El cuerpo de las mujeres israelíes se ha convertido en un campo de batalla.

recatookLa sombra del extremismo religioso se cierne sobre los debates acerca del código de vestimenta en las escuelas.


En sus esfuerzos para representar a Israel como parte del mundo liberal occidental, el Primer Ministro Benjamin Netanyahu nunca pierde la oportunidad de enfatizar el hecho de que Israel adopta y acepta la modernindad y pluralismo sobre el peligroso fundamentalismo y extremismo que caracteriza al Medio Oriente.

 Hasta cierto punto, tiene razón. Después de todo, en ningún otro lugar de la región se podría encontrar un evento como El Mes del Orgullo Gay de TelAviv, que recién comenzó este año, con el objetivo de destacar los derechos de hombres y mujeres transgénero. Durante todo el mes, hombres vestidos con pequeñas tangas llenaron las playas mediterráneas de la ciudad disfrutando de la libertad de poder tener demostraciones públicas de afecto, y los clubes están llenos de hombres, mujeres y todo lo que se encuentra entremedio –culminando en una marcha del Orgullo Gay, donde ambos hombres y mujeres festejan en la calle, con distintos grados de desnudez. Y la semana pasada, en la sagrada ciudad de Jerusalén, una prostituta protestando por violencia sexual acompañada de mujeres en topless tuvo lugar sin ningún grave incidente.

Pero debajo de la libertad y apertura que caracteriza a la cultura popular secular israelí, se asoma un evidente y creciente nerviosismo a que la sociedad se esté dirigiendo hacia un camino más represivo y fundamentalista. No es un sentimiento nuevo, pero se le ha comenzado a dar más importancia desde el reingreso de partidos ultra-ortodoxos a la coalición del gobierno y posiciones claves del poder.

Se podría sentir ese nerviosismo en el debate lanzado por mujeres liceales e impulsado por las redes sociales, que tuvo mucha atención de los medios, en contra del código de vestimenta escolar impuesto en muchas escuelas.

Mientras las temperaturas superan los 40 grados Celsius, las reglas en las escuelas que prohiben a las mujeres usar shorts mientras los varones sí pueden – o escuelas que selectivamente imponen prohibiciones para ambos sexos y sólo castigan a las mujeres por infracciones – se convirtieron en el blanco de protesta.

La problemática fue enérgicamente abordada y discutida en la televisión y en la radio. Para aquellos que siguen ese tipo de tendencias en Norteamérica, debates sobre mujeres y el largo de sus shorts son habituales – calentándose mientras aumentan las temperaturas, en todos lados desde California a Montreal a Nueva Jersey con respecto a si las piernas desnudas de una mujer son incompatibles con la seriedad académica. Las mujeres de Toronto han llevado al movimiento un paso más adelante este año, con esa comunidad enredada en un debate sobre si hay lugar para el abdomen expuesto en una escuela, en un debate sobre crop tops (camisetas cortas).

Pero aunque muchos de estos debates en Israel son similares – hay un elemento de temor y urgencia que se distingue en la discusión: un miedo tangible a caer en un fundamentalismo religioso en relación a la forma en que la sociedad ve al cuerpo femenino, priorizando la potencial incomodidad masculina sobre la incomodidad femenina física real.

En casi todos los programas de radio y televisión donde se discute este problema (y, aceptémoslo, ¿qué medio de comunicación puede resistirse a la historia de mujeres adolescentes luchando por su derecho de mostrar las piernas?), la discusión sobre la vestimenta apropiada para la escuela rápidamente se desvía cuando la persona representante del lado pro-short de la discusión –generalmente femenina- abiertamente se preocupa de que si las mujeres se rinden en el problema de definir sus muslos y rodillas como partes del cuerpo que deben ser cubiertas, pronto, se les va a requerir que cubran sus brazos, luego su pelo, ¿y quién sabe qué más?

A diferencia de sus equivalentes en Estados Unidos y Canadá, ellos tienen evidencia en frente a ellos cuando se trata de las maneras en que las guerras de códigos de vestimenta se pueden salir de control. En ciudades y barrios al lado de los suyos, ellos observan códigos de vestimenta ortodoxos y ultra-ortodoxos volverse más y más extremos, y las batallas sobre ellos mas graves – mientras mujeres religiosas en Beit Shemesh, quienes usan polleras largas, cubren sus hombros y sus cabezas con pañuelos, son atacadas porque sus mangas no son lo suficientemente largas.

Y lo más aterrador es lo que está pasando en Ramat Beit Shemesh y partes de Jerusalem, donde hay un pequeño culto de mujeres que creen en el pudor extremo: burkas negros que cubren sus cuerpos y caras que las hace mucho más indistinguibles que el niqab musulmán.

Una integrante del grupo, apodada la "mujer Taliban" por israelitas fue encontrada por el fotógrafo Yaacov Lederman en Beit Shemesh esta semana y su foto y video de la mujer con sus tres hijas, recubiertas en tela negra se volvió viral en Facebook.


Podría parecer que los bien intencionados directores de escuelas que quieren que sus alumnas usen jeans en vez de shorts no tienen nada en común con aquellos que las tienen usando calzas de lana y polleras largas – o las envuelven en batas negras. Pero eso no quiere decir que el lenguaje utilizado para justificar estas decisiones en ambos casos – palabras que caracterizan los cuerpos de niñas y mujeres como fuentes de vergonzosa tentación que debe ser cubierto para poder apaciguar urgencias masculinas descontroladas – no sean inquietantemente similares.

Fuente: Haaretz.com

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