Debemos luchar contra el BDS en el nombre de los Derechos Humanos

saksokSiguiendo las contribuciones de Rabbi Sacks en la Conferencia de Herzliya de la semana pasada, el Jerusalem Post publicó un artículo el viernes en el que resume sus perspectivas sobre las amenazas crecientes generadas por el movimiento BDS.

Hay una creciente y extendida preocupación entre los judíos en Israel y fuera de Israel, y entre amigos de Israel en todo el mundo, de la amenaza creciente generada por el movimiento BDS (Boicot, desinversiones y sanciones). En tres conferencias en los últimos días – en Las Vegas, convocada por Sheldon Adelson y Haim Saban, en Nueva York por Jerusalem Post, y en el Centro Interdisciplinario en Herzliya, en el cual hablé – las discusiones sobre el movimiento BDS y cómo abordarlo se extendieron rápidamente.

Nuestra lucha contra este movimiento no será fácil, ni ganada de la noche a la mañana sin cooperación, determinación y apoyo. Pero es una lucha que podemos y debemos ganar, no sólo por la supervivencia de Israel o la seguridad de los judíos, pero por el mundo. Pero para comprender cómo ganar esta pelea, es necesario alejarse y observar el fenómeno más grande del que es parte.

Primero, para señalar lo obvio: el movimiento BDS, no es por sí mismo antisemita. Muchos de sus seguidores están genuinamente preocupados por los Derechos Humanos, que espero que todos compartamos. Sus demandas deben ser escuchadas honestamente y abiertamente, cómo también deben ser las de los defensores de Israel.

Las universidades en particular deben ser vigilantes en asegurar libertad de expresión, que implica escuchar respetuosamente a posiciones contrarias a las de uno mismo. Una precondición fundamental de la justicia es Aude alterem partem: escuchar la otra parte. Sino, las universidades están en peligro de convertirse en lo que Julian Benda describe en "La Traición de los Intelectuales": ambientes favorables para "la organización intelectual de odio político".

Sin embargo, el fenómeno más grande que forma el fondo del movimiento BDS se volvió más claro en el curso del Siglo XXI. Es la más reciente encarnación de negación a judíos como una fé distintiva y a las personas el derecho de ser: el derecho de gobernarse a ellos mismos en la tierra de sus orígenes.

El antisemitismo no es un fenómeno estático. Es un virus que muta, de esta manera venciendo al sistema inmune de las sociedades libres. Durante la Edad Media, los judíos eran odiados por su religión. En el Siglo XIX y principios del Siglo XX, fueron odiados por su raza. Hoy son odiados por su nación. Por mil años fueron la presencia no cristiana mas obvia en una Europa cristiana. Hoy, el Estado de Israel es el estado no islámico más obvio en un Medio Oriente mayoritariamente musulmán. El antisemitismo no es simplemente sobre judíos. Es una ofensa hacia la dignidad fundamental de la diferencia.

Contrario al popular pre-supuesto, no es fácil justificar el odio en un discurso público. Es por eso que los antisemitas siempre han buscado validación de las mayores fuentes de autoridad en una determinada cultura. En la Edad Media, eso era la religión. Por consiguiente, judeofobia religiosa. En el Siglo XIX, fue la ciencia, en la forma del presuntamente llamado estudio científico de la raza, y Darwinismo social, la creencia de que la sociedad opera como la biología, en la cual la más fuerte sobrevive eliminando a la más débil.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la mayor fuente de autoridad han sido los Derechos Humanos. Es por eso que durante las sesiones paralelas de las ONGs que acompañaron a la notoria Conferencia en contra del Racismo en Durban de las Naciones Unidas, días antes de 9/11, Israel fue acusado de los cinco pecados cardinales contra los Derechos Humanos: racismo, segregación racial, crimenes contra la humanidad, limpieza étnica e intento de genocidio. Hoy, cualquier ataque contra judíos debe ser expresado en el lenguaje de Derechos Humanos.

La forma más facil de entender el ataque sustancial contra el Estado de Israel es que en 1948, 1967 y 1973 sus enemigos buscaron ponerlo en crisis militar, y fallaron. En 1973 con el boicot internacional, intentaron ponerlo en crisis económica y fallaron. En 1975 con el movimiento "Sionismo es Racismo" en las Naciones Unidas buscaron ponerlo en crisis política y fallaron. En el 2001 y 2002, con las implacables olas de bombardeos suicidas, intentaron ponerlo en crisis psicológica y fallaron. Ahora, con el movimiento BDS, entre otros, los enemigos de Israel están buscando ponerlo en crisis moral, y hasta algún punto, podrían tener éxito.

El primer signo de eso es que entre jovenes judíos, Israel –que alguna vez fue el gran factor unificante entre los judíos alrededor del mundo – se volvió, al menos en algunos círculos, un factor divisorio. El segundo es el intento de hacer la opinión pública en sociedades europeas tan hostil hacia Israel que, eventualmente, algunos judíos se puedan sentir forzados a tomar una decisión, entre apoyar a Israel por un lado o vivir en Europa por el otro – un punto hecho a la fuerza hace unos años por el intelectual judío francés Alain Finkielkraut. Esto debe ser resistido inequívocamente mientras muchos judíos lo están haciendo en el nombre de los Derechos Humanos. Israel permanece como la única democracia genuina en el Medio Oriente, con un poder judicial independiente y libre de prensa, el único lugar donde las minorías religiosas pueden vivir su fe sin peligros.

El máximo objetivo, es por supuesto dejar a Israel tan aislado en la arena internacional para que los enemigos busquen su destrucción, Dios lo prohiba, sin miedo a represalias significativas aparte de Israel mismo.


El resurgimiento, en esta forma mutada, de antisemitismo en la memoria viviente del Holocauso debe ser escalofriante para cualquiera con un sentido genuino de humanidad. Un ataque a los judíos o al Estado Judío nunca es un ataque por sí solo. Es un ataque a la libertad de religión. Hoy, cuando los cristianos son perseguidos y los musulmanes asesinados por las fuerzas del radicalismo islámico, todo aquel que se preocupa por los Derechos Humanos, particularmente gobiernos europeos y sus comunidades judías deben mantenerse juntos con el gobierno Israelí en su defensa, negándose a dejar que la causa sea secuestrada por aquellos que su plan no es ni libertad ni democracia, sino algo más antiguo, oscuro y muy peligroso.

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