Tres Mujeres Líderes Modernas Pioneras (siglos XVI y al XIX)

Toda sociedad se preocupa de la naturaleza de su liderazgo; un vistazo a cualquier periódico en cualquier día nos revela la profundidad y omnipresencia de esta preocupación y nos muestra la forma en que los talentos de los líderes fueron juzgados por aquellos que los han elegido.  Las líderes mujeres raramente tenían las mismas opciones que tenían los hombres, especialmente antes de la era moderna.  En el mundo judío, la tendencia a excluir a las mujeres del mundo del estudio casi siempre significaba que los roles de liderazgo eran en el mejor de los casos difíciles de alcanzar, y en la realidad, inexistentes.  Sin embargo, cada tanto, una mujer judía lograba encontrar un modo en el cual utilizar sus talentos y forjarse un rol de liderazgo.  Doña Gracia, Asenath Barazani y Rachel Verbermacher son tres de estas  mujeres.  Sigue un breve análisis de sus excepcionales habilidades de liderazgo.
 

Doña Gracia nació en Portugal en 1510 en una familia de acaudalados exiliados españoles que fueron forzados a convertirse en 1497.  Se casó con Francisco Mendes, un adinerado converso cuya familia también había abandonado España antes que convertirse.  Era un exitoso comerciante, que lamentablemente falleció después del nacimiento de su hija, dejando a un bebé y a una viuda.  Francisco, evidentemente tenía confianza en las habilidades de su esposa y por lo tanto la nombró custodio de su vasto imperio; esto claramente le dio la posibilidad de usar su talento para trazar nuevos planes de acción.  Como viuda, se beneficio de la independencia que la ley judía les otorga a las viudas y a las divorciadas.  Porque era una sagaz financiera con una asombrosa habilidad para planear por adelantado, pudo no sólo convertirse en una seria socia en el negocio familiar con su cuñado en Amberes, sino también continuar dirigiendo el imperio completamente sola después de su muerte en 1543.  Doña Gracia fue bendecida con una fortuna y una gran habilidad para los negocios, pero también se enfrentó a serios obstáculos cuando dejo Iberia y se puso a buscar un hogar donde pudiera vivir abiertamente como judía.  A medida que logró ir de Portugal a Inglaterra, a Amberes, a Francia, a Ferrara, a Ragusa y a Constantinopla, demostró un altruismo y un amor imperecederos por el pueblo judío mientras lograba escapar de los tentáculos de la Inquisición una y otra vez.

Como líder, no sólo salvó  a innumerables conversos íberos organizando rutas de escape para ellos, sino que también intentó boicotear al puerto de Ancona como castigo por haber quemado en la hoguera a conversos como ella, apuntaba a organizar a los mercaderes judíos, los navieros y los rabinos.  Apoyó a ieshivot, a publicaciones, sinagogas, estudiosos y hospitales y comenzó a planear un asentamiento independiente en Tiberias (pero murió en 1569 antes de mudarse allí.)  Además de su generosidad demostró una visión espléndida, dirigió un imperio, salvó la mayor parte de su propiedad junto con los conversos de la persecución y tramó una estrategia sin paralelos para un boicot económico y su estado civil le permitió llegar a un estatus no igualado por ningún hombre del Siglo XVI.
 

Hubo también mujeres líderes que se destacaron en el campo más tradicional del estudio y el conocimiento.  El académico ha sido reverenciado en el mundo judío desde la redacción del Talmud; dos mujeres en rincones muy distintos del mundo judío pudieron llegar a la cumbre de la erudición en el período moderno temprano.  Las dos nacieron en familias que no tenían hijos varones, una situación que les posibilitó a las hijas “reemplazar” al hijo varón inexistente y lograr un alto nivel de conocimiento.  Las dos se convirtieron en directoras de instituciones prestigiosas que, hasta ese momento habían sido dominadas por hombres y nunca antes habían tenido una mujer como líder ni la tendrían nunca más.

Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianis daba y recibía, porque se imaginaba que por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales; pero con todo alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y darle fin al pie de la letra como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran.

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