Sigue soñando: Cuando Chelsea desposó a Marc

Artículo del Jerusalem Post

No puedo decir que estoy entusiasmado porque Chelsea Clinton se casó con Marc Mezvinsky este fin de semana.

No puedo decir que estoy entusiasmado porque Chelsea Clinton se casó con Marc Mezvinsky este fin de semana.  Ya que se casa con alguien judío ¿no podía haberse enamorado de alguien de mi familia? No lo estoy diciendo en serio claro está, no sólo porque estoy encantado que todos nuestros hijos ya estén comprometidos.

Pero envidio que esta pareja interreligiosa no tenga que enfrentarse con un problema que tiene uno de nuestros hijos: vivir en Israel.

Iair ha estado saliendo con Verónica por casi cuatro años.  Hace unas semanas decidió que había llegado el momento de comprometerse, se arrodillo ante ella y le pidió a Verónica la mano para casarse con ella, pronto para ponerle un brillante en el dedo.  Su respuesta fue más sensacional que el anillo, y el anillo realmente era sensacional.  Verónica le dijo a Iair que había algo que no le había contado.  Desde el día que se conocieron, le dijo, había estado aterrorizada del momento cuando tendría que compartir con él lo que iba a decirle.

Rezó que no la dejará  “No soy judía del todo,” dijo con voz temblorosa.  Iair se quedó estupefacto.  Resultó que su amada, nacida en Rusia, tenía un padre judío y una madre no judía.

A los 12 años llegó  a Israel, nos contó Verónica después, la primera mitad de su vida la había pasado escondiendo que era judía y la segunda mitad de su vida la pasó escondiendo que no lo era.  Fue al colegio aquí, sirvió en el ejército y vivió por el calendario judío al igual que todos sus amigos no observantes.  Se siente tan judía como cualquiera de ellos, se identifica completamente con Israel y el estado judío y está orgullosa de su contribución al sueño sionista.  Está agradecida por todo lo que ella y su familia han obtenido de este país.  Hay sólo una cosa que todavía está pidiendo quiere que se reconozca su pertenencia.  Durante años Verónica ha anhelado convertirse pero las exigencias del Gran Rabinato exceden en mucho lo que ella puede dar.  No está dispuesta a decirles que observará todos los mandamientos.  No quiere prometer que enviará a sus hijos a un colegio religioso.  No aceptan nada menos.

Iair no puede imaginarse nada que no sea un casamiento judío, no puede concebir (disculpen el juego de palabras) que sus hijos no serán judíos.

“¿Qué hago?? Me preguntó.  De repente me había convertido en una estadística.  En realidad, la estadística se convirtió en una persona con una cara hermosa y una personalidad encantadora.

El amorfo cuerpo de los 300.000 inmigrantes de la ex Unión Soviética ya no era sólo un titular de periódico.  Había chocado con mi familia y quería casarse con uno de sus miembros.

Volviendo a Chelsea y Marc.  Me los imagino preguntándome con impaciencia “¿De que estás hablando?” mientras terminan los preparativos para su propia boda. “Deciles que simplemente elijan la ceremonia que quieran y la lleven acabo.  Más adelante los chicos pueden decidir ser lo que quieran.  Como nosotros.”  La mamá de la novia está de acuerdo en tiempo real. “Con el paso de los años tantas de las barreras que evitaban que las personas se casaran cruzando fronteras de religión, color o de identidad étnica han simplemente desaparecido,” en palabras citadas en The Jerusalem Post la semana pasada. “Porque lo importante es: ‘¿Estás tomando una decisión responsable?  ¿La has pensado bien? ¿Entiendes las consecuencias?’ Y yo creo que en el mundo en que vivimos hoy en día eso es lo que necesitamos.”

¿Han hecho una decisión responsable? ¿Necesitamos esto? ¿Está Chelsea en camino a convertirse al judaísmo?  Las columnas de chismes están llenas de especulaciones. “En muchos matrimonios mixtos la pareja no judía está pasando por una conversión sociológica más que rabínica,” me dice el Prof. Steven Cohen eminente sociólogo de la judería norteamericana en otro artículo que apareció sobre el tema en el mismo diario.  “Se están convirtiendo en efecto en miembros de la comunidad judía sin instrucción o autorización  rabínica oficial.  Las conversiones sociológicas puede que sean el mayor número de conversiones hoy en día.”

Eso si que es una idea novel.  ¡Chupate esa mandarina, MK! David Rotem! Conversiones sociológicas.  Escandaloso.  Hereje.  El final del pueblo judío.

O justo lo opuesto, ya que eso es precisamente lo que está ocurriendo.

Pero aquí mismo.  Ahora mismo.

POR DOS DÉCADAS hemos evitado que muchas miles de almas inclinadas hacia el judaísmo puedan casarse bajo la jupá sancionada por el estado, y como ésta s la única jupá legalmente reconocida en este país, hemos efectivamente hecho todo lo posible por excluirlos de unirse a la familia.  Pero Verónica no desaparecerá simplemente.  Por lo menos así lo espero.  ¿Lo espera así también el Ministro del Exterior Avigdor Lieberman?  Dice que habla en nombre de sus potenciales electores que no tienen representación.  ¿Qué cree realmente que pasará si el proyecto de ley de conversión de Rotem efectivamente se convierte en ley?  Afortunadamente, la Kneset entró en el receso de verano sin votar esta legislación, lo cual significa por lo menos tres meses para encontrar una respuesta.  Pero no me puedo dar ese lujo con Iair, cuya pregunta sigue en pie.

“No es realmente un problema,” le aseguré si Uds. dos están preparado a unirse a la revolución.”

Después de décadas de luchar en las primeas líneas dividiendo la religión y el estado en este país, casi no podía contener mi emoción de contar con dos nuevos reclutas.  “Tú y Verónica van a defender lo que creen y unirse a las barricadas.

Las cosas sólo van a cambiar cuando suficientes jóvenes como Uds. digan basta ya.”

Unos días después mi esposa y yo acompañamos a los muchachos a las oficinas del Movimiento Masortí/Conservador.  Después de cerciorarse que las intenciones de la futura novia eran sinceras, los rabinos con quienes nos encontramos nos explicaron el programa de estudios, comportamiento y ritual por el que tiene que pasar para obtener el pedigrí que busca.  Las exigencias son razonables, los estándares dignos de elogio y la atmósfera cordial.  Verónica se va realmente contenta de la oportunidad de aprender cosas que nuestro Ministerio de Educación ha inexplicablemente dejado fuera de los programas de estudios de los colegios.  Tales como saber usar un libro de oraciones.  Iair probablemente se le una.  Y los dos nos acompañarán a la sinagoga para asegurarnos que experimenten el esplendor de nuestra tradición no sólo que aprendan acerca de ella.

Sin embargo al final de este proceso cuando Verónica emerja de la mikve transformada, este país aún no le permitirá casarse.  “No lo dices en serio,” me dice Marc incrédulo en su recepción y la de Chelsea donde me encuentro en mis fantasías.  “Sí lo estoy,” le confirmo mientras tomo un saladito kosher de la fuente que está circulando al lado de los langostinos.  “Israel reconoce sólo una clase de judío,” le explico.  “Al ortodoxo.  La conversión de Verónica no le posibilitara ser elegible para el registro

matrimonial.”

“No entiendo,” dice Chelsea, que acaba de acercarse, todavía radiante de la ceremonia, que probablemente incluyó la recitación de las sheva brajot y la rotura de un copa de vino.  “Creí que cuando mi mamá viaja por mundo exigiendo el reconocimiento de Israel como un estado judío, quiere decir un estado para todos los judíos.”

CHELSEA NO es la única que está confundida.   Hace unos días recibí un mail que me asustó de mi hermana en Berkeley, un pilar de su kehilá conservadora cuya devoción por Israel no puede ser disputada.  “Mientras estaba leyendo acerca del Proyecto de Ley Rotem,” escribió, “No tuve más remedio que pensar, que si es promulgado, y la judería no ortodoxia pierde aún mas representación y derechos, mis sentimientos por Israel podrían cambiar dramáticamente.  En cierta forma sería un alivio – olvidarme de Israel, dejar de preocuparme por la falta de paz entre Israel y los árabes y si Israel se está portando correctamente o no.  Dejarles todo eso a los intolerantes ultra ortodoxos con su sentimiento de superioridad moral, mientras yo sigo construyendo un judaísmo vibrante y lleno de significados aquí.  Me sentí bastante horrorizada de tener estos sentimientos.”

Yo estoy horrorizado, pero es un mensaje que estoy recibiendo a menudo estos últimos meses y sé que la culpa es nuestra, no de ella.  Para aquéllos que todavía no lo entendieron, el proyecto de ley presentado por MK Rotem tendrá éxito en alienar a muchísimos judíos de la Diáspora, del Estado Judío, cuyo judaísmo estará por primera vez grabado en la ley israelí como ilegítimo.  Ni siquiera empezará a resolver el problema de Verónica.  Los rabinos ortodoxos más moderados que estarán autorizados por  la legislación a supervisar conversiones continuarán estableciendo requerimientos que la mayoría de los que ya han pasado por la “conversión sociológica” de Steve no podrán cumplir.

La madre de Verónica también sabe esto, y cuando regresamos de nuestra reunión con los rabinos, mi esposa recibió una llamada muy emotiva de ella.  “He estado preocupada por más de tres años,” dice entre lágrimas de alegría y alivio.  “Uds. son una familia tradicionalista.  Tenía miedo que cuando descubrieran la verdad, le dirían a Iair que dejara a Verónica.  En cambio nos han abierto los brazos.”    Ésta es la primera conversación entre los futuros consuegros.

Ahora la estadística también tiene una voz y sentimientos.

Si Verónica no hubiera entrado a nuestras vidas podríamos nunca haberlos oído.  Comparto esta historia en un simposio e el que estoy participando con ministros del gobierno y el liderazgo de la Agencia Judía.

“Pero si no somos rigurosos con nuestros requisitos,” dice uno de los representantes ortodoxos que tiene una reputación de ser moderado, “mis nietos no podrán casarse con los tuyos.”  

Le contesto que de algún modo nos hemos estado casando a través del tiempo, a pesar de la falta de un Gran Rabino en la Diáspora.  Se opone diciendo que teme abrir las puertas, porque está preocupado que nuestra juventud saldría corriendo por ellas.  “A lo mejor entra corriendo,” sugiero.

Marc, supongo, estaría de acuerdo, ya que pudo alardearse de que Chelsea fue a los servicios de Iamim Noraim con él en el Jewish Theological Seminary sin que nadie la empujara a hacerlo.  “Judaísmo de mercado libre,” puedo escuchar esta contestación de este banquero inversionista.” “Es el único camino.  Si hacemos al judaísmo lo bastante atractivo la gente vendrá a carradas.”  Me da una copa de champagne.   
 

No es el primer trago de la noche, me siento un poquito aturdido.  No contesto enseguida.

Chelsea y Marc personifican al sueño americano.  Sí, envidio lo que les ha permitido, pero también reconozco que en algún sentido profundo socava el mío.

Se supone que Verónica y Iair personifican el sueño sionista, pero éste está en peligro de convertirse en una pesadilla.

“¿No estás de acuerdo? me pregunta Chelsea tan confundida como yo.  No tengo una respuesta rápida, pero antes que pueda insistir, sus amigas la levantan en alto en una silla por encima de la multitud moviéndola hacia Marc que está tendiendo su brazo, pañuelo en mano, hacia ella.

El simbolismo no se me escapa y trago saliva.

“¿Quién está tendiéndoles una mano a todas nuestras Verónicas?” me pregunto.  En voz  alta, le digo a la feliz pareja “Mazal Tov,” esforzándome por sonreír y levantando mi copa mientras los invitados comienzan a bailar un jora.  Después desaparecen en su sueño y yo en mío.  “Los veré en la boda de Verónica y Iair,”  les grito.

El escritor es vicepresidente del Congreso Mundial Sionista y miembro del Ejecutivo de la Agencia Judía.

Fuente: www.masortiworld.org/molami/inthepress42

Traducido por Ría Okret

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