Los íconos de la iglesia ortodoxa rusa en la poética y en la autobriografía de Marc Chagall

Directa o indirectamente, en los artículos anteriores, Marc Chagall siempre estuvo presente. Más allá de sus vuelos pindáricos y de los violinistas sobre el tejado, Chagall era un maestro que sugería, que pensaba y que reflexionaba.
Sin duda, en las primeras monografías publicadas en Rusia, las múltiples facetas de Chagall fueron descubiertas e investigadas. Pocos críticos de arte, en la actualidad, supieron valorar y discernir lo que se había intuido en los escritos monográficos de los años veinte.

Marc Chagall y los iconos
“Los colores fulgurantes se mezclaban en el cielo. Pero todo se apaciguaba al atardecer. Los iconos se animaban, las velas volvían a brillar…” En este fragmento de su autobiografía, Chagall nos trasmite y nos da una clave para entender la fascinación que sentía por los iconos de las iglesias. Muchas iglesias ortodoxas, rodeaban el barrio judío de Vitebsk, las siluetas de las iglesias aparecen continuamente en sus cuadros. Imaginemos al joven artista entrando al atardecer en esos templos, dónde los colores y el oro de los iconos resplandecían bajo la luz de las velas… Las leyendas rusas, sus ilustraciones, los iconos cristianos, las imágenes del pueblo natal, la liturgia del Shabat, su tío tocando el violín sobre los tejados y las lámparas que iluminaban su humilde casa. Todas estas imágenes vivían y dialogaban en el alma de Chagall. Tanta belleza, tanta poesía, tenía que ser expresada en imágenes y en palabras. Contra viento y marea, Chagall salta todas las dificultades, se enfrenta al desprecio de algunos familiares y a los problemas doctrinales que le imponía la religiosidad de su pueblo. Con fuerza y en medio a enormes dificultades inicia su camino de pintor-poeta.

Un poco de Historia…
La conversión de los eslavos al cristianismo en el 988, llevó a la grande Rusia no solo la nueva doctrina, entró el esplendor de la cultura bizantina. Bizancio se había convertido  a partir del siglo III en heredera de la cultura greco-romana. Los iconos nacen de la unión del arte cristiano primitivo con el arte de Bizancio. Las ideas de la cultura Clásica permitieron sentar las bases para una nueva estética con raíces antiguas.
Mas allá de la innegable belleza y magia de los iconos, reconocemos formas y estructuras que nos remiten a la Grecia antigua. Los iconos están organizados a partir de ejes doctrinales y estéticos muy precisos, enmarcados en una cultura sincrética. Son una suerte de escritura en imágenes y una Teología en colores.   Los cristianos de Oriente eran herederos de una visión platónica del universo y de lexistencia.  
Claramente  el Reino de Dios estaba en lo alto y en el Cielo residía la potestad Divina. La Iglesia Ortodoxa elabora su teología a partir de presupuestos griegos, los padres de la Iglesia Ortodoxa hablan de la “Escala del Paraíso”, indicando que desde la imperfección de la vida terrena, el ser humano tiene la posibilidad, por medio de la oración, las obras de bien y el conocimiento de las Sagradas Escrituras, de subir hacia lo mas alto, allí donde habita la Divinidad. –Recordemos las palabras de Platón: “La virtud de las alas consiste en elevar las cosas mas pesadas hacia arriba, en donde habita el linaje de los dioses…” No hay duda que existe una continuidad filosófica, dentro de  este cambio aparentemente radical de doctrina.                                               
El símbolo de la escalera y su representación, evocan inmediatamente en el joven Chagall, el sueño de Jacob y su relación con  la doctrina cabalista y la jasídica. El símbolo de la escalera es una constante en la iconografía chagalliana.
Volviendo a la estructura teológica ortodoxa, encontramos en la cúspide del edificio jerárquico, el Pantocrátor (del griego pan “todo” y kratos “poder”, se refiere a Aquél que rige el universo). El pintor Malevic, contemporáneo de Chagall, utilizó  esta imagen en clave laica, recordemos el cuadro titulado “Cabeza de Campesino” (1928), el rostro del campesino ocupa casi la totalidad de la obra y está diseñado dentro de una estructura plana, presentándose majestuoso y solemne como la imagen tradicional del Cristo Pantocrátor.

Nostalgia Divina

Según la doctrina cristiano-ortodoxa, el hombre se encuentra amenazado por el mal y la muerte, su naturaleza física lo une a la tierra, pero en su alma brilla la “Chispa Divina” (recordemos que algunos  cabalistas hablan de las Chispas Divinas esparcidas en todo lo existente), esto hace que todo ser humano sienta una profunda nostalgia por los cielos en donde residen los santos y los justos junto al Altísimo. La pintura de Marc Chagall está impregnada de nostalgia Divina. Por medio de sus imágenes rompe la separación entre el cielo y la tierra.
En la Biblia está escrito que el hombre fue creado “ a imagen y semejanza de Dios”, tanto los místicos judíos así como los cristianos, ven en esta afirmación la declarada certeza de que el hombre y la mujer son templos vivos del Altísimo.                                En el Cantar de los Cantares, se sacraliza la unión del hombre y la mujer, la belleza y el erotismo de este libro bíblico, lleva a afirmar a célebres estudiosos de Cábala como el profesor de la Universidad de Jerusalén Moshe Idel : “La unión carnal terrenal ayuda a  Dios, necesitado de esa unión armónica”.
En el momento en que los grandes rabinos establecían los libros canónigos que formarían la Biblia Hebrea, se discutía sobre El Cantar de los Cantares. El célebre Rav: Akivá, detiene la discusión afirmando que todos los libros son santos pero el Cantar de los Cantares es santísimo. Marc Chagall, vive plenamente el amor y expresa en sus cuadros el sentido sagrado de esta unión.

Un Viaje Espiritual

El viaje espiritual que plantean las imágenes presentes en los iconos, no ignoran la afectividad, pero exaltan la castidad. Las imágenes donde los afectos adquieren plenitud son las de la Virgen con el Niño: “La Virgen de la Ternura”, de la Protección, del Juego, de la Leche, de las Caricias, etc. Sin duda estas imágenes entraron en la poética de Chagall: “La Virgen en Trineo”, es uno de los tantos ejemplos reveladores, igualmente  las imágenes “profanas” del maestro evocan la interiorización de los iconos cristianos.

Arte como Ofrenda

El arte litúrgico de los iconos no solo es ofrenda a Dios, sino también descenso de Dios: es el arte donde se produce el encuentro de Dios con el hombre, de la Gracia con la naturaleza, de lo eterno con lo temporal. El objetivo del icono es hacer evidentes las cosas secretas. En la génesis y en la manifestación de este arte, todo es “semejante” al Arquetipo. El icono está ligado al Arquetipo, no por naturaleza, sino por energía. La energía de Dios al penetrar la imagen, la santifica y al manifestarse por medio de ella, eleva al hombre hacia Dios. Por ello, el que venera un icono, no venera la materia de la cual está hecho, venera al mismo Arquetipo. Uno de los nombres de Dios es Belleza, ella es esencia superior, es decir trascendente. De allí que esta arte tenga como principio el anti-naturalismo: La Belleza como Nombre Divino y como Idea, en el sentido platónico del término, el universo llevado a un estado de armonía cercano al orden superior. Chagall cumple el prodigio de crear iconos en continua metamorfosis, sacralidad en transformación, como diría André Neher, movimiento de lo Eterno.

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