Una Sensación de Espacio: Imaginemos un Israel que permite las diferencias religiosas

Acabo de regresar de mi primer funeral en Israel donde en vez de recitar salmos, la ceremonia empezó con los ‘Rolling Stones’, “You Can’t Always Get What You Want,” (No siempre podemos tener lo que queremos).  Fue hermoso. No quiero que se toque música en mi funeral.  Como judío ortodoxo, los rituales de entierro y luto tal como han sido desarrollados por nuestra tradición son lo apropiado para mí.  Sin embargo fue hermoso, porque fue exactamente como quería ser enterrado el hombre que murió.  Fue hermoso porque fue emocionante para la familia y representaba la forma en que querían recordar a su marido, padre, hermano, tío e hijo.

El funeral tuvo lugar en el cementerio privado de un kibutz.  Como tal, no está regulado por un Ministerio del gobierno o una autoridad designada que determina como debemos ser enterrados, que es lo que se requiere, y que es auténticamente judío.  Fue hermoso y muy emocionante, porque presentó una imagen de lo que la vida religiosa en Israel podría y debería ser.

Como el hogar de todos los judíos, Israel debería ser un lugar que es también el hogar de todos los judaísmos.  Es un lugar que debería servir como la estructura común para la vida judía, no para imponer una forma de judaísmo para todos, sino por el contrario, debería ser el lugar donde todos los judíos aprenden a respetarse los unos a los otros y a desarrollar formas de compartir un espacio común entre todos.

¿Qué es lo que tiene Israel que ha convertido en tan rara esta experiencia, que ha creado una realidad que ha hecho que el judaísmo se haya desviado tanto de su rumbo?  Fuera de Israel la separación del estado y la religión ha conducido a la emancipación del judaísmo y del pueblo judío.  Como uno de los principales beneficiarios de esta separación, es natural que hayamos sido uno de sus principales abogados.  Además, como pequeñas minorías en las sociedades de otros, no nos atrevemos a violar sus reglas, aún cuando podemos no estar de acuerdo.  Debido a esto, en Norte América, ningún judío ultra ortodoxo, por ejemplo, soñaría tan siquiera con socavar los derechos y el espacio de los judíos liberales.
En Israel, sin embargo, la gran mayoría de los judíos han rechazado la idea de la separación del estado y la religión. Como estado judío hemos elegido que la religión judía tenga un rol dominante y un lugar dentro de la cultura, el lenguaje y la política del Estado.  Cuando vinimos a casa a Israel vinimos a un lugar donde no necesitábamos la separación del estado y la religión para otorgarnos legitimidad y los derechos básicos.
Aquí podíamos ser judíos plenos y orgullosos que ya no teníamos que esconder nuestro judaísmo. Aquí podíamos ser judíos fuera de nuestras casas tanto como dentro de ellas.  Esto era verdad tanto para los judíos seculares como para los ortodoxos.  Todos querían expresar su judaísmo en distinta forma pero estaban unidos en el entusiasmo por la oportunidad que nos brindaba el ser parte de la cultura mayoritaria.

Como mayoría, también estábamos libres de la inhibición de preocuparnos de tener que vivir de acuerdo a estándares determinados y gobernados por otros.  Venir a casa a Israel era parecido al joven adulto que se muda a su propio apartamento por primera vez.  “Es mi casa ahora, puedo tocar la música tan fuerte como quiera y guardar mi ropa donde se me ocurra.”

Esta sensibilidad y experiencia es una de las cosas hermosas de Israel, y que me da un sentimiento de judaísmo y hogar.  Al mismo tiempo, sin embargo, el hecho que no hayamos podido encontrar un equilibrio entre el deseo que el judaísmo sea parte de la vida y ámbitos públicos, y al mismo tiempo posibilitar la diferencia religiosa, es un ot kain (la Señal de Caín – un estigma o vergüenza).  Lo mismo que fue tan esencial en definir a Israel como un hogar judío está ahora socavando el sentimiento de hogar.

El joven adulto que quiere rebelarse debe en última instancia crecer y aprender a vivir con compañeros de cuarto, una esposa y vecinos, sin mencionar a sus propios hijos, quiénes también crecerán.  Un hogar, aunque tenga límites y valores compartidos, es un espacio íntimo que sólo puede florecer si el respeto y la privacidad son intrínsecos a su función.

Hoy experimenté esa sensación de espacio.  Éste no era el Israel en el que una voz determina quién es judío, quién puede casarse con quién, quién puede oficiar donde, y quién puede decir Kadish.  Fue un Israel que se manifestaba en la amplia vista de las ondulantes montañas visibles desde el cementerio que parecían a la vez interminables y capaces de contenernos a todos, tuve una sensación de un hermoso mañana en medio de un triste y luctuoso funeral.

Espero que este espacio no esté confinado a días de tristeza sino que se convertirá en lo que todos los israelíes ven como obvio, y esperan y exigen de su judaísmo y de su Estado.  Es sólo entonces que Israel será realmente un estado judío y la patria del pueblo judío.

Traducido por Ría Okret


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