Tercer cuerpo

Autoría y Dirección: Claudio Tolcachir Intérpretes: Ana Garibaldi, Hernan Grinstein, Magdalena Grondona, José María Marcos, Daniela Pal Escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez Iluminación: Omar Possemato Diseño de espacio: Claudio Tolcachir Asistencia de dirección: Melisa Hermida

Si en La omisión de la familia Coleman la tragedia era evidente y los personajes se entretenían en olvidarla; en Tercer cuerpo, tratarán fervientemente de luchar contra ella, de evitar el desastre, buscando maniobrar ante unos destinos que posiblemente ya estén escritos. Sandra, Héctor y Moni trabajan en una oficina pública. Están anclados en un tiempo vacío lleno de tareas inútiles propias del funcionariado. Al mismo tiempo, se desarrolla la infeliz historia de amor entre Manu y Sofía –por momentos, melodramática e insustancial-, hasta que, finalmente, estos dos mundos paralelos se encuentran en un giro inesperado de la trama. La reinvención de la convención escénica y el acierto de los actores son ya marca de la casa. Tercer cuerpo es una confirmación para Tolcachir  y su compañía. Vivir puede ser un intento absurdo, pero perderse este gran espectáculo sería mucho peor.

Cinco vidas, cinco deseos de amar, cinco personas incapaces. Mientras tanto se vive, se trabaja, se intenta. Miedo a no ser, miedo a que sepan quién soy. Miedo e incapacidad. La historia de querer y no saber qué hacer. La historia de un intento absurdo. Y subir las escaleras. Y querer vivir cada día a pesar de todo.

Siempre es bueno encontrar en una obra retazos de la propia biografía o imágenes que -sacadas como por arte de magia del archivo de la memoria- se activen y reactualicen vivencias y motivaciones que sacudieron nuestras vidas en el pasado. Tercer cuerpo es una de estas piezas, porque con su descuidada ambientación estilo administración pública de los 80-90 trae a la luz el fastidio del trámite burocrático en la olvidada dependencia del Estado -entre otras experiencias que a muchos de nosotros nos ha tocado vivir.
Las actuaciones son impecables. Se luce la dupla Sandra-Moni, en la que las actrices se complementan a modo de tragicomedia y protagonizan una sucesión de diálogos imposibles pero reales, en los que una invade la vida de los demás mientras la otra contiene una irritación in crescendo que hará explosión. El costado pasivo lo marca una cierta sumisión de los personajes, que han sido olvidados en la oficina quedando frente a frente con sus temores, sus historias, sus ansiedades y oscuros secretos que ocultar.
Las historias se entrecruzan y se mezclan, a tal punto que el espectador debe estar atento a los diálogos múltiples -todos de carácter importante- que ocurren en simultáneo sobre el escenario. La puesta en escena favorece este tipo de entrelazamientos, dándole fuerza y sentido a lo que sucede en la trama.
Tercer cuerpo es una obra sobre la soledad, la falta de comunicación y -a fin de cuentas- el desconocimiento y reconocimiento que debemos practicar en ciertas ocasiones y con ciertas personas cuando las sopresas llegan por el costado menos pensado.

Los personajes casi no se comunican a pesar de compartir el mismo espacio físico. Se hablan pero no se entienden, se miran pero no se sienten. Los teléfonos a esta altura de la obra todavía no se han descompuesto. Sin embargo un buen día estos teléfonos dejan de funcionar y la oficina de reparto de correo en la que trabajan tres de los personajes de la obra se convierte en algo obsoleto por la llega del email. Es precisamente en este momento que las historias que parecían no cruzarse, por más que compartieran el minusculo y agoviante espacio, empiezan a tener puntos de conección. A su vez los personajes se empiezana a conocer y a comunicar con propiedad. Las penas y tristezas, preocupaciones y angustias salen a la luz y son compartidas. Cada uno de estos personajes se da cuenta que no son únicos y que otros, pueden estar pasando por algo parecido o peor. No todo es archivable y clasificable como en una oficina. Los une la soledad, la incomprensión y la necesidad de amar.

La historia de un intento absurdo, subtitula Tolcachir su obra. Y de forma irónica puede ser incluso que fuera lo que pensara mientras empezaba a escribir el libreto de este Tercer cuerpo, ya que en manos de la mayoría de directores es un texto abocado al fracaso, pues no permite el mínimo fallo: toda la verdad que transmite la obra se convertiría en impostura y todo el trabajo realizado no sería más que la historia de otro intento absurdo. Y sin embargo, en manos de Tolcachir – y todo su equipo técnico y artístico –, todos los escollos que pueden surgir son aprovechados para imprimir al montaje toda la carga dramática necesaria. Algunos lo llaman universo personal. Otros prefieren llamarlo intimismo. Mienten. Simplemente se llama talento.

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