El devenir mesiánico en el judaísmo

A propósito de Hermann Cohen y Jacob Taubes.

I. La idea mesiánica en el judaísmo es tan presente como la tradición misma: porque hace del pueblo una posibilidad de futuro y de la historia el lugar de la esperanza. La idea mesiánica se ha ido transformando, aunque sin destruir los atributos políticos y nacionales, y se ha convertido poco a poco en una idea más espiritual y universal. La esperanza redentora del pueblo judío como nación consagrada a la ley divina desde los textos bíblicos ha sido universalizada en la palabra de los profetas así como en las mentes más brillantes de la historia judía. Es así como los sueños del pueblo se transformaron con los profetas en los sueños de la humanidad y la redención ya no sólo fue parte del pueblo de Israel y de su tierra, sino de todos los pueblos.

Justamente en estos días, la publicación en nuestro idioma de dos textos fundamentales nos vuelve a consagrar al problema mesiánico. Una selección de los escritos judíos de Hermann Cohen (Mesianismo y razón. Escritos judíos, Ediciones Lilmod) en donde se encuentra su “idea del Mesías”, y la tesis doctoral de uno de pensadores judíos más importantes y controvertidos del siglo XX, la Escatología occidental (Miño y Dávila Editores) de Jacob Taubes. Ambos piensan el mesianismo y el judaísmo de forma singular y problemática acorde a su tiempo, con la herencia de la historia y la singularidad de sus búsquedas.

Cohen, quien naciera en Coswig en 1842 y muriera en Berlín en 1918, comenzó sus estudios para rabino en el Seminario de Teología Judía de Breslau, dejándolos incompletos para dedicarse a la filosofía. Tras su paso por las universidades de Breslau, Berlín y Halle, enseña en Marburgo en la cátedra que tiempo más tarde heredaría Martin Heidegger. Allí construye su sistema filosófico llamado “idealismo crítico” y, luego de tres décadas de enseñanza universitaria, en 1912 se trasladaría a Berlín impartir sus lecciones sobre judaísmo y filosofía en la Escuela de la ciencia del judaísmo. Es uno de los filósofos y pensadores más importantes de la Modernidad, aunque en el eclipse que significó la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto su pensamiento, que se instaló en el pasaje del siglo XIX y el periodo de entreguerras intentando conciliar filosofía y judaísmo, se viera desarticulado por los acontecimientos de la historia. A pesar de ello, su proyecto filosófico que pensó a Oriente y Occidente por un mismo camino en el paradigma de lo judío y lo germano, encontró tiempo más tarde sus semillas en pensadores como Franz Rosenzweig, Ernst Cassirer, Martin Buber, Emmanuel Levinas o Leo Strauss.

En sus escritos judíos hay una búsqueda por pensar el problema de la correlación de Dios y el hombre; así como también el Estado y la religión, la justicia y lo moral o hasta el conflicto con el sionismo de su tiempo, desde las fuentes bíblicas, talmúdicas y el pensamiento profético hasta la tradición de la filosofía griega. Es así que, desde Platón a Filón y Maimónides, en su crítica a Spinoza y Buber, o en la idea de Mesías y el valor universal de igualdad contenido en el shabat, su pensamiento recorre la preocupación constante por conciliar filosofía y religión, Atenas y Jerusalén, intentando mostrar aquello que hace a la herencia judía en la filosofía occidental y viceversa. Herencia que contiene los fundamentos para pensar en una ética y una política: lo que el mismo llama el socialismo mesiánico.

Por su parte, Taubes (Viena,1923 – Berlín,1987) fue hijo de una prestigiosa familia de rabinos y una de las más importantes figuras intelectuales del judaísmo de la segunda mitad del siglo XX. Discípulo de Gershom Scholem, en su juventud se formó bajo la influencia de la filosofía heideggeriana. En 1943, luego de seguir su formación rabínica, estudió historia y filosofía en Basilea y Zurich, donde defendió, en 1947, su tesis doctoral bajo el título de Escatología occidental. Desde entonces, fue investigador y docente de la Universidad Hebrea de Jerusalén, del Jewish Theological Seminary, de las Universidades de Harvard, Princeton, Columbia University de Nueva York, de la Maison des Sciences de l’Homme de París y, finalmente, catedrático en la Universidad Libre de Berlín, ciudad en la que participó activamente del movimiento estudiantil de los años sesenta.
En sus escritos judíos hay una búsqueda por pensar el problema de la correlación de Dios y el hombre; así como también el Estado y la religión, la justicia y lo moral o hasta el conflicto con el sionismo de su tiempo, desde las fuentes bíblicas, talmúdicas y el pensamiento profético hasta la tradición de la filosofía griega. Es así que, desde Platón a Filón y Maimónides, en su crítica a Spinoza y Buber, o en la idea de Mesías y el valor universal de igualdad contenido en el shabat, su pensamiento recorre la preocupación constante por conciliar filosofía y religión, Atenas y Jerusalén, intentando mostrar aquello que hace a la herencia judía en la filosofía occidental y viceversa. Herencia que contiene los fundamentos para pensar en una ética y una política: lo que el mismo llama el socialismo mesiánico.

Por su parte, Taubes (Viena,1923 – Berlín,1987) fue hijo de una prestigiosa familia de rabinos y una de las más importantes figuras intelectuales del judaísmo de la segunda mitad del siglo XX. Discípulo de Gershom Scholem, en su juventud se formó bajo la influencia de la filosofía heideggeriana. En 1943, luego de seguir su formación rabínica, estudió historia y filosofía en Basilea y Zurich, donde defendió, en 1947, su tesis doctoral bajo el título de Escatología occidental. Desde entonces, fue investigador y docente de la Universidad Hebrea de Jerusalén, del Jewish Theological Seminary, de las Universidades de Harvard, Princeton, Columbia University de Nueva York, de la Maison des Sciences de l’Homme de París y, finalmente, catedrático en la Universidad Libre de Berlín, ciudad en la que participó activamente del movimiento estudiantil de los años sesenta. lo estorbaran.

Mantuvo conflictivas relaciones académicas con la mayor parte de la intelectualidad judía de su tiempo: Gershom Scholem, Karl Löwith y Leo Strauss, entre otros. Y su amistad, y sus debates, con el jurista Carl Schmitt fueron un acontecimiento teórico-político enormemente significativo de la vida intelectual de la Europa de la segunda posguerra.

II. El mesianismo recorre la mayor parte de los escritos judíos de Cohen y particularmente “La idea de Mesías”, texto que fuera escrito entre 1890 y 1892. Dos elementos sobresalen en su historia: en primer lugar, que nunca fue publicado hasta la aparición de sus Escritos judíos y, en segundo lugar, éste texto temprano de Cohen marcará en silencio la lógica y relectura del judaísmo y su relación con la humanidad que aparecerán en el resto de los escritos judíos hasta su muerte. Contemporáneo a los grandes historiadores del mesianismo judío, Cohen elabora aquí un texto propio de la filosofía de la historia.

Así como la ley es para los hombres, la idea del Mesías y de un tiempo mesiánico tiene una significación histórica en donde se encuentra arraigada y por ello es determinante para entender la historia misma. Desde la formación de esta idea en la historia del judaísmo, en la que existen tres etapas de elaboración histórica (“la época anterior a la decadencia del Reino, la época del Exilio y el retorno, y por último la elaboración talmúdica de la religión judía desde la época de los macabeos”), construirá una filosofía propia de la “esperanza mesiánica”: la esperanza por el futuro de la humanidad. Para Cohen, la idea mesiánica es la culminación y la piedra de toque de la religiosidad. Es por ello que la convicción religiosa significa “religiosidad mesiánica”. Es lo que en última instancia está en juego, ya que la cuestión social es el derecho del hombre a acceder a la auténtica cultura moral y espiritual de la humanidad.

El tránsito va desde la idea política hasta su transformación moral y su aplicación  ética. La misma que hace transitar desde la historia del pueblo de Israel hasta la culminación profética de una humanidad hermanada. Pasaje dado por la pérdida del Estado, ya que solamente así el pueblo judío estará listo para recibir el consuelo mesiánico de una nación restablecida. Nación que de esta manera glorificará a Dios y a su ley: “la idea de Mesías –según el filósofo– le ofrece al hombre el consuelo, la confianza y la garantía de que no sólo el pueblo elegido, sino todos los pueblos en forma unánime, un día coexistirán en armonía igual que la naturaleza.”

El mandamiento del amor y la exigencia de justicia emparentadas en la esperanza mesiánica constituyen el “socialismo mesiánico” de Cohen. La base del sentido mesiánico aferrado al tiempo histórico de aquello por lo que se espera, que es la posibilidad de pensar en una “humanidad confederada” como ideal mesiánico. Es así que Cohen relee La paz perpetua de Kant como texto mesiánico y dice que “aquellos que creen en la paz perpetua creen en el Mesías; no en el que ha venido, sino en aquel que ha de venir y vendrá”, porque para Cohen es la posibilidad de alcanzar una humanidad confederada, la representación del futuro mesiánico del hombre. Y en esa representación, quienes profesan el “monoteísmo mesiánico” creerán entonces en la humanidad mesiánica. El Dios mesiánico es el redentor de la humanidad y, a través de la humanidad, el redentor del hombre. Es por ello que el concepto de “futuro mesiánico”, explica Cohen, es el arquetipo del monoteísmo y representa la base del judaísmo.

III. En 1951, muchos años antes de presentar sus críticas a las tesis de Scholem sobre el precio del mesianismo para el pueblo judío, Taubes se trasladaba a Jerusalén por invitación de maestro del estudio de la Cábala. Sin embargo, un año después, en 1952, Scholem le quita la importante beca que lo mantenía y Taubes debió de regresar a los Estados Unidos bajo la acusación de ser el mismísimo demonio.

La historia de esta pelea, que se extenderá a través de los años y que incluye a diferentes personajes, reproduce el debate sobre la esperanza mesiánica que se ha repetido entre los grandes maestros del judaísmo en el transcurrir de su historia. Y esta vez, entraña una diferencia de fondo en torno al peso del mesianismo en el judaísmo y su relación con el tiempo histórico y la ley. Así como también, a las diferencias entre el judaísmo y el cristianismo en cuanto al lugar de la redención: Scholem analiza el camino del judaísmo rabínico desde lo que son sus perspectivas mesiánicas conservadoras, restauradoras y utópicas, ya que “el problema del mesianismo en el judaísmo histórico –dice– aparece bajo la influencia de estas tres fuerzas.” Pero mientras Scholem pronuncia una tajante diferenciación del mesianismo judío frente al cristiano por establecer la redención en el interior, frente a la exterioralidad de la fuerza redentora judía, Taubes –fascinado con la ambigüedad paradigmática de la figura de Pablo de Tarso– explica que la redención “está obligada a ser concebida como un evento en el reino espiritual, reflejada en el alma humana.” Es así que su interiorización no divide al judaísmo del cristianismo, sino al propio judaísmo y, específicamente, nos lleva a replantearnos la continuidad y el problema de la ley.

El pueblo judío está en el centro del problema y Taubes lo observa al redactar la Escatología Occidental y escribir que Israel es el lugar histórico de la apocalíptica revolucionaria: “Israel anhela e intenta la ‘inversión [Umkehr]’. La inversión de lo interior opera sobre lo exterior, invirtiéndolo. El comportamiento esencial de Israel hacia la vida se determina por el pathos de la revolución. La esperanza de Israel culmina en el dominio absoluto de Dios. (…) Israel es el elemento inquieto en la historia universal, el fermento que recién crea verdaderamente la historia.” Para Taubes la idea mesiánica en la historia judía se desarrolló plenamente tan sólo en el cristianismo temprano y en el movimiento liderado por Sabbtai Sevi en el siglo XVII. El mesianismo trae consigo el problema del devenir del hombre y del mundo en el tiempo. Es así como nos dice que hay que pensar el problema de la validez de la ley en el tiempo mesiánico y comprender el problema de su devenir como un problema jurídico para el pueblo. El problema mismo del futuro.

Taubes retoma con mayor fuerza las corrientes utópicas o revolucionarias, pero lo que saca a la luz es el hecho mismo de la historicidad del mesianismo. Porque no se debe tan sólo a un supuesto deseo revolucionario o de aceleración de los tiempos para la llegada del Reino de Dios, sino a la crítica del rabinismo que ha neutralizado la idea mesiánica y que no debe ser concebida como hegemónica ya que no condice muchas veces con la tradición bíblica en donde el problema mesiánico centraba su esperanza en la restauración político-nacional del pueblo judío.

IV. El mesianismo judío es un ideal complejo que se ha ido reconfigurando históricamente a través de las lecturas bíblicas y en relación a los acontecimientos que acosaban al pueblo de Israel. Pero en el fondo del pensamiento mesiánico se erige la diferencia entre las concepciones espirituales y universales por un lado, de las concepciones nacionales y políticas en torno a la restauración del pueblo. Aquí se juega la centralidad del precio del mesianismo y de la historia para el pueblo judío. Una discusión abierta que solamente el tiempo y la espera sabrán desentrañar.

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