Leah Goldberg, la traductora

leaokComo en el pasado, docenas de libros escritos por y sobre Leah Goldberg –de quien hoy conmemoramos el cumpleaños número ciento cuatro- decorarán las salas de la Semana Hebrea del Libro, que comienza el 3 de junio.

Su obra "Poemas Escogidos" permanece como uno de los libros de poesía más vendidos en Israel, y cuenta con más de cuatrocientas melodías creadas para sus poemas. El hebreo sonoro y sinuoso de Goldberg ha dado forma a la manera en que cantamos y nos afligimos y escribimos. Y aún así, su trabajo como traductora –no menos impresionante, y no menos impactante en el israelí cotidiano contemporáneo – tiende a pasar inadvertido.

"Uno elige un idioma", Goldberg escribiría en su adoptado y amado hebreo, "de la forma en que uno elige un anillo". Es una extraña comparación, dada la falta de posibilidad de elección que casi todos tienen, o querrían tener, con un idioma –especialmente si su medio de vida es la escritura de poemas. La infancia de Goldberg se relaciona con su amiga, Minna Landau, y sus poemas tempranos que desde los doce años, insistió, con audacia y determinación, en escribir en hebreo, para lo que debe haber necesitado adquirir ese brillante capacidad lingüística.

Al menos en lo que a esto respecta, Goldberg no estaba casi nunca sola. Junto a muchos otros poetas de la Tercera y Cuarta Aliá, su trabajo ayudó a moldear cuidadosamente a diestra y siniestra la cultura literaria local.

En cuanto al tema y también al estilo, ella y sus colegas entendían que sus obras jugaban un rol clave en la emergencia de la nación Hebrea. Como la élite cultural de la naciente nación, de estos poetas hebreos modernos no solo se esperaba que desarrollaran el idioma hebreo, sino que lo desarrollarán desde dentro – entre otros escritores judíos, y con el canon hebreo que hasta ahora se mantiene.

Goldberg, también, escuchó el llamado. Y aun así, la dirección hacia este sello judío fue, pues, extraño para ella, y no podía seguirlo. Como poeta, pensadora, y quizás más que nada, como traductora – Goldberg adoraba la literatura y cultura de Europa del Oeste, un romance que se profundizó cuando tenía diecinueve años, al ser rescatada de la vida monótona de su nativo Kovno con una beca para conseguir un doctorado en las universidades de Berlin y Bonn. Allí, se encontró por primera vez con las iglesias góticas y románicas, teatros de la ópera, y los museos de Europa del Oeste, que dijo que visitaría y volvería a visitar por el resto de su vida.

Y aunque este trasfondo surge espontáneamente –que incluye nueve colecciones de poesía, tres obras de teatro, una autobiografía, tres novelas, docenas de libros para niños y centenas de ensayos – la traducción satisfizo, al menos en parte, su profunda lealtad humanística y estética. Quizás porque ella combinaba géneros grácilmente, es fácil olvidar el audaz y formidable motor de traducción literario que fue. Chejov, Ibsen, Petrarch, Shakespeare, y muchos otros escritores clásicos y modernos deben agradecerle a ella su lugar notorio en las librerías israelíes. Su obra magna, una traducción de "La Guerra y la Paz", obra épica de Tolstoi, permanece siendo la versión vigente en Israel hasta el día de hoy.

Llevando la experiencia de otras personas a un lúcido y viviente hebreo, Goldberg no sólo importó sensibilidades nuevas a la cultura hebrea. Además, a lo largo del camino, ofreció valores de construcción de nación que, a veces, parecían estar en desacuerdo con su opinión más universal. Enfrentando los desafíos de traducir otra pieza del lenguaje al hebreo, Goldberg se involucró en la compleja creatividad que exigen las mejores traducciones literarias. Como resultado, ella formó parte del largo proceso en curso, que su estilo de traducción profunda posibilita: traer una renovada flexibilidad y vitalidad al idioma que lo recibe.

Aun así, surgen inevitablemente objeciones a su proyecto. Lamentando una actitud que ella luego denominó como "fascismo cultural", Goldberg recuerda en 1952 uno de los muchos incidentes en el que su homenaje a la literatura occidental clásica y moderna fue ridiculizado como "típico... de esa corriente que quiere una nación traducida". Ironicamente, este epiteto fue pronunciado durante una convocatoria de un comité llamado "Consejo de Cultura Superior". Más que probablemente, la venenosa acusación dio, de hecho, en el blanco.

Después de todo, ¿cómo sería una "nación traducida"? Presuntamente, absorbería significados que se originaron en otros lugares. Tomaría prestado de otros –otras personas, otros idiomas- lo que aún no tiene. Sería poroso. Y si fuera a traducir, y traducir bien, podría ser escuchado cuidadosamente. Sería recibido como novedoso, y quizás, también, como algo nuevo. La propuesta puede parecer peligrosa: lo que uno elige –ya sea un país, forma de vida, o idioma – uno también se arriesga a perder. Leah Goldberg, quien fue rusa, alemana, inglesa, francesa, italiana, griega e Yiddish a su (ahora nativo) hebreo, vio las cosas diferente.

 Fuente: Times of Israel

 

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