Cinco razones para preocuparse por el acuerdo con Iran

Acuerdo-historico-EEUU-IranokLa experiencia muestra una enorme brecha entre la forma en que Europa y los EEUU entienden el Oriente Medio y la forma que éste se entiende a sí mismo.

La primer causa de preocupación es la proliferación nuclear. El mayor logro de la comunidad internacional en los últimos setenta años ha sido su habilidad en controlar el demonio nuclear. El logro más significativo de Israel en el medio siglo pasado ha sido su monopolio sobre Dimona. Si el acuerdo de Viena es respetado ambos logros serán preservados.

Pero si resulta que, dios nos libre, el acuerdo es vago, si sus omisiones son agujeros negros, y si los mecanismos de control no pueden ser implementados, el mundo será un mundo diferente, el Oriente Medio será una región terrible, y una gigantesca sombra acechará sobre el futuro de Israel.

 La segunda causa de preocupación es la expansión de armas convencionales. La industria militar iraní tiene pocos equivalentes en el mundo. Unos cincuenta mil adiestrados y creativos iraníes han aprendido a fabricar satélites, misiles, barcos sofisticados, y drones. Cuando estuvo al borde de la quiebra Irán construyó su propia industria militar, incluyendo industria aeronaútica y su propio sistema Elbit de los años noventa. La inyección de decenas de billones de dólares en los laboratorios y líneas de montaje del Líder Supremo Alí Khamenei puede retrotraernos treinta años: una amenaza casi existencial por medio de armas convencionales.

La tercer causa de preocupación es la hegemonía regional. En los últimos cuatro años los estados-nación árabes han colapsado. No hay más Irak, no hay más Siria, no hay más Libia, no hay más Yemen, no hay más Sudan. El orden corrupto que le dio a Oriente Medio décadas de estabilidad se ha desmoronado. Aun cuando fue un paria Irán supo sacar provecho del caos árabe y tomó Beirut, Damasco, Bagdad, y Sanaa. El acuerdo de Viena otorga a Irán legitimidad y honorabilidad; esto refuerza su victoria e impone temor en Oriente Medio.

La cuarta causa de preocupación es la falta de reconversión ideológica. Elementos pro israelíes en Washington recientemente reclamaron que Irán reconozca a Israel. El problema es que Irán no reconoce a los EEUU; las banderas norteamericanas son quemadas en Teherán. Irán ha recibido un salvataje económico y legitimidad internacional a la vez que no se le ha exigido que desmanteles su infraestructura nuclear o ideológica, lo cual es preocupante para el futuro.


La quinta causa de preocupación es todo el paquete. Desde el punto de vista europeo-estadounidense el acuerdo significa reconciliación y paz. La consecuencia deseada es que Irán sea más moderado, que no se nuclearice, y que se integre a la familia de las naciones. Tal vez. Si tan sólo eso pudiera suceder. Pero la experiencia muestra una enorme brecha entre la forma en que Europa y los EEUU entienden el Oriente Medio y la forma que éste se entiende a sí mismo. Aquí en éstas tierras, entre Casablanca y Kabul, el acuerdo de Viena pone en evidencia que los EEUU está en retirada, que Europa está en decadencia, y que el poder shiita está creciendo.

De ahí que la preocupación es que en el largo plazo se desarrolle una carrera nuclear a nuestro alrededor, en el corto plazo la carrera armamentista sea convencional, y en un plazo intermedio los poderes vecinos como Hezbolla se reforzarán y sentirán que ha llegado su momento. Lo que parecía traer paz en nuestro tiempo puede conducir a lo opuesto.

Sin embargo, nuestras preocupaciones no son políticas de estado. La ansiedad no es estrategia. La comunidad internacional tomó una decisión, y ahora Israel debe evitar ser confundida con irritante profeta del apocalipsis al que nadie escucha. Debe convertirse en un jugador diplomático dinámico. No es tiempo de pelearnos con el presidente de los EEUU ni de lamentarnos y patalear. Jerusalém debe retomar un diálogo positivo con Washington, Londres, París, Berlín y Bruselas para minimizar los daños de Viena. Debe asegurarse que Viena, dios nos libre, no se transforme en la Munich del siglo XXI.

Fuente: Haaretz.com

Traductor: Ianai Silberstein

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