pulsión estética, emular las maravillosas obras del renacentista tedesco-italiano Giuseppe Arcimboldo.

En la obra del remoto pintor hay narices que son o se parecen a una pera, como la que define el perfil de la obra "El otoño", fechada en 1573. Hay duraznos que simulan la contracción plena de la mejilla esférica y coloreada, como en la obra que hoy se conserva en Bérgamo, titulada "El verano", de 1572.

Giuseppe Arcimboldo poseía la particularidad de asociar formas humanas y vegetales más allá de lo que en ese entonces la pujante razón modernista, el sentido común que rigió el segundo milenio, hacía posible. Pero no quedó allí su poder de vinculación entre formas para "contener" apariencia.

UN LIBRO ABIERTO

Ni bibliófilos y apasionados extremos de la letra impresa como Borges, Bioy Casares o Umberto Eco hubieran podido concebir los contornos, la profundidad y el impacto del óleo que Giuseppe tituló "El Bibliotecario", de 1566. Esta obra en verdad no describe a un "hombre libro" solamente. Se trata de algo más: es una parodia de todo aquello generado a partir de la invención de la imprenta, de todo lo que el teórico canadiense  norteamericano Marshall McLuhan llamó la "galaxia Gutenberg".

Hoy, en plena era que se ha dado en llamar postmodernidad o modernidad líquida, esta obra pictórica quizas esté más vigente que nunca: basta recorrerla de abajo hacia arriba, desde las láminas que simulan índices de un grueso volumen y a la vez dedos abstractos aplanados, recordatorios del invento mecánico e industrial de la prensa, hasta la cúspide abierta, cerebral, de un volumen cuyas innumerables páginas hacen las veces de cabellera, para observar cómo la figura plasmada por Arcimboldo deja el testimonio concreto de una escena intransferiblemente humana, de algo de lo que no habrían podido dejar huella ni el animal ni los ángeles.

La obra de Arcimboldo es la mimesis puntual del gesto humano "por otras vías".

Es la mirada la que construye significado y mediatiza. La manera de ver las cosas, la manera de entablar relación o diálogo con los objetos cotidianos logra entregar con mordacidad e ironía no la figura sino el espíritu del hombre, su arduo y perecedero esplendor.

· Más leídos ·

Consola de depuración de Joomla!

Sesión

Información del perfil

Uso de la memoria

Consultas de la base de datos