Una ‘mirada’ hacia el ruido local ofrece una percepción de los eventos que le aportan la banda sonora a nuestras vidas.
Recientemente recibí un email de una candidata doctoral con lo que creí, en aquel momento, que era una solicitud extraña. En el curso de su investigación, Michelle Weitzel se topó con un artículo que escribí en el año 2012, “Israel Real: Extractos”.
Ella quería, bueno, preguntarme sobre algunas cosas que había mencionado. Con un trasfondo en ciencias políticas, su investigación pertenece a “la forma en que los sonidos definen una comunidad y demarcan territorio físico,” y esta fue su primera visita a Israel.
Quería indicaciones sobre dónde podría grabar algunos de los sonidos que yo había mencionado.
Respondí algo como: “Si estás buscando ruido, has llegado al lugar indicado.”
Para empezar, las oficinas de edición del Jerusalem Post están situadas entre la Estación Central de Jerusalén y el mercado Mahaneh Yehuda, y ninguno de estos lugares son un oasis de calma y silencio. En la estación de ómnibus de camino a mi casa esa tarde, escuché con una nueva apreciación las interminables posibilidades de investigación para cualquier persona interesada en el sonido: Aquí se encontraba el músico callejero con un amplificador cantando sobre la llegada del Mesías; aquí había una pareja discutiendo; había una mujer furiosa hablando por teléfono quejándose de que le habían cobrado de más; había un grupo de alborotados turistas adolescentes, disfrutando la libertad de estar lejos de sus padres, quienes probablemente viven en un ambiente más tranquilo.
Detrás de mí se escuchaba una obra de construcción; y delante, el ruido del tráfico; arriba, un helicóptero dando vueltas; y a mis pies, una niña en un cochecito estaba gritando. No la culpo.
Los sonidos no se detuvieron sobre el ómnibus, tampoco. En todas partes del mundo, las personas hablan por teléfono mientras viajan en el transporte público, pero muy pocos hablan tan fuerte como los israelíes; y en muy pocos lugares otros pasajeros se unen a la discusión. Todo esto mientras el conductor tiene la radio encendida. Y solo en Israel, he escuchado al conductor subir el volumen para el boletín de noticias cada hora. De hecho, los “avances” de las noticias y la introducción estándar de los conductores del noticiero Kol Yisrael son parte de la banda sonora de la vida de Israel.
Como señalé cuando conocí a la inteligente y agradable Weitzel, los israelíes no son buenos en cuanto a separar los espacios públicos y privados, y el sonido viaja sin interrupciones del uno al otro.
Lo señalé antes: El ruido es una forma de polución que puede no matarte, pero puede hacer que quieras matar a alguien más. Hay legislaciones que controlan el ruido, le aseguré a Weitzel, pero su aplicación es un tema diferente. En mi casa, mencioné su interés en el sonidsonido y dónde podría escucharlo. Mi familia sugirió pasar el rato en nuestro barrio una tarde de viernes cuando un vecino hace karaoke, de manera terrible y fuerte. También es el día que se puede escuchar el ruido de las alfombras siendo golpeadas para sacarles el polvo; y los gritos desde las ventanas de nuestra vecindad que generalmente incluyen el saludo “Shabat shalom,” “un pacífico Shabat”. Recién aprecio la ironía.
Weitzel, nacida en Hawaii pero estudiando en Nueva York, me hizo “ver” al sonido de una forma diferente. Fuerte y claro. A través de sus preguntas, comprendí que el sonido de Israel tiene un ritmo peculiar. Las preparaciones de Shabat el viernes tienen un tono especial. La sirena que se puede escuchar en Jerusalén marcando el comienzo de Shabat también es un sonido único.
Como mencioné en el artículo original, sorprendentemente, también tiene un sonido único del silencio. El silencio de Yom Kipur aquí – cuando casi ningún judío conduce, no hay aire de tráfico ni programas de radio y televisión – es extraordinario. También lo es el sonido de la sirena que llama para un minuto de silencio el Día de Conmemoración del Holocausto y el Día de Recuerdo de los Caídos. Quizás es el ruido y bullicio que precede a ellos que hace todo se silencie repentinamente de forma más cruda y conmovedora.
Tristemente, el sonido de la sirena de alerta de misiles ya es algo familiar para casi todos los israelíes. Cualquier persona que haya vivido durante un ataque de misiles, una y otra vez, escuchará sonidos que la hacen acordar a eso. Durante la Operación de Protección de la Frontera el verano pasado, muchas ambulancias cambiaron sus sirenas para que no se confunda con lo que podría ser una alarma de misiles.
Contando las sirenas de vehículos de rescate para evaluar si están respondiendo a un incidente “ordinario” o algo más siniestro es una reacción muy jerosolimitana que comenzó en los días de ataques de mega-terror de La Primera Intifada. Cuando vivía en el norte durante la primera guerra del Líbano, el sonido de un helicóptero militar llevando heridos al Centro Médico Rambam, era de alguna forma siempre identificable.
En el sur, el sonido de “Tzeva Adom” – Alerta Roja – resonando desde sistemas de dirección públicos tienen un similar efecto “pelea o vuela”. Mi amigo, el Dr. Stephen Malnick, un especialista en medicina internista, co-escribió un papel sobre “Kassam colon”, una forma irritable de síndrome del intestino desencadenado por las alertas. El código fue cambiado hace años de Shahar Adom (Red Dawn) luego de que padres de niños quienes fueron inocentemente llamados Shahar en momentos de mayor paz se quejaran de que se burlaban de ellos.
En Jerusalén, como dije en mi columna original, el sonido del Almuédano es un barómetro de las relaciones Israel – Palestina. Cuando las cosas se intensifican, los llamados se vuelven más fuertes, de una forma de intifada en la cual, por lo menos, nadie sale lastimado por los estallidos.
En la esfera dependiente del tiempo y espacio, el “cañón de Ramadan” en esta época del año es un fenómeno especial de Jerusalén e incluye el sonido de un tiro en las primeras horas oscuras de la mañana.
Sólo en Israel están los fuegos artificiales y la religión tan entrelazados: Recién entramos en un período donde los judíos Ortodoxos no llevan al cabo un casamiento y otras grandes celebraciones luego de Tisha Be’av, la fecha que marca la destrucción del Primer y Segundo Templo, mientras los musulmanes marcan los ultimos días de Ramadan y en poco tiempo estarán celebrando Id al-Fitr.
Existe un equivalente judío del Almuédano, preguntó Weitzel, y una vez más me dejó pensando. Quizás lo más cercano es el sonido del shofar, particularmente en los días antes de Rosh Hashana, cuando la Ortodoxia se levanta antes de lo usual para participar en Selijot.
El sonido de las personas cantando canciones de Shabat – ventanas abiertas, por supuesto- también es muy israelí. Uno de los placeres de vivir en el Estado Judío es que no se teme a lo que los vecinos piensen de uno celebrando Shabat de forma fuerte, o también la Noche de Seder.
¿Otros sonidos relacionados con el Estado? Probablemente el más israelí de los sonidos puede ser escuchado en el día más israelí – el Día de la Conmemoración y el Día de la Independencia.
No son sólo las sirenas pidiendo un minuto de silencio: También es la música: En ningún otro lugar se pueden juzgar las noticias y el estado de ánimo por las canciones que están sonando en la radio. Determinadas canciones de Yehuda Poliker, Chava Alberstein o el (difunto) Arik Einstein pueden significar una de dos cosas: Es un día para llorar una muerte o algo terrible sucedió. Es un código social instantáneamente comprendido por los israelíes.
La emisión de la ceremonia en Mount Herzl marcando la transición entre el Día de la Conmemoración y el Día de la Independencia es el sonido de Israel: Desde el rezo memorial El Maleh Rahamim a la trompeta anunciando la marcha del desfile del presidente y el inequívoco FDI.
Los cantos públicos que marcan el calendario israelí también son peculiarmente nuestros. La alegría y tristeza tienen sus propias bandas sonoras. Está el sonido de pergamino de la Torah siendo escoltada como una novia a la sinagoga, y el Breslov Hassidim en sus camionetas llevando el mensaje, al máximo volumen: “Es una gran mitzva [mandamiento] el ser feliz a todas horas.” Y también hay autos con sistemas de dirección públicos llamando a las personas a ir al funeral de un rabino o alguna otra figura importante.
Weitzel luego me agradeció por mi ayuda y me preguntó cómo podía devolverme el favor. Bromeando, le dije que podía enviarme paz y calma estilo hawaiiano, que de hecho hizo: Me envió el link a una grandiosa versión de “Over the Rainbow” cantada por Israel “IZ” Kamakawiwo’ole. Encontré para ella un hermoso video de David D’Or llamado “El Embajador Cultural de Israel”, cantando la misma canción.
Mientras escribía, sin embargo, fue Yehudit Ravitz cantando “Shlah li sheket,” las palabras de la poetisa Yona Wallach, que estaban en mi cabeza. (Adaptar poemas a música es también muy israelí).
"Envíame un silencio protegido
Envíame un silencio de una nube
Envíame un silencio mecanizado para escuchar un silencio no de aquí
Envíame silencio en una caja de una tierra lejana.”
Pero finalmente, aquí (o “escuchar”) se siente como el hogar.
Solo deseo que las canciones, rezos y sonidos de la vida vinieran con control de volumen.
Fuente: Jerusalempost.com