El anatomista

Es difícil poner la imaginación en movimiento a la hora de pensar  la historia de Mateo Colón -el anatomista descubridor del clítoris y, con él, de la mayor fuente del placer físico femenino-, que en el
siglo XVI enfrentó a la Inquisición en un furibundo proceso judicial.

Con música del premiado Gustavo Santaolalla, destacado vestuario de Renata Schussheim y recursos audiovisuales de Diego Casado Rubio, El Anatomista de Muscari reparte las cartas de un pasado Renacimiento en el que el clítoris se daba el lujo de ser un NN. Una tierra prometida a la espera de su tardío descubridor, que poco entendería de su contenido y particularidades.

Mateo, en la piel del siempre sutil Alejandro Awada se enamorará de una prostituta veneciana, Mona Sofía, encarnada en una orgánica composición de Sofía Gala Castiglione. Hará lo indecible por conquistar su amor que está reservado a todos los hombres y a ningún hombre. Su fiel sirviente, Leonardino, a cargo de un impecable Walter Quiroz, será narrador testigo, coro a la manera griega, cómplice del receptor y buitre que sobrevuela los futuros restos del amor mundano y del “amor veneris”.

El Inquisidor Alessandro de Legnano, interpretado por Antonio Grimau, quien en un gran trabajo tendrá la nefasta tarea de perseguir a Mateo para juzgarlo y no podrá abstraerse del deseo, funciona como una conciencia quebrada. Porque es un cura pero un hombre a fin de cuentas.

"Nada de lo que aparece en la obra es gratuito, las transgresiones que surgen son las que comete en su espíritu libre el mismo protagonista de la obra y que están porque cuentan algo", arranca Muscari, quien dirige por primera vez una obra no escrita por él.
Una puesta en escena definitivamente posmoderna, un texto super fraccionado, una exposición de imágenes fuertes constantes, queriendo escupir muchos conceptos para que el espectador les ponga un contenido, el que se le ocurra. Los personajes también son actores, el personaje se convierte rápidamente en actor y el actor rápidamente en personajes, como queriendo enfrentar al espectador por contraposición que la ficción que está viendo es efectivamente una ficción que se mezcla con la realidad, entrecruzando pasado y presente. Parecería ser que los años pasaron pero algunas cosas no han cambiado. Un recurso meramente brechtiano, al igual que la utilización de presentadores de las escenas y personajes durante toda la obra.

Actuaciones formidables, actores que se manejan evidentemente cómodos sobre el escenario gracias a una acertada dirección de Muscari. Actores que provocan, que se rien, que disfrutan, que se frustan, que lloran, que se desnudan y que tienen orgasmos en escena.

Pasaron muchos años, corrieron raudales de aguas turbias que anegaron provincias, ciudades, morales y gestiones y hoy la puesta de José María Muscari sigue desatando polémicas. ¿Se cuestiona la puesta? ¿O seguimos sin digerir el tema? Seguramente saldrán perturbados, asombrados, absortos pero nunca indiferentes y de eso justamente se trata el teatro, de crear una inestabilidad que nos permita revisar, al menos, esos prejuicios anquilosados que se nos quedan atrapados muy adentro y que en más de una ocasión no nos dejan ser.


Ficha técnico-artística

Actúan: Alejandro Awada, Antonio Grimau, Alejandra Rubio,
Walter Quiroz, Sofía Gala y Romina Ricci.
Vestuario y Arte: Renata Schussheim.
Escenografía: Marcelo Valiente.
Música: Gustavo Santaolalla.
Iluminación: Gonzalo Córdova.
Realización de video: Diego Casado Rubio.
Fotografía: Gianni Mestichelli.
Diseño gráfico: Edgardo Malan.
Asistente de dirección: Héctor Bordoni.
Dirección: José María Muscari.


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