100 años de presencia institucional judía en Uruguay II.

Artículo cedido por el Departamento de Estudios Judaicos de Universidad ORT.


La inmigración judía en general presenta una particularidad que la diferencia del resto de los contingentes migratorios en el mundo. Los judíos tenemos lo que hace algunos años se denominó como: “experiencia previa de emigración” (Bouret, Martínez, Telias, 1997), producto de los casi 2000 años de vida diaspórica, durante los cuales las circunstancias históricas nos obligaron a mudarnos reiteradas veces de lugar.

Desde el Medio Oriente hacia la Europa Mediterránea. Desde allí a la Europa Central y nuevamente al Medio Oriente y el Norte de África, y desde todos esos lugares hacia América del Sur, del Norte, a la América toda y, por último, de regreso a Israel. Siempre dejando comunidades formadas en cada uno de los lugares..

Como dice Nemirovsky (1987), “Llevando consigo los elementos más imprescindibles, con gran dolor en sus  corazones y mientras amargas lágrimas rodaban por sus mejillas, se despidieron de sus hogares y de las comarcas en las cuales habían vivido tantas generaciones de judíos y renovaron una vez más el mandato bíblico “Lej Lejá meartzejá umimoladetejá…” (Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre…) (Génesis, 12.1).” Tal parece que los judíos estaban condenados a ser emigrantes desde su propio origen.

Los judíos que llegaron al Uruguay no fueron la excepción. Comenzaron llegando desde la cuenca del Mediterráneo Oriental. Se sabe de judíos llegados por lo menos desde: Siria, Líbano, Palestina, Turquía, Marruecos, Egipto, Grecia, Persia, Argelia, Túnez, Yemen, Chipre, Malta, Rodas y quizás algún lugar más de la región que involuntariamente podemos estar omitiendo. De esta corriente, nació en 1932 la Comunidad Israelita Sefaradí del Uruguay.

Casi al mismo tiempo, pero intensificándose notoriamente tras el fin de la Gran Guerra (o Primera Guerra Mundial), llegaron los judíos generalmente denominados Ashkenazim o Ashkenazíes. Rusia, Letonia, Lituania, Polonia, Estonia, Rumania y Checoslovaquia, son los países que aportaron al Uruguay el mayor número. Ellos crearon en 1932 la Kehilá, a la que pusieron el nombre de Comunidad Israelita del Uruguay.
Es interesante una observación que hace T. Porzecanski (1992) al respecto: “La predominancia cuantitativa de los Ashkenazíes  contribuyó a imprimir muchos de sus rasgos distintivos a toda la comunidad judía uruguaya, entre ellos, el sistema de  Kehilot, o sea, el modelo de la Kehilá [comunidad] de Europa oriental del Siglo XIX, bajo la que se agruparon, por su parte, ashkenazíes, sefaradíes, judíos  provenientes de Alemania y judíos provenientes de Hungría, llegados en los dos primeros estadios migratorios.”

Sobre finales de los años 20 del siglo pasado, pero principalmente tras el ascenso del nazismo al poder, comenzó a llegar inmigración judía de una tercera zona geográfica. Europa Central y Occidental (Alemania, Austria y Hungría) comenzaron a expulsar a sus judíos que, en Uruguay, se nuclearon en dos comunidades: la Comunidad Israelita Húngara del Uruguay creada en 1932, y la Nueva Congregación Israelita de Montevideo, que nació en 1936.

Estas cuatro instituciones, en 1940, decidieron darse una única representación política, y crearon el Comité Central Israelita del Uruguay. Según José Jerozolimski, este comité “fue desde el principio el puente de entendimiento entre las comunidades mencionadas, mejor dicho entre sus dirigentes, quienes de esa manera dieron representatividad general a una institución, sin afectar fundamentalmente la vida interna de cada núcleo”. (En Bouret, Martínez, Telias, 1997).

Todos estos judíos, sin importar la zona geográfica de la que provenían compartían, además del hecho de ser judíos, la característica de haber llegado en una “condición difusa entre “inmigrante” y “refugiado”.” (Bouret, Martínez, Telias, 1997).

El antisemitismo, expresado con mayor o menor violencia según el momento y el lugar, junto con los apremios económicos y la inestabilidad política fueron las causas principales por las que emigraron.

Para muchos de ellos, su destino inicial era América: Estados Unidos, Argentina, Brasil. Las políticas anti-inmigratorias del mundo de la época, y especialmente en los americanos en donde eran además casi idénticamente restrictivas, se aplicaban en forma bien diferente en cada país. Lo que hacía que los futuros emigrantes, fueran golpeando las puertas de los distintos consulados hasta lograr que una se abriera, o incluso zarpar en algún barco, que lo dejase a uno en el primer puerto en el que lo aceptaran.

Una vez en el continente, las fronteras terrestres y marítimas de nuestra región se cruzaban con relativa facilidad, buscando el mejor lugar para quedarse. A veces llevaba años decidir si Buenos Aires o Montevideo sería el lugar en el que se quedaría y proyectaría su vida. La más de las veces esto lo decidía la circunstancia.  

Una vez que algunos eligieron Uruguay, le contaron sobre nuestro país, y especialmente Montevideo, a sus amigos y parientes en Europa, África o Asia. Así nuestro país pasó a ser el destino elegido por otros tantos.

¿Cuántos judíos llegaron al Uruguay? Es casi imposible de cuantificar con exactitud. La laicidad uruguaya, que a principios del siglo XX vivía un momento muy particular, hizo que al pasar por la oficina de migraciones, los que llegaban no fueran interrogados de forma tal, que podamos, con grado de certeza importante, determinar si eran judíos o no.

Sin embargo la demografía ha hecho estimaciones a partir de documentos parciales. Quien probablemente más se ha preocupado de investigar este aspecto ha sido la Dra. Rosa Perla Raicher, que en su trabajo publicado en español póstumamente (2003), dice que para 1910, habría unos 150 judíos en Uruguay. Ya para mediados de los años 20, la cifra se habría elevado a 6000, y a fines de la década del 30 a 25000. Incluso calcula que entre 1927 y 1942, el Uruguay recibió aproximadamente 19600 judíos.

En 1952, el American Jewish Yearbook estimaba en 40000 la cantidad de judíos en nuestro país, y para 1971, un Informe de Investigación de la Universidad de Tel Aviv, estimó en 54000 los judíos residentes en Uruguay. Aunque reconoce que esta cifra puede haber estado un poco sobreestimada.

La  crisis económica, política y social en la que ingresó Uruguay en los años 60, y que se extendió por al menos dos décadas, transformó al país de receptor a expulsor de inmigración. Ese fenómeno no fue ajeno a los judíos uruguayos, lo que, sumado al fenómeno de la asimilación – entendido esto como el alejamiento de la vida comunitaria y la pérdida de todo vínculo con el mundo judío – provocó un continúo y no muy lento, decrecimiento en la cantidad de judíos uruguayos.

Hoy lo que tenemos son sólo estimaciones. Las más pesimistas, que se basan en la cifra de judíos institucionalizados principalmente a través de aquellas cuatro comunidades originales, hablan de entre 12000 y 13000 judíos.

En el otro extremo, están los que piensan que ha de haber unos 25000 judíos en Uruguay.

Nuestra estimación preferida es la que sitúa la presencia judía en Uruguay entre 16000  y  20000 almas (Porzecanski, R. 2006). No sólo por los motivos allí expuestos, sino porque, partiendo de la constatación histórica de que el pueblo judío diaspórico tiene una tendencia a la institucionalización (podemos decir que entre los años 40’ a 60’ del siglo pasado el porcentaje de institucionalizados debía rondar el 90%, y en esto se basan las estimaciones que presenta Raicher para  aquellos años), resultado principalmente de esa “experiencia previa de emigración”. Atendiendo a su vez al hecho de que la situación política del Uruguay hizo que entre los 70’ y 80’ ese porcentaje descendiera en forma importante. Más el proceso permanente de asimilación, que en primera instancia pasa por el alejamiento de las instituciones, que son las que en definitiva ofrecen, con carencias o sin ellas, la posibilidad de desarrollar una vida judía plena. Creemos que hoy el nivel de institucionalización de los judíos uruguayos, al menos a las instituciones históricas y centrales de la comunidad, probablemente no supere el 60%.

Como sea, lo que sí es constatable, es que ya sea por emigración – fenómeno que en el Uruguay no afecta sólo a judíos sino a todos su habitantes, pero que en el caso de los judíos se incrementa por el peso que el sionismo tiene en esta comunidad – o asimilación, la tendencia a la baja del número de judíos en Uruguay no se detiene.


Nota: Las opiniones vertidas son de responsabilidad exclusiva del autor.

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