Praga, signo y misterio

Desde el Golem a Kafka

Acabo de abandonar Praga. No me he despertado esta mañana como Gregorio Samsa “convertido en un monstruoso insecto”, pero amanecí de modo diferente y diferentes serán todos y cada uno de los días que me quedan.

Amanecí  más humano. El milagro lo hizo mi visita a Praga y en particular mi visita al barrio judío, mis pasos en las sinagogas de esta ciudad, algunas de las cuales se cuentan entre las más antiguas de Europa.

El barrio se extiende en un área escueta, casi a la orilla del Moldava que justamente allí se curva en un ángulo recto, como si el propio cauce del río marcara un antes y un después de pasar por ese lugar trascendente.

La mañana en que lo visité, el cementerio judío estaba lleno de luz, las calles se habían anegado de una transparencia que enriquecía el aire y hacía más nítidos y agradables los sonidos. Era pleno verano en Europa. La ciudad bullía de turistas, pero el barrio judío invitaba a la reflexión y la contemplación interior y exterior. Es adecuado y necesario meditar en Praga.

Lo que sentí  en aquel lugar (que resistió el tiempo y la barbarie nazi) es casi inefable: no es sencillo verbalizarlo, pero baste dejar sentado que fue una inolvidable experiencia, mucho más profunda que la mera visita turística.

Por ese barrio, por esas calles cercanas al centro de la ciudad vieja anduvo un día Franz Kafka, escritor judío que desarrolló su obra en lengua alemana, autor de uno de los textos más geniales del siglo XX,  “La metamorfosis”.

En otro orden, una de las leyendas más divertidas de esta ciudad tiene que ver con la creación del Golem por un  sabio y luego arrepentido rabino (muchos afirman que en el siglo XVI, otros la reputan como muy anterior). El rabino dio vida a la criatura para que lo sirviera, pero la criatura se desbocó, causando la confusión y hasta el pánico en Praga.

No hay una sola leyenda del Golem, hay muchas. Algunas se contradicen, unas hacen hincapié en el humor, instaurando el divertimento y el equívoco propios de la fábula popular, otras son más reflexivas, más profundas, y otras constituyen verdaderas alegorías complejas de la creación del mundo y del hombre.

Jorge Luis Borges se ocupó de la leyenda del Golem es un estupendo poema que reproducimos íntegro al final de esta nota y cuya lectura creemos absolutamente recomendable.

Transcribo de una enciclopedia: “Un golem es un ser animado fabricado a partir de materia inanimada. En hebreo moderno, la palabra «golem» significa «tonto» o incluso «estúpido». El nombre parece derivar de la palabra gelem, que significa «materia en bruto». Scholem, en su obra "La Cábala y su Simbolismo", escribe que el Golem es una figura que cada treinta y tres años aparece en la ventana de un cuarto sin acceso en el gueto de Praga.”

Se dice que “la palabra golem también se usa en la Biblia (Salmos 139:16) y en la literatura talmúdica para referirse a una sustancia embriónica o incompleta. Similarmente, los golems se usan primordialmente en la actualidad en metáforas, bien como seres descerebrados o como entidades al servicio del hombre bajo condiciones controladas pero enemigos de éste en otras. De forma parecida, es un insulto coloquial en yidis, sinónimo de patoso o retrasado”.

Lo cierto es que por toda Praga se venden muñequitos de terracota que reproducen lo que se supone era la apariencia del Golem praguense. Chinos, latinoamericanos, ingleses, franceses, italianos, estadounidenses…todos se llevan su “golem” en miniatura de regreso a sus países.

En el centro de la ciudad vieja, muy cerca de la torre del célebre reloj astronómico, está en pie todavía una de las casas en que habitó Franz Kafka. En la Praga luminosa de hoy es en extremo difícil imaginar la génesis de la literatura kafkiana, pero lo cierto es que después de conocer las varias leyendas del Golem, se empieza a comprender que uno de los mejores modos de interpretar a Kafka es el de abrirse y aceptar como una verdad tajante el inteligentísimo sentido del humor que practicó en sus textos.

Es cierto que el adjetivo “kafkiano” refiere en el mundo de hoy procesos interminables y perversos, donde el individuo se ve sometido al sinsentido de una maquinaria social o simbólica (como en “El proceso”, como en “La construcción de la muralla china”) o al peso absoluto y deshumanizador de la rutina y las relaciones vinculares (como en “La metamorfosis”), pero una secreta línea une el humor y el divertimento profundo de la leyenda de aquel rabino que habría creado el Golem, con la inteligencia y el humor reflexivo que en forma de alegoría plasmó Franz Kafka: luego de visitar Praga descubrí que puede –y tal vez debe- leerse a Kafka como una muestra de ironía refinada y de profunda .inteligencia humorística

Claro que el signo y el misterio de esta ciudad no se reducen al Golem y a Kafka. El viajero que pisa sus calles empedradas descubre que la realidad de Praga es física pero también metafísica, construida con la sustancia de los sueños y de las pesadillas.

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EL GOLEM

por Jorge Luis Borges

Si (como afirma el griego en el Cratilo)

el nombre es arquetipo de la cosa

en las letras de 'rosa' está la rosa

y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.

Y, hecho de consonantes y vocales,

habrá  un terrible Nombre, que la esencia

cifre de Dios y que la Omnipotencia

guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron

en el Jardín. La herrumbre del pecado

(dicen los cabalistas) lo ha borrado

y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre

no tienen fin. Sabemos que hubo un día

en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre

en las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga

sombra insinúan en la vaga historia,

aún está  verde y viva la memoria

de Judá  León, que era rabino en Praga.

Sediento de saber lo que Dios sabe,

Judá  León se dio a permutaciones

de letras y a complejas variaciones

y al fin pronunció  el Nombre que es la Clave,

la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,

sobre un muñeco que con torpes manos

labró, para enseñarle los arcanos

de las Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos

párpados y vio formas y colores

que no entendió, perdidos en rumores

y ensayó  temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros)

aprisionado en esta red sonora

de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,

Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

(El cabalista que ofició de numen

a la vasta criatura apodó Golem;

estas verdades las refiere Scholem

en un docto lugar de su volumen.)

El rabí  le explicaba el universo

"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."

y logró, al cabo de años, que el perverso

barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía

o en la articulación del Sacro Nombre;

a pesar de tan alta hechicería,

no aprendió  a hablar el aprendiz de hombre.

Sus ojos, menos de hombre que de perro

y harto menos de perro que de cosa,

seguían al rabí por la dudosa

penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el Golem,

ya que a su paso el gato del rabino

se escondía. (Ese gato no está en Scholem

pero, a través del tiempo, lo adivino.)

Elevando a su Dios manos filiales,

las devociones de su Dios copiaba

o, estúpido y sonriente, se ahuecaba

en cóncavas zalemas orientales.

El rabí  lo miraba con ternura

y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)

'pude engendrar este penoso hijo

y la inacción dejé, que es la cordura?'

'¿Por qué  di en agregar a la infinita

serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana

madeja que en lo eterno se devana,

di otra causa, otro efecto y otra cuita?'

En la hora de angustia y de luz vaga,

en su Golem los ojos detenía.

¿Quién nos dirá las cosas que sentía

Dios, al mirar a su rabino en Praga?

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