La actuación de la Liga Árabe en la Argentina durante la década del ’60. El primer antecedente del antisemitismo disfrazado de antisionismo.

El límite borroso entre antisionismo y antisemitismo viene siendo un tema de debate y preocupación entre los intelectuales de la comunidad judía. Aunque hay un consenso bastante generalizado en que la mera oposición a políticas particulares del Estado de Israel no necesariamente constituye indicador de antisemitismo, existen autores como Yehuda Bauer para quienes “el rechazo de principio de la independencia judía y a los derechos nacionales del pueblo judío, o la oposición al sionismo como movimiento nacional sí constituyen una forma de antisemitismo”1. Personalmente, considero que esta afirmación es pasible de ser polemizada pues podría interpretarse que da por sentado que “los derechos nacionales del pueblo judío” incluyen per se la soberanía sobre la totalidad de la Palestina histórica o Eretz Israel (como prefiera nomenclarse) o que el sionismo es el único movimiento de reivindicación nacional legitimo que existió en la historia del pueblo hebreo. En ese sentido, la identificación directa que hacen muchos antisemitas entre sionismo y judaísmo es replicada por dirigentes de las organizaciones hebreas al hacer coincidir judaísmo y un proyecto específico de nacionalismo judío (es decir, el sionismo) sin ninguna mediación ni sutileza semántica.

Frente a la repercusión que tuvo en la opinión pública Argentina el bombardeo del sur del Líbano por parte de las fuerzas armadas israelíes en el año 2006, un conjunto de pensadores de la comunidad publicó un documento titulado “Controversias. Discursos contrahegemónicos sobre el antisemitismo, los medios de comunicación y el conflicto de Medio Oriente” en que exponían su preocupación por la constatación de que el conflicto en Medio Oriente había desatado una serie de producciones (diarios, revistas, panfletos y solicitadas) y manifestaciones que, según los autores, “generaron inquietud y rechazo en el conjunto de la comunidad judía”.

Aunque las críticas que circulan en medios académicos, activistas e intelectuales sobre las políticas del Estado de Israel puedan ser razonables, no todas ellas parten de presupuestos humanistas y universalistas que excluyan un juicio negativo sobre los judíos en cuanto comunidad organizada o grupo étnico-nacional con reivindicaciones propias.  
    
Es por ello que he abordado el que considero el primer antecedente notorio en la Argentina de un discurso antijudío disfrazado de crítica antisionista. Se trata de la actuación en Buenos Aires entre los años 1962 y 1965 de la Delegación de la Liga Árabe para América Latina, con Hussein Triki a la cabeza. El propósito de esta entidad en la capital argentina era comunicar, difundir y “esclarecer” la ilegitimidad, violencia y carácter colonial e imperialista del movimiento sionista y las consecuencias nefastas que sus acciones estaban teniendo para la población nativa árabe de la Palestina histórica.
Sin embargo, en su necesidad de desenmascarar “la cara oculta del sionismo” (no por nada, su único libro publicado en Argentina se titula “He aquí Palestina. El sionismo al desnudo2”), Triki fuerza los argumentos hasta hacerlos coincidir exactamente con las acusaciones tradicionales, rastreadas a lo largo de la historia, que conforman la mitología clásica antijudía. Según estos mitos, que tan bien han sobrevivido al paso del tiempo, los judíos mantienen una doble lealtad; rechazan integrarse a las naciones que los acogen; son conspiradores naturales y urden planes para apoderarse de los resortes del mundo entero; en este último propósito, controlan los medios, la opinión pública y las finanzas mundiales; al mismo tiempo, en su afán de sumergir en el caos a las sociedades en que habitan (con el fin de quebrarlas y dominarlas) agitan y lideran movimientos subversivos y revolucionarios; y otros tantos estereotipos y mitos que se reconocen sin dificultad en las diversas expresiones que llevan la rúbrica de la Liga Árabe en la década del ’60.

Aunque Triki exprese en el prefacio del citado libro que su propuesta busca “Una solución que salvaguarde los derechos de los árabes en sus hogares, el de los judíos en sus respectivas patrias y el de todos los pueblos en sus propios países”, esperando así “…haber servido a la Humanidad y la Justicia”, no es difícil demostrar la escalada de violencia verbal y física a la que dedicó su labor Triki. Ha ido más allá de la crítica a las políticas del Estado de Israel para constituir una verba de notorio signo antijudío, al punto de considerar a los ataques antisemitas, como el pogrom que tuvo lugar durante la Semana Trágica de 1919, como expresiones de defensa de los argentinos frente al espíritu auto-segregacionista de la comunidad judía habitando en el país. Así lo expone el entonces representante de la Liga Árabe: “…comunidad autosegregada (la judía) cuyo comportamiento terminó por provocar explosiones violentas en el seno de la sociedad argentina en defensa del patrimonio nacional argentino, a consecuencia de la sistemática actuación antinacional de los ciudadanos argentinos de religión judía; se destacan en este aspecto los sangrientos acontecimientos acaecidos en Buenos Aires en 1919 que duraron una semana y recibieron, en razón de su violencia, el calificativo de: Semana Trágica”3

El antisemitismo de Triki tuvo influencias en la vida política argentina. Sus ideas impactaron y fueron recuperadas por grupos nacionalistas católicos y agrupaciones peronistas de derecha4. Posteriormente, muchos de los cuadros de estos grupos juveniles nutrieron las filas de la izquierda revolucionaria. Triki fue acusado de subsidiar5 a los grupos fascistas Tacuara y Guardia Restauradora Nacionalista y de haber mantenido vínculos estrechos con declarados antisemitas como los diputados Cornejo Linares e Isaías Nogués, el cura Meinville, los brigadieres Oliva y Cayo Alsina, el profesor Walter Beveraggi Allende, entre otros6.
    
El lobby de Triki llegó hasta el parlamento, a través del legislador justicialista y salteño Cornejo Linares y su proyecto de constituir el organismo Comisión Especial Interparlamentaria de Actividades Antiargentinas, para investigar a los campamentos de las juventudes sionistas locales, algo que demostraremos fue denunciado por Triki como “entrenamiento militar sionista”.

 El 31 de julio de 1964 la Liga Árabe empapeló la ciudad de Buenos Aires con un afiche que señalaba al sionismo como causante de la explosión de la calle Posadas, el contrabando de drogas y otros delitos. Denunciaba también la existencia de una “conjuración sionista totalitaria para apoderarse del poder” en la Argentina7. Quizá la demostración más elocuente del carácter antijudío de la prédica y la acción de la entidad en cuestión fuera la realización del acto de homenaje a Triki en el Teatro Buenos Aires, el 27 de abril de 1964, con el propósito de conmemorar el aniversario de la Liga Árabe. Allí militantes de Tacuara y GNR coreaban consignas indudablemente antisemitas (que poco y nada tienen que ver con el conflicto geo-político de Medio Oriente), como “Mueran los judíos” o “Judíos a la Horca”. El hecho fue destacado por la prensa local.

Este es quizá el punto histórico de inflexión en que la judeofobia se retira del terreno de lo racial y lo religioso y asume un discurso de carácter político en que, como dice Jorge Elbaum: “el colonialismo e imperialismo sionista y la denominada doble lealtad pueden ser utilizadas como herramienta interna de des-ciudadanización por su peligrosidad intrínseca”.

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