El maravilloso mundo del Dr. Parnassus

El doctor Parnassus es un anciano que lleva una barraca de feria con su hija y dos empleados. En ella, cualquier espectador puede penetrar en sus fantasías, pero presenta el peligro de que no siempre es fácil volver de ellas. El negocio no va muy bien y, además, la familia tiene que enfrentarse a una apuesta que hizo el padre años atrás y en la que pone en peligro a su hija. Casualmente, se encuentran con un hombre que padece amnesia colgando de un puente y permiten que se una a su troupe, lo que hará que cambie mucho su situación. El negocio mejora, sí, pero la joven hija del dr. Parnassus, que hasta ese momento flirteaba con el ayudante, empieza a tener dificultades para saber si le gusta más él o el olvidadizo recién llegado.

¿Quién no quiere atravesar el espejo mágico de Terry Gilliam? Los seguidores de uno de los creadores cinematográficos más imaginativos y personales, uno de esos artistas que no tienen sólo un sello identificativo sino un estilo propio, rico y barroco, fantasioso y metafórico.

No obstante, también tiene uno de sus grandes defectos: cierta dispersión a la hora de contar una historia más o menos coherente, aunque estemos hablando del fantástico, un género que permite ciertas licencias. El resultado volverá a apasionar a sus fans, aunque puede que haga emigrar de la sala a más de un espectador interesado en ver la última película de Heath Ledger.

El argumento es compacto. La lucha del bien y el mal (el Dr Parnassus versus Mr. Nick), el amor de chico encuentra a chica y pelea por ella, el salto sin red de la juventud a la madurez, el paso del tiempo y el anhelo de permanecer… se encuentran perfectamente trabados en una cadena de aventuras en las que sobresalen la interpretación magistral de Christopher Plumer -como Dr Parnassus- y Heath Ledger -como Tony.
Christopher Plummer, el Dr Parnassus está cargado de peso, tanto de maquillaje, como actoralmente, ya que cuenta que ha vivido de muchos años. Es un papel difícil, es de suponer, y que da un resultado más forzado que fluido. Tom Waits, el diablo, como enemigo acérrimo del doctor, y con una transformación casi igual de notoria, está más suelto y más divertido en su personaje. En esta película tan particular los malos nos caen mejor que los buenos.
Lily Cole es la jovencita Valentina, una chica muy enigmática, a la que el extraño físico de la actriz le queda como un guante. Ella lo hace muy bien y su personaje es realmente interesante. Lo es también el encarnado por Andrew Garfield, Anton, un joven pagafantas que no tiene nada que hacer contra el atractivo del recién llegado Legder, pero que es quien de verdad ama a Valentina. Verne Troyer, por supuesto, lo que compone es ni más ni menos que el alivio cómico y el puntito de mala leche que evita que la película pastelee demasiado en los terrenos amorosos.

La repentina muerte de Ledger mientras interpretaba tanto esta película como El Caballero Oscuro añade más leyenda a otro actor convertido en mito por su prematura muerte, pero además una sorpresa que enriquece más la obra de Gilliam y parece que estuviera diseñada así: la intervención de tres amigos del finado -nada menos que Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell- para acabar las escenas que Ledger no puedo rodar.

En El imaginario mundo del Dr. Parnassus también la dirección es arbitraria, llena de planos en gran angular donde la idea es meternos, sin necesidad del 3D, en esos lugares inventados. La cámara recorre esos territorios, pero en el momento en que nosotros nos sentimos seguros y adoptamos su visión, hace un movimiento brusco y nos deja desubicados, tan extrañados como los personajes que alucinan ese momento. Al estilo de filmación se le suman algunos detalles más que hacen de El imaginario una película por sobre todo oscura. En primer lugar por el dato necrófilo: sabemos que Heath Ledger murió a mitad de la filmación y hubo que hacer malabarismos extraños con la trama para que poder terminarla. Al respecto, tengo que confesar que me produjo una mórbida fascinación ver actuar a un hombre que sin saberlo estaba terminando sus días, contemplarlo en su despedida involuntaria, ver en presente a alguien que ya es puro pasado.

También hay algo de oscuridad en las ideas que rondan el film. Allí la moralidad de los personajes es dudosa: todos tienen momentos de debilidad y ropa sucia que esconder, si no es en el pasado, es en sus fantasías, ese mundo privado que nos lleva muchas veces a lugares poco confesables. Ni siquiera los héroes resisten allí que les revisen los archivos, y el discurso del film parece decir que esto no está tan mal. Las acciones que representan el bien no son tan probas ni las villanías tan abominables, y menos aún lo es Satán, que en los zapatos de Tom Waits es pura maldad, picardía y elegancia.

Es entonces que la ambigüedad narrativa y axiológica de la película (que ya parece ser marca registrada de Terry Gilliam) nos deja un poco alucinados, confundidos y permisivos con las elecciones éticas. A fuerza de caos e imágenes sensuales nos quedamos pensando que capaz no es tan malo dejarse caer en el maravilloso mundo del Doctor Parnassus


En definitiva, un historia de resonancias faústicas que parece la ideal para que el director norteamericano desarrolle su capacidad para crear imágenes impactantes y mundos fantásticos.  Algo de ello hay en el filme que el cineasta nos ofrece, aunque no es suficiente para hacer más llevadera una historia que en algunos momentos parece estancada y a la deriva. Sólo las divertidas interpretaciones de un genial Christopher Plummer, en la piel del Doctor Parnassus, y de un divertido Tom Waits, encargado de interpretar al mismísimo Diablo, consiguen levantar algo la función. Por otra parte, la actuación de Heath Ledger provoca más indiferencia que otra cosa, mientras que las aportaciones de Colin Farrell, Jude Law, Johnny Depp, encargados de suplir la ausencia del intérprete australiano tras su muerte, resultan poco menos que anecdóticas.  En resumidas cuentas,  y como ya hemos apuntado, una película sólo para fans de Gilliam. El resto puede abstenerse.


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