Las tres falsedades de Juan Gelman

El poeta y opinologo argentino Juan Gelman ha publicado en Página 12 y en El País su visión sobre lo sucedido con la flotilla pro-Hamás, enviada por la ONG islamista IHH de Turquía, en un artículo titulado ¿Inexplicable? Gracias a su manifiesto, Gelman nos obliga a refutar tres supuestos. El primero: el origen judío de una persona, como el presente autor, no asegura un inalienable apego a la razón y un encumbramiento del intelecto. La obsesión paranoica de Gelman hacia Israel es, como poco, primitiva. En anteriores ocasiones, el susodicho había avalado, sin dudarlo un instante, la teoría conspirativa que la CIA y el Mossad estaban detrás de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Un despropósito.

La flotilla; que en un principio fue catalogada por la prensa como “de la paz” o “de la libertad”; ha comenzando a trascender como lo que de verdad fue. Fotos turcas en donde aparecen “pacifistas” armados prestos a acuchillar soldados, cintas de audio en donde los “humanistas” del Mármara le espetan a los soldados que regresen a Aushwitz, el capitán del barco que declaró en una grabación que puede ser vista en youtube que su nave había sido tomada por los islamistas, el hecho que en la única embarcación en donde se produjeron incidentes no cargaba donación alguna… son pruebas contundentes que se trataba de una provocación planificada de una agrupación ligada a Al Qaeda (IHH), situación que reposicionó lo sucedido, por lo menos, entre los más serios dirigentes de Europa y los Estados Unidos.

A Gelman estas pruebas no le interesan. A Gelman poco le sirven estas argumentaciones racionales. Para Gelman: “Las explicaciones oficiales de Tel Aviv son inquilinas del ridículo: los agredidos son agresores y los agresores, agredidos… (y) quienes socorren a palestinos hambreados son cómplices de Hamás primero, terroristas de Hamás después, etcétera. Es vieja, muy vieja, la técnica del victimario victimizado”.

Para Juan Gelman; y para no pocos profesionales de los medios de comunicación que tarde o temprano deberán rendir cuentas de sus pecados por la cobertura de este conflicto y por la no cobertura de verdaderos genocidios; las imágenes teatralizadas y los argumentos ofrecidos por gobiernos y movimientos fundamentalistas islámicos absolutistas son, por lejos, más creíbles que los vertidos por una democracia en donde los periodistas locales crucifican tras demostrar un embuste. Las pruebas ofrecidas por Israel siempre vendrán acompañadas por el calificativo de “supuestas”. Un atentado a la razón. Y es que Gelman menosprecia la razón.
El segundo supuesto que debemos poner en duda es el que sugiere que los educados en las teorías humanistas, en especial aquellos adoctrinados en el comunismo como Juan Gelman, se apegan a la justicia en sus medios y en sus fines. Los pensadores de izquierda y también los de derecha son capaces de apoyar a los peores dictadores y genocidas allegados al poder. Sin embargo, sobre los “ultra progresistas” brilla una aureola de pulcritud incomprensible. Basta recordar al laureado José Saramago; otro comunista que copuló insistentemente con la Unión Soviética sin rendir cuentas a nadie.

A fin de justificar y teorizar las bases filosóficas del gobierno de Netanyahu, Juan Gelman manipula descaradamente a Zeev Jabotinsky. El líder revisionista, en su texto más conocido, “La Muralla de Hierro”, afirmaba que los árabes que vivían en el Mandato Británico desaprobarían la llegada masiva de judíos, no porque fuesen “árabes” sino simplemente porque en la historia de la humanidad ningún grupo de personas aceptó con agrado el arribo masivo de personas que ellos consideraban como “extranjeros”. En su texto posterior “La Ética de la Muralla de Hierro”, Jabotinsky explicaba que hacia los árabes él sentía una “indiferencia gentil”, reafirmando la premisa por la cual si aceptamos que los judíos poseemos derechos sobre la tierra de Israel entonces; como cita Gelman aunque descontextualizando la frase de raíz, "sostenemos que el sionismo es moral y justo. Y dado que es moral y justo, hay que hacer justicia aunque José o Simón o Iván o Ajmed no estén de acuerdo" (1923). Juan Gelman no cita los versos en donde Jabotinsky sueña con el día que musulmanes, cristianos y judíos jueguen juntos o del hecho que el mismo Jabotinsky propuso que el vicepresidente del estado a crearse fuese árabe.

Juan Gelman manipula los escritos de Jabotinsky para que le sirvan a fin de justificar “maquiavélicamente” sus eternas críticas hacia el gobierno de Israel. “El ideólogo del sionismo revisionista, Zeev Jabotinsky, declaró hace 83 años que la única manera de imponer el Estado judío era aplastar a los árabes”, afirma Gelman, sin citar referencia alguna y sin que se le mueva un pelo de vergüenza. Comprendiendo esta premisa que es producto de la maligna imaginación de Gelman es posible comprender, a su entender, “todo lo malo que hizo y hace Israel”.

Gelman no es el único comunista galardonado y loado por la “inteligentzia” que es presa de la malicia más despreciable. Lo mismo da si se trata de manipular a Jabotinsky como de apoyar a los que afirman que los judíos volaron las torres gemelas en el 2001.

La tercera falsedad es la que supone que los intelectuales deben ser considerados como una brújula que ilumina nuestro andar por la vida. ¿Debemos considerar a Juan Gelman como una brújula ante sus evidentes desvaríos éticos? Lo dudo. Sin duda, se trata de un intelectual en el área de la literatura. No se trata de una autoridad en temas de jihadismo ni de un experto en medio oriente como Bernard Lewis.

Hay quienes son capaces de disfrutar la literatura como un producto totalmente desconectado de la naturaleza del escritor. Están los que se erizan al leer el gotán (tango) “mi Buenos Aires querido” de Gelman dejando a un lado el desprecio a la razón que engalana al autor, su inmoralidad y su muy dudosa intelectualidad en temas del medio oriente. Hay quienes son capaces. Yo no.

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