Israel en colores

Muchas cosas se pueden decir de Israel, menYour browser may not support display of this image. os que es un país descolorido. Si hay algo de lo que puede estar orgulloso es de su rica paleta cromática.

Sin ir más lejos, las últimas semanas las calles de algunas ciudades – y por lo tanto también los noticieros – fueron inundadas por un mar negro. Si bien este tinte fue consecuencia de una situación dramática y por demás oscura, felizmente no fue provocado por una tragedia, como mal podría suponerse dada la natural asociación del más oscuro de los colores con ceremonias fúnebres. (Supongo que a esta altura los 'entendidos' estarán tentados de corregirme, ya que por definición, el negro no es un color, sino la ausencia del mismo, o algo por el estilo.)

La invasión callejera surgió en repudio del dictamen de la Corte Suprema, que prohibió a una escuela religiosa de la ciudad de Emanuel (en Cisjordania) discriminar a las alumnas de origen oriental (respecto a las de origen 'ashkenazí') educándolas en aulas separadas. Aclaración importante: judías unas y otras. Varios sectores de la comunidad ultraortodoxa (ashkenazí) salieron a las calles a protestar, tiñiéndolas ipso-facto de negro con sus típicos levitas y sombreros. 
Desde mi perspectiva de espectadora televisiva, si de panoramas callejeros se trata, prefiero las manifestaciones de la comunidad etíope, ya que cuando sus miembros salen masivamente a las calles – con una frequencia mucho menor que sus compatriotras arriba mencionados – lo hacen de manera completamente opuesta: vestidos con sus atuendos sabáticos, de punta en blanco, y en silencio. Si me dieran a elegir, en calidad de televidente, votaría con los ojos cerrados por un panorama blanco antes que por uno negro, para justamente, poder mantenerlos abiertos frente al televisor más plácidamente.

De todos modos, con el dinamismo de los acontecimientos por estos pagos, a la fecha, el color que rige nuestros días no es ni uno ni otro sino el amarillo. Para quienes tienen la dicha de no haberlo usado nunca en este contexto, aclaro: el amarillo es símbolo internacional. En su sentido más estrico, del anhelo de que regrese a casa un soldado o prisionero de guerra, y alguien muy deseado, en su sentido más amplio.

Que el amarillo de un salto al protagonismo es el ferviente deseo de los integrantes del "Ejército de amigos de Guilad Shalit", como se autodenominan los activistas que acompañan a la familia del soldado secuestrado, que se encuentra en manos del Hamás desde hace exactamente cuatro años (cumplidos el 25 de junio).  

En realidad, es el deseo de todo un país. El amarillo "por Guilad" se cristaliza en globos, cintas, carteles. Todo es bienvenido con el propósito de devolver a los titulares y a la mesa del gobierno, el destino de quien es definido por los Medios, y sentido así por muchos, como 'el hijo de todos'. Aunque en definitiva, Guilad es el hijo de Aviva y Noam Shalit, quienes en estos dias de fines de junio encabezan una marcha desde su hogar en la pequeña localidad de Mitzpé Ilá, en el norte del país, hacia Jerusalén, abanderados con el color del sol. Pensándolo bien, la verdadera esperanza nacional es que el amarillo desaparezca de nuestro horizonte de por vida, por la sencilla razón de que Guilad esté rápidamente de vuelta en casa y no haya otro Guilad a lo largo del camino.

Entonces sí, cuando esto suceda los ambientalistas, que muchos de ellos adoptaron hoy por hoy el amarillo como identificación con Guilad, podrán volver a abrazar y a inundarnos con sus lemas colo verde esperanza, que ilustran sus campañas de reciclación y protección ambiental.

Todo esto ocurre poco tiempo después de habernos despedidos del azul y blanco con los que Israel se viste una vez por año en vísperas del Día de la Independencia, en honor a los colores de la bandera, que supongo, habrán sido elegidos bajo inspiración celestial y mediterránea.  

Obviamente, más allá de la identificación con tal o cual campaña, en la intimidad cada uno tiene sus propias preferencias cromáticas. Por ejemplo, para vestir y en la decoración del hogar, yo elijo las tonalidades terrestres, como terracota, beige, marrón y algunos verdes. Los fucsias y rosados los adoro en los geranios que iluminan mi casa, y mi vida, desde el balcón.

Del rojo, en cambio, suelo mantener distancia. Demasiado sanguíneo para mi gusto. No lo quiero ni en mi ropa, ni en las paredes de mi casa, ni como fondo de pantalla. Lo admito sólo bajo licencia artística como en la película "El globo rojo"* o en un "rojo beso ardiente"* de Rubén Darío. Asi que si el color de la pasión me quiere conquistar, tendrá que esmerarse.

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